A qué le temen nuestros hijos pequeños y cómo lograr que no sean miedosos
Hay que reconocer el miedo es una emoción normal y sana, y ser un ejemplo para los niños; cuáles son los principales que tienen todos y cómo enfrentarlos
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El miedo es una emoción normal y sana, cuya función es advertirnos acerca de un peligro inminente, a fin de que seamos capaces de escapar o atacar; es decir, preservarnos. Ahora bien, puede ocurrir que experimentemos temores que no son reales; esto es algo que ocurre muy usualmente en los niños.
En la etapa de la niñez, nos explica la psicología evolutiva, el miedo es algo con lo que todos nacemos. Y los niños muy pequeños, por lo general, les temen a los ruidos fuertes y a todo lo que se mueva a gran velocidad. Es por ello que precisan ser sostenidos en brazos y acariciados para calmarse. Más adelante, se suman otros miedos tales como a estar separados mucho tiempo de sus papás, a los animales, a la oscuridad, a los desconocidos, a las tormentas y a los seres imaginarios (monstruos y fantasmas).
Con el tiempo, algunos de los temores anteriores desaparecen y surgen otros, en especial estos tres que detallamos a continuación y que suelen tener lugar tanto en la familia como en el ámbito escolar.
A saber:
1. Al ridículo.
3. Al rechazo (que confunden con la crítica).
¿Qué podemos, y deberíamos, hacer como padres para ayudar a nuestros hijos pequeños a no ser miedosos?
Fundamentalmente, demostrarles con nuestros hechos y actitudes que los amamos y somos su primera fuente de protección. Mamá y papá siempre están allí para ellos. Es muy aconsejable brindarles un espacio donde puedan expresar, con total seguridad, a qué le temen y hacerles saber que siempre pueden contar con nosotros para ayudarlos a superarlo.
También podemos hacer uso frecuente del elogio, felicitarlos cuando hacen algo bien, animarlos a confiar en ellos mismos y, algo que aman los niños, hacerlos sentir valorados y aceptados con expresiones positivas del tipo:
- “¡Lo hiciste muy bien, te felicito!”.
- “¡Qué grande que sos!”.
- ”¡Sos un campeón o una campeona!”.
Y, por supuesto, lo mejor que podemos hacer por ellos es ser ejemplos de seres humanos que no son vencidos por esta emoción porque, aunque a veces experimentamos miedo (y todos lo sentimos), lo reconocemos, lo gestionamos correctamente, actuamos y vamos hacia adelante.
Recordá esto: tanto el coraje como el miedo se contagian. Y, sin importar la edad que los hijos tengan, nunca pero nunca, debemos ridiculizarlos, (tampoco a nadie), por sentir temor.
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