Geoffrey y Sarah son una pareja singular. Cosmopolitas, inquietos y liberales eligieron una de las zonas más exclusivas de Sudamérica para hacerse lo que de lejos parece una especie de campamento. Se trata de dos hectáreas y media a cinco minutos de José Ignacio, a un paso del mar y de la laguna. Para su singular proyecto convocaron a Martín Gómez, un arquitecto que ya es una marca registrada en la zona.
Los dueños tienen amigos por todo el globo y su idea era poder recibirlos en su casa de vacaciones preservando y brindando máxima libertad para disfrutar del magnífico entorno natural. Martín echó mano de su ojo experto –pasó varios años recorriendo el mundo– y se detuvo en la joven arquitectura de Nueva Zelanda, el modo en que trabaja con el paisaje e incorpora espacios al aire libre en sus diseños residenciales. Como resultado nació "El campamento de Geoff", una atractiva combinación de elementos rústicos y sofisticados en un sistema de unidades que prioriza la intimidad y el vínculo con la naturaleza.
La galería, diseñada como un espacio de contemplación, fue realizada en eucalipto y pintada de negro, como todo el conjunto. Por su parte, la cubierta enrejada genera una cálida sombra moteada.
Los exteriores están pintados de negro porque considero que es el mejor color para combinar con los árboles y el campo
Desde la galería se accede a este doble espacio de living-comedor ambientado por la dueña de casa en sintonía con la onda de la construcción: rústica y sofisticada.
La arquitectura buscó un sistema simple de construcción basado en el balloon frame americano con las vigas de troncos a la vista. El dormitorio incluye un cuarto de baño realizado íntegramente en madera con un ventanal frente al lavamanos y un cómodo vestidor.
De acuerdo al requerimiento de los dueños, sociables y cosmopolitas, en lugar de sumar habitaciones para los huéspedes, se proyectaron unidades separadas. Además de brindar privacidad a los invitados y a los anfitriones, este sistema de unidades independientes se intercala con la naturaleza generando un vínculo singular con el paisaje en cada uno de los espacios.
Las cabañas fueron construidas con pino tratado y ventanas de aluminio respondiendo a un diseño específico para este proyecto.
Todo lo que afuera es negro para asimilarse al paisaje agreste, torna en un blanco impoluto en el interior acentuando las líneas de la arquitectura.
Mimetizadas con el color reinante, las cortinas roller con black out garantizan el descanso hasta bien entrada la mañana.
El arquitecto pasó largas jornadas chateando con el dueño acerca de cómo se viven las casas de vacaciones. De esas charlas surgió este esquema sofisticado y austero pero pleno de confort que presentan todos los ambientes.
Ubicadas sobre generosos decks de madera para poder anclarlas al terreno, estas estructuras de hierro con tiendas traídas de Montana, Estados Unidos, cuentan con grandes camas matrimoniales y resisten las tormentas más rudas.
Geoff y Sarah insistieron en no talar árboles para construir las unidades. Preservaron así el entorno natural que adquiere un clima cinematográfico con las últimas luces del atardecer.
El campo infinito rematado por la extensión plateada de la laguna es una postal que se puede apreciar desde cada una de las opciones de alojamiento.
En clave maorí
- A diferencia de su vecina Australia, donde predomina el ladrillo, el estilo neozelandés se caracteriza por el uso de la madera, aprovechando la variedad y la calidad de especies en la isla.
- Amplias y profundas, las tradicionales galerías proveen ventilación cruzada y sombra.
- En esa línea, los diseños más modernos trabajan con el paisaje e incorporan espacios al aire libre a través de las galerías, así como áreas de parrilla y fogón y amplias aberturas en los decks.