Iris se enteró a los 18 años de que era adoptada y tenía un hermano. Lo buscó incansablemente cada año hasta que por medio de Facebook lo encontró. La partida de nacimiento le contaría una verdad insospechada.
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Iris Costanzio nació el 15 de mayo de 1952. Hija de un matrimonio mayor que la cuidó y crió dando lo mejor de sí en la provincia de Mendoza. A los 18 años viajó por primera vez junto a su madre a Buenos Aires; fue ella quien aprovechó el viaje para contarle la verdad: Iris era adoptada. Su padre en realidad era su abuelo, su madre era la segunda esposa de su abuelo y su hermana mayor era su madre.
“Yo ni me imaginaba, nunca se me había pasado por mi mente que todo podía ser así. No reaccioné como muchos que empiezan a preguntar, la escuché y lo asimilé en forma callada, no cuestioné nada y ni se me ocurrió preguntar quién era mi papá. Mi abuelo era un hombre que me quiso muchísimo y muy abocado a ayudarme porque yo tenía una salud bastante endeble. Tanto él como mi madre adoptiva eran mayores y siempre estuvieron cuidándome, era una familia humilde y se habían dedicado a la crianza. Entonces pensé que, en agradecimiento, no iba a estar preguntando ni buscando a nadie. Si yo llegué a la universidad fue gracias al sacrificio de ellos, éramos verdaderamente una familia, vivíamos los tres solos y tuve una contención excelente de su parte”, cuenta Iris.
Cuando supo la verdad y habló con quién ella creía que era su hermana mayor pudo seguir armando su rompecabezas: había nacido en Buenos Aires y no en Mendoza como creía. Además, tenía un hermano que había nacido cuatro años más tarde y también había sido abandonado.
La historia de su nacimiento
Entre tantas mentiras Iris pudo ir de a poco armando la historia de su nacimiento. Su verdadera madre vivía en Mendoza con su padre, él se hacía cargo de sus cuatro hijos. “Mi madre y su hermana estaban en una escuela en un internado bien contenidas y bien educadas, pero cuando cumplieron 15 años vino la madre y se las llevó a vivir a Buenos Aires. Las instaló en una pensión en la Boca y las hizo ejercer la prostitución, a raíz de eso las dos se quedaron embarazadas muy jovencitas y no se hicieron cargo de los hijos que tuvieron. Fue una vida muy difícil a la que se tuvieron que enfrentar por seguir a su mamá. Mi abuelo siempre sufrió muchísimo, viajaba a Buenos Aires para ver a sus hijas y cuando volvía no contaba nada de todo el entorno con el que vivían. Él lo sufría y trataba cada vez que viajaba de ayudarlas a que vivieran de otra manera”, cuenta Iris.
Iris nació prematura de 7 meses y fue abandonada con una inmadurez pulmonar muy grande. Fue su tío quien al ver que su madre ya no estaba embarazada se preguntó dónde estaría el bebé y la encontró. Logró recuperarla y llevarla a Mendoza con su abuelo y su segunda esposa quienes la cuidaron hasta que la bebé Iris pudiera recuperar su salud. “Pude caminar y hablar a los 5 años, tenía un retraso madurativo importante”, cuenta.
Cuando supo su historia habló con su madre biológica quien le dijo que en varias ocasiones en sus viajes a Mendoza había tratado de decirle la verdad pero su abuelo no la había dejado. “Mi abuelo tenía miedo de que yo me enterara, lo abandonara y me quisiera ir a Buenos Aires, hubiera sido una propuesta interesante para cualquier adolescente”, se sincera Iris.
70 años después: la aparición de su hermano gracias a Facebook
Iris decidió buscar a su hermano porque pensó que tal vez él también vivía rodeado de mentiras. Un poco antes del comienzo de la pandemia lo encontró a través de Facebook. Él sabía que era adoptado pero desconocía que tenía una hermana. La búsqueda no fue para nada fácil, de hecho, esperó a que sus padres adoptivos fallecieran para empezar a buscarlo. El único dato que Iris tenía era el nombre del bebé y que había sido entregado en La Boca. Viajó todos los años y lo buscó sin parar, incluso fue al programa de “Gente que busca Gente” pero tampoco dieron con su paradero. ¿Cuál era el problema? Iris lo estaba buscando por su apellido pero a su hermano se lo habían cambiado al adoptarlo.
Después de todos esos años, hablando Iris un día con su madre biológica, se enteró de que su hermano Carlos la había contactado a su madre pero ella le había negado que era su mamá. Sin creerle Carlos le dijo por las dudas el apellido por el que había sido adoptado. Iris enseguida empezó a buscarlo de esta manera y encontró en Facebook a un hombre con ese mismo nombre y apellido, nacido en La Boca y en octubre del ´54. Le mandó un mensaje y él le dijo que sí, que reunía todas las características que ella buscaba. “Ahí empezó el contacto entre nosotros. Inmediatamente me envió por whatsapp una copia de su partida de nacimiento donde figura la misma madre biológica que tengo yo”, cuenta emocionada Iris.
Llegaron a ponerse en contacto un poco porque el destino así lo quiso. Resulta que Carlos no es muy bueno con las redes sociales, pero fueron sus nietos quienes le insistieron y le abrieron una cuenta en Facebook un corto tiempo antes de enterarse de que tenía una hermana.
Pero faltaba algo más: cuando Iris leyó la partida de nacimiento vio que Carlos había nacido cuando su madre tenía 20 años. “Mi madre biológica me dice que yo nací cuando ella tenía 16 años, entonces se supone que yo nací cuatro años antes, en 1950 y no en 1952 que fue cuando mi abuelo me adoptó. Eso significa que a mi hija menor la tuve a los 42, y que no tengo 68 años sino 70”. Gracias a ese documento Iris pudo aclarar su verdadera edad.
Se mantiene en contacto con Carlos. El plan era viajar para conocerlo pero ese día, estando Iris con su hija en la terminal de Mendoza, se decretó la cuarentena obligatoria en Buenos Aires. De todas maneras tienen una linda relación aunque no se hayan podido conocer personalmente y no pierden las esperanzas de poder concretarlo algún día.
Por su parte Carlos ha tratado de estar en contacto con su madre biológica pero “ella no lo quiere conocer, después de muchos años ha admitido que es verdad la situación, que lo tuvo a los 20 años, que lo abandonó y que no lo buscó. Él siempre le dice que no quiere reclamo económico, ni herencia, lo que quiere es conocerla por una cuestión de identidad, poder verla cara a cara. Pero ella no quiere”, cuenta Iris.
Su propia familia
A los 18 años Iris se hizo mormona y conoció dentro de la religión a quien fue su esposo y con quien tuvo cuatro hijos. “Me hice cargo yo sola de ellos, preferí divorciarme porque tuve una experiencia muy dura, me casé con un psicópata, un violento, un golpeador, no trabajaba, la única que lo hacía era yo para mantener a la familia y a él. Con mucho temor y mi hija menor de pocos meses logré divorciarme”, cuenta. Fue un momento muy duro para ella que prefirió no compartirlo con sus padres, le pareció que ya mucho habían hecho por ella y que ahora lo que pasara tenía que resolverlo por su cuenta. Incluso una vez su papá le preguntó dónde estaba el marido que hacía mucho que no lo veía y fue ahí donde le contó que se había divorciado.
Pero Iris salió adelante. “Trabajé en una inmobiliaria y con eso levanté económicamente a mis hijos. Me compré una casa y un auto. Y a mis 42, decidí tener un hijo más de un compañero de actividad con el cual éramos amigovios. Él vivía en su casa con su mamá, yo en la mía con mis hijos cuando quedé embarazada. Como no había convivencia y nunca más quise volver a casarme ni nada por el estilo, crié sola a mi hija. Él de alguna manera estuvo presente, le dio su apellido y pasaba a buscarla, pero era mayor que yo y a los 54 años murió. Yo siempre le había planteado la situación de que yo era la única que quería tener un hijo más, él no quería tener otro así que me hice cargo sola”, explica.
Iris tiene cinco hijos y 11 nietos. Si bien tiene un discapacidad que le dificulta caminar, eso no la tiene quieta y le permite incluso manejar para llevar a su nietos de aquí para allá. “De alguna manera mi historia hizo que estuviera más ligada a mis hijos, de ninguna manera permití un abandono. Por más de que uno no lo sepa, el abandono se siente. Mi madre adoptiva tenía un carácter bastante especial, así que de alguna manera yo sentía que ella no era mi madre biológica pero era una mujer muy presente, me cuidaba bien, me dio un hogar. Realmente era de esas mujeres que son una madraza y después la tuve como una excelente abuela para mis hijos”, asegura Iris. Si bien tuvo un matrimonio malo la experiencia de vida le dio herramientas para ser una madre cuidadosa de sus hijos y luchadora para sacarlos siempre adelante.
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