En el corazón del policial escandinavo
Para entender por qué autores como Stieg Larsson, creador de la saga Millennium, y el recién fallecido Henning Mankell cambiaron la novela negra para siempre, nada mejor que sumergirse en Södermalm, Estocolmo, y hablar con sus sucesores
ESTOCOLMO
.-Esta ciudad es un conjunto de islas. Así, con modestia y practicidad, describen los suecos a su hermosa capital, donde el mar Báltico, los lagos y la arquitectura de época se mezclan con rasgos tal vez posmodernos o de algo sin nombre que podríamos definir como el futuro en el presente.
Estamos en Slussen, la puerta de entrada a la isla de Södermalm, que, si bien pertenece a la capital sueca, sería la cuarta ciudad de este país en número de habitantes, si se la tomara por separado. Algo de esa conciencia de excepcionalidad hay en sus habitantes, que votan masivamente al Partido Verde al contrario de lo que sucede en el país y en el resto de la ciudad, donde la socialdemocracia y la derecha tradicional tienen el grueso de los votos, más allá de la reciente –e inquietante– irrupción de la ultraderecha xenófoba en el escenario político.
En este lugar anida el negro corazón de la novela policial sueca y, por qué no, escandinava. Sí, en este barrio de noches largas, lleno de familias jóvenes y de bares de inocultable toque hipster, donde el olor del kannelbullar (rollo de canela, alto hit de la pastelería sueca) se mezcla con el del café con leche... de almendras.
A simple vista, es imposible de creer. Pero este es un cruce de caminos: Slussen (la esclusa) es donde el Báltico confluye con el lago Mälaren, en un paisaje que, visto desde lo alto, acentúa la paz interior, pero que también corta la respiración, como diría un principiante del género. Quien se quede hechizado por esta vista seguramente no reparará en que justo debajo existe un vasto mecanismo de relojería, donde no sólo funciona de hecho la esclusa que deja pasar barcos de pequeño calado, sino también una terminal de ómnibus, subterréneo y avenidas muy transitadas.
Pero el verdadero cruce de caminos de Slussen y de todo Söder es entre realidad y ficción. Porque esta isla modelo de Estocolmo es el escenario de Millennium, la oscura trilogía que es capital para el género y que hizo famoso tardíamente a su autor, Stieg Larsson, al publicarse después de que él muriera (en noviembre de 2004). En la realidad, este fue el barrio de Larsson. Y en la ficción, de sus personajes: el periodista Mikael Blomkvist y la heroína cyberpunk Lisbeth Salander, amados por millones en el mundo, que no sólo leen con avidez sus aventuras en los libros: tampoco se pierden las taquilleras adaptaciones cinematográficas de Millennium, ya sea en su versión sueca o hollywoodense.
Es precisamente en la estación de subte de Slussen donde Salander recibe una paliza que le daña su computadora portátil, lo que, por obra y gracia de una trama enrevesada y de intriga permanente, termina llevándola a un camino del que no se vuelve: el de tomar justicia por mano propia. En realidad, Blomkvist es un evidente alter ego de Larsson, que también ejerció el periodismo de investigación. Antes de morir, trabajaba en la revista Expo –evidente versión real de la revista Millennium– y publicaba reportajes sobre grupúsculos de extrema derecha escandinavos.
Tal es la popularidad de Millennium que mantiene vida propia once años después de la muerte de su creador. Con la llegada en agosto último del cuarto libro, Lo que no te mata te hace más fuerte, a cargo de David Lagercrantz, la trilogía Millennium se ha convertido en una saga. Sí, una saga nórdica, como Saga Noren, la detective brillante y (casi) sin empatía de la serie televisiva sueco-danesa Bron/Broen, que ya tiene tres temporadas.
En un café cercano a la estación Hornstull del Tunnelbana (metro estocolmés) también en Söder –¿dónde si no?– el escritor sueco Jan Arnald le cuenta a LA NACION Revista que hoy en día Stieg Larsson es una figura tan mítica que algunos creen que está vivo en una isla del Caribe –tal vez un paraíso fiscal– riéndose de nosotros y contando billetes. El propio Arnald encarna una figura mítica: su nom de guerre es Arne Dahl. Es uno de los fundadores del género, un maestro de la pluma y una referencia indudable para muchos de los que incursionan en él.
Incluso Larsson lo habría leído: "Tengo muchos indicios de eso. Lo conocí cuando él era editor de la revista Expo. En ese entonces, no decía nada de que quisiese escribir policiales", dice Arnald, o mejor dicho Dahl, mientras apura un café y saborea un snuss (tabaco sueco en bolsitas) que ha colocado discretamente en su encía superior. Según él, Millennium dio en el centro de algo muy específico, que reclamaban los seguidores del género: correrse un poco del realismo y crear un personaje como Salander. Es decir, un superhéroe. O, nunca mejor dicho, una superheroína.
"Es bastante paradójico que alguien que representa más o menos la fantasía sexual de Larsson se transforme en un ícono feminista –dice Dahl–. Pero él dio en medio de algo. Porque Millennium es sobre ella. No sobre el periodista que consigue todas las chicas que quiere. Necesitábamos una mujer casi sobrehumana que pudiera devolver los golpes. Todo el mundo estaba esperando ese personaje." La pregunta, según Dahl, es si seguimos necesitando un personaje así en este momento. O, en otras palabras, si necesitamos que Millennium siga adelante. "No lo creo, pero es un asunto comercial", opina.
Otra pregunta posible, llegados a este punto, es qué necesitamos en realidad de los policiales suecos. Seguramente que anticipen acontecimientos que van a sacudir el mundo. ¿O acaso no están las huellas del whistleblowing a la Julian Assange o Edward Snowden en Millennium? En otras palabras, ¿el escándalo de la NSA es real o fue guionado por Larsson desde su supuesto paraíso fiscal? El propio Dahl anticipó en Misterioso la crisis de refugiados que hoy tiene en vilo a Europa. El libro, publicado en 1999, fue el primero sobre el Grupo A, un grupo heterogéneo de policías que resuelve los casos más intrincados y es la antítesis perfecta del solitario Wallander, de Henning Mankell, autor fallecido el 5 de octubre de 2015, otro de los héroes del género. Misterioso comienza con el foco en Paul Hjelm, un policía gris acostumbrado a seguir a rajatabla los procedimientos hasta que un refugiado desesperado intenta copar una oficina de ayuda social.
Volviendo a Mankell, también él está presente en Södermalm. Una foto suya se puede ver, a modo de homenaje póstumo, en la vitrina de su editoral, la casa Leopard, en la calle Sankt Paulsgatan, a escasas cuatro cuadras de Slussen. Y volviendo al inefable Kurt Wallander, quizá también necesitemos más personajes como él, que luchan por seguir siendo seres humanos aunque su trabajo los lleve a enfrentarse al peor de los mundos.
En resumen, pese al evidente cambio de era tras la muerte de Mankell y la continuación de Millennium, queremos que la novela negra escandinava lea entre líneas y de manera crítica fenómenos sociales; que anticipe tendencias importantes en el futuro, y que hable, con una trama original y vertiginosa, de la lucha de los seres humanos por seguir siendo fieles a sí mismos en un mundo hostil. También parece que queremos confiar en las autoridades. De hecho, los policías suecos –todo indica que no sólo en la ficción– intentan hacer bien su trabajo y no son corruptos, algo no muy verosímil si se intenta escribir una novela del mismo género en la mayoría de los países del mundo.
Entonces, ¿es mucho pedir que siempre sigan saliendo libros desde Suecia con todos estos componentes? Probablemente, pero el premio no es menor, sobre todo si se tiene en cuenta que las ventas de novelas suecas en el exterior se incrementaron en forma extraordinaria en los últimos años. Y que, gracias a su traducción por lo menos a 50 lenguas distintas, los ingresos anuales por este concepto crecieron de 6 millones de euros a 16 millones entre 1990 y 2010, mientras cada vez más escritores se incorporan a los policiales escandinavos y aumenta en forma astronómica la facturación adicional por las adaptaciones cinematográficas o televisivas.
Ahora bien, ¿cómo puede generar tantas expectativas en el mundo un género literario? ¿Cómo se llegó a este furor en el cual prácticamente todos los pueblos suecos tienen hoy en día un policial que los toma de escenario? Nota al pie: incluso Buenos Aires tiene un policial escandinavo a su medida. Se llama Déjame tomar tu mano (Låt mig ta din hand) y acaba de ser publicado por la prestigiosa novelista sueca Tove Alsterdal.
Un país de detectives
Si bien los antecedentes se remontan a los años 60, podemos postular con extrema precisión la fecha, la hora y el lugar oficiales de su nacimiento: fue el 28 de febrero de 1986 a las 23.21 en la calle Sveavägen del centro de Estocolmo.
En ese momento moría asesinado Olof Palme, el hiperpopular primer ministro socialdemócrata sueco. Un desconocido le descerrajó un balazo cuando salía del cine sin custodia, en un magnicidio que fue el signo más evidente de que el paraíso escandinavo del Estado de bienestar no iba a quedar intacto.
Todos los suecos que lo vivieron recuerdan qué estaban haciendo cuando se enteraron. Quién se los dijo, cómo se comunicó en la radio y la televisión o cómo era la tapa del diario en que lo leyeron. "Todos nos volvimos detectives porque el crimen nunca fue resuelto –cuenta Dahl–. Cada quien tenía sus propias teorías porque no fue sólo un disparo al primer ministro. Fue un disparo a la idea de que la violencia estaba en todas partes menos en Suecia."
El entonces primer ministro mantenía una prédica constante y encendida contra la guerra. También contra las dictaduras latinoamericanas y los regímenes segregacionistas como el sudafricano. "No era porque Suecia tuviera algún interés en Vietnam o en Sudáfrica, sino simplemente porque lo que allí pasaba estaba mal y había que decirlo", explica a LA NACION Revista Magnus Nilsson, jefe de comunicación del Centro Internacional Olof Palme.
Su asesinato demostró que Suecia ya no era un refugio pacifista en el que se podía estar a salvo de un mundo plagado de tiranías y brutalidad. Había dejado de ser diferente de los demás países; un paraíso improbable –gélido y lejano, pero real– quedaba hecho añicos de la noche a la mañana. Ese trauma nacional fue la mecha que encendió el género policial de este país.
De todos modos, Suecia sigue siendo extremadamente pacífica y avanzada en términos sociales. Aunque la imagen que le otorgan los policiales en el extranjero no siempre coincida con la realidad ni con la imagen que quisieran sus organismos de promoción turística, Dahl asegura: "Tenemos libertad de expresión absoluta. Al decir que todo se cae a pedazos también estamos diciendo que es muy bueno estar aquí después de todo".
El premier beatnik
Si no hubiese sido un político muy real, Palme habría tenido todo para ser un escritor que no se olvida. Basta con mencionar que, de joven, a fines de los años 40, realizó un viaje iniciático a dedo por los Estados Unidos. En sus propias palabras, se volvió socialista por lo que vio en el país de la libertad. Si su periplo hubiese sido escrito, probablemente no tendría nada que envidiarle a En el camino, la novela rutera del beatnik Jack Kerouac que pocos después se transformaría en el manifiesto de toda una generación.
Nilsson destaca que antes de su muerte, los políticos y los escritores –entre otros artistas– iban de la mano en Suecia impulsando la mejora constante de la sociedad a través de la crítica permanente de la injusticia. "Pero después, los escritores siguieron por ese camino y los políticos, no", admite, sin privarse de describir a algunos hombres de letras suecos como una suerte de herederos políticos de Palme: "Al igual que él, algunos como Mankell fueron muy enfáticos en la denuncia de la desigualdad social, que es un imperativo de nuestra cultura política". Tal vez por esto se entienda por qué da la sensación de que la novela negra es un trabajo colectivo, un acto de catarsis común en el que todos los suecos –consciente o inconscientemente– participan.
Tanto es así que Dahl dice que no extraña al escritor que fue. Es decir a Jan Arnald. O sea a él mismo, cuando no escribía novelas negras. "Cuando empecé, creía que escribir policiales iba a suponer un gran vacío en mi vida. Pero muy pronto descubrí que podía incorporar al género la mayoría de las cosas que quería abordar en la literatura. No me arrepentí ni un segundo."
La joven guardia
A pocas estaciones de Tunnelbana de Hornstull –donde dejamos al maestro Dahl advirtiendo sobre los riesgos que suponen para el género la excesiva comercialización y la miopía sobre el contexto sociopolítico de parte de algunos nuevos escritores–, se encuentra el exclusivo barrio SoFo de Söder. Sí, por supuesto, también muy cerca de Slussen. Allí se emplaza la galería de arte de Jerker Eriksson y Håkan Axlander Sundquist, que no son artistas convencionales. Para estos dos músicos punk que tocaron juntos durante años –en verdad Jerker fue productor de la banda de Håkan– la escritura de policiales es de por sí un trabajo en equipo. No por nada ambos encarnan a Erik Axl Sund, el nombre bajo el cual este duo publica sus novelas negras y que se ha convertido en la mayor promesa –o realidad– de la nueva generación.
Tanto Eriksson como Sundquist describen su trabajo como la etapa superior de lo que hacían en la banda elektropunk I love you baby!, que realizó giras prolongadas por Europa del Este. Es decir mezclar sus respectivas energías (o voces) hasta que aparezca una tercera voz superadora que no remita a ninguno de los dos. Algo de eso pasa en la entrevista, en la que ambos se interrumpen o completan entre sí sus frases. "Creo que ahora incluso salgo en las fotos con un aire a Håkan –dice, entre risas, Jerker–. Pero la verdad es que no nos sentimos una misma persona. Nos sentimos una tercera persona que es Erik Axl Sund."
Al hablar con ellos no es difícil imaginar que Salander también es real; una simple vecina del barrio que pasaría desapercibida entre el público que visita la galería. Pero también es cierto que incluso ella podría escandalizarse si conociera a Axl Sund: con una trama psicológica, gótica y gore, la trilogía Los rostros de Victoria Bergman, a cargo del duo de escritores, parece indagar en aspectos aún más oscuros del alma humana que la saga de Larsson y –ahora– de Lagercranz.
Sin sutilezas, el diario sueco Gefle Dagblad escribió que, por su contundencia, la trilogía de Axl Sund "le gana por goleada" a Millennium. En un tono más medido y sin hacer comparaciones, la Academia Sueca de Escritores de Policiales le otorgó el premio especial a la serie –¿el Nobel del género?– por utilizar en forma "hipnótica y cautivante el psicoanálisis en clave de novela negra".
"¿Viste alguna vez un contrato de Hollywood?", le pregunta Håkan a este cronista y muestra un enorme ladrillo de hojas impresas que acaba de recibir. Al parecer, la trilogía será pronto una serie televisiva, un proceso cada vez más natural para los policiales suecos exitosos.
Sundquist no teme que la adaptación hollywoodense le quite a su obra ese sabor tan particular de la novela negra escandinava. Según él, ese elemento pertenece ya a todo el mundo. Y los signos están en todas partes. "En Game of Thrones siempre se dice que el invierno está llegando –afirma–. Para mí el guionista de la serie está pensando en Suecia. Acá siempre está llegando el invierno."