Nació como el primero dentro de un parque nacional en América. Se fundó sobre los restos de un predecesor destruido por un incendio que es un misterio.
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¿Quién imaginaría que para el 1.500 alguien lucharía por la dignidad de las indígenas de América? Que sería uno de los cuatro sobrevivientes de los 600 hombres que realizaron la primera exploración en La Florida, Estados Unidos. Prisionero de varias tribus, inventaría su propia Ruta 66 para recorrer hambriento y caminando por casi una década miles de kilómetros a pie por Florida, Texas, Nuevo México, Arizona y California. “Naufragios” y “Comentarios” son los libros que reúnen sus aventuras. Como si la pluma fuera de Emilio Salgari, él fue su propio Sandokan. Se lo recuerda como pionero de una operación a corazón abierto con la que salvó a un indígena impactado por una flecha. Cuando sus días terminaban podía darse el lujo de contar que había descubierto el río Mississippi, el río Grande, la Sierra Madre y una nueva maravilla para el mundo: las Cataratas del Iguazú.
Alvar Núnez Cabeza de Vaca deambulaba en el calor húmedo de enero de 1.542 después de tres meses de caminata tratando de llegar, atravesando la selva, a Asunción. La música del agua sonaba como una orquesta universal. Atronaba en su cabeza. Así fue como las Cataratas del Iguazú se dieron a conocer al mundo.
Aunque de los 275 saltos el 80% se encuentra del lado argentino, dos tocayas se comparten las vistas. Puerto Iguazú desde Argentina se encuentra a 17 kilómetros del monumento natural. Foz de Iguazú, en tanto, a 29, balconeando desde el lado de Brasil, dos de las ciudades que son parte de la mítica triple frontera compartida con Ciudad del Este en Paraguay.
Luego de los avatares de la colonia, para 1882 una comisión científica alemana busca tierras para colonizar. Por entonces todo el territorio era de propiedad privada. Entre los expedicionarios llega Jordan Hummell, que años más tarde organizaría el primer viaje turístico a las Cataratas. Con su visita las cataratas son descubiertas nuevamente. El primer viaje turístico se dio en 1.902. El parque nacional del otro lado de la frontera fue una acción conjunta entre Federico Engel, propietario del primer hotel de Foz, y el pionero de la aviación Alberto Santos Dumont, quienes convencieron al gobierno de Brasil de la compra de terrenos que por entonces pertenecían al uruguayo Jesús Val. El presidente de Brasil Getúlio Vargas firmó el decreto que creó oficialmente el Parque Nacional de Iguazú en 1939, Argentina lo hizo cuatro años antes a partir de una iniciativa de Carlos Thays.
Fue Val, con inspiración de Engel, quien construyó primero un albergue relativamente precario para cobijar a los visitantes que recorrían trayectos complejos y prolongados para avistar las cataratas para comienzos del siglo pasado. Con el tiempo, esa especie de gran salón central apto para todo destino se convertiría en el primer hotel dentro de un Parque Nacional en toda América. El Hotel do Saltos alojó a los viajeros bohemios que partían por meses a hacer recorridos aventureros.
Pamelas y botas blancas
Viajar a Cataratas, por entonces, implicaba un derrotero del estilo Indiana Jones, con caravana, guías, vituallas y carpas para protegerse de las inclemencias de la selva. El hotel se construyó totalmente en madera. Con un primer nivel elevado del terreno irregular y una torre central que fue utilizada como mirador a los saltos más alejados. Sobre la ladera que se despereza hacia el río, aprovecharon la curva convexa para elevarlo en el sitio más alto y, a la vez, crear un espacio para carretas y caballos debajo del hotel.
Ese espacio que balconea a las cataratas desde Foz, en Brasil, dio vida a un modesto hotel de madera con la mejor vista de Brasil a Iguazú. Alojó por más de dos décadas a la crema y nata de la alcurnia de Río de Janeiro. Compartía con otros destinos como el cercano Puerto Bemberg o los exóticos Ostende o Villavicencio los pasajeros europeos que hacían escala en Sudamérica.
La arquitectura reflejaba la idea de las haciendas portuguesas. De ese antecedente no quedó nada. Sólo un par de fotografías con personajes no identificados se salvaron del incendio que arrasó el lugar a fines de los locos años ‘20. Impoluta vestimenta blanca, sombreros pamela con mosquitero incorporado. Se sabe que no hubo víctimas en el incendio, pero el resto es leyenda contada en voz baja entre las sombras que emergen en una imagen de 1932: la elite seguía visitando el sitio y, como en una procesión, se tomaba una foto frente a las ruinas, mientras el fotógrafo daba espaldas a las Cataratas.
El palacio rosa
Angelo Murgel, arquitecto, era para fines de los ´30 ya un afamado creador. Fue contratado para diseñar la sede administrativa del Parque Nacional. Para este emprendimiento, proyectó, además, la Unidad de Conservación, el entonces Aeropuerto del Parque, la residencia del director y, allí, levantó el guante de cenizas y se embarcó en recrear la misión de los desconocidos pioneros: un hotel frente a las Cataratas. Aunque todos sus edificios siguen en pie, el célebre es el Hotel das Cataratas, cuya imagen rosa y blanca inserta en el paraíso, permanece en la mente de millones de personas que visitan el lugar. Un emblema tan poderoso como fotografiado.
El Aeropuerto del Parque, terminado mucho antes que el Hotel das Cataratas, recibía pasajeros que desembarcaban en la pista de tierra y se alojaban en el Hotel Casino, hoy una oficina del estado. Los días de gloria de ese hotel duraron hasta que los casinos fueron prohibidos en 1946. Allí la atención se volvió hacia el Hotel das Cataratas, inaugurado finalmente el 4 de octubre de 1958. La mole rosa fue administrada por oficinas de gobierno, empresas privadas, una red hotelera e, incluso, Varig, siempre con éxito irregular.
Una estructura de vanguardia, atravesada por una idea de antiurbanismo o desurbanización a favor de los entornos naturales, un encanto que lo convierte hoy en un ejemplo de tendencia de amabilidad con el entorno y sustentabilidad.
Murgel lo pensó bajo la premisa de integrarse con la naturaleza y permitir el nacimiento de un estilo arquitectónico brasileño entre rural, natural y moderno. Según el proyecto, el hotel se definió como “un bloque horizontal, de dos plantas, interrumpido por una torre de señalización vertical, con una vista privilegiada de las Cataratas del Iguazú”. Se compuso a partir de una forma de “U”, con las habitaciones dispuestas a lo largo del plató. El alojamiento fue privilegiado por la vista directa a las Cataratas y por el área de esparcimiento, en la parte trasera, contigua a la reserva forestal.
La perla 5 estrellas Forbes
Único hotel de la región reconocido con 5 estrellas Forbes, integra el portfolio de negocios del conglomerado empresario perteneciente al LVMH.
En sus habitaciones durmieron la princesa Diana, el príncipe Carlos, Robert Kennedy Jr., Príncipe Alberto de Mónaco, David Rockefeller, Eleonor Roosevelt, Gisele Bündchen, Tony Blair, Bill Clinton, Anthony Hopkins, Jackie Chan, Paul Simón, Joseph Blater... En muchos sentidos se ha convertido en el último escondite de celebridades.
Las mañanas son lo más cercano al cielo. Despertarse con las vistas de los jardines esculpidos con orquídeas y el sonido del canto de los pájaros proveniente de la jungla nunca pasa de moda. Como corresponde al entorno, hay mucho que hacer aquí para los entusiastas de la naturaleza, desde embarcarse en aventuras en la selva tropical brasileña hasta recorridos por las cataratas al amanecer que culminan con energizantes desayunos madrugadores.
Por las noches, la jugosa parrillada del Ipe Grill las carnes es considerada de las mejores de Brasil y el exclusivo cóctel Garganta del Diablo del hotel no se queda atrás.
Las escapadas a la jungla tienen una cadena de posibilidades. Hay picnic para hacer en las colinas suaves que balconeas a las Cataratas. Hay excursiones exclusivas cuando el parque está cerrado (los días lunes) o antes del horario de apertura o luego del de cierre con guía privado que permite una visita en solitario, ideal para los amantes de Instagram.
También es posible hacer un circuito nocturno. La luna llena es majestuosa frente a los saltos, haciendo brillar todo color plata.
Si hay un mérito en el sitio es haberse mimetizado con el espacio. Colgarse de una experiencia contemplativa de las Cataratas, con esa vista que permite completar la experiencia del recorrido sobre los saltos del lado argentino. Y, más que cualquier otra cosa, haber convertido a las cenizas de la leyenda en murmullo de Iguazú, ese que acuna los sueños de los huéspedes que cada noche abren las ventanas para que la música acompañe.
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