La vio por primera vez allá, por el año 2007 o 2008. Estaba realizándose una ergometría de rutina y, de pronto, a la habitación entro ella, una médica muy bonita, cuyo rostro no olvidó nunca más.
Volvió a verla un par de años después, a la distancia, en una gran fiesta. ¡Vaya casualidad!, pensó. Ella estaba con su pareja y él con la suya, fue ahí que se percató de que tenían conocidos en común: "No volví a verla nunca más y no sabía su nombre", revela Gabriel al recordar el momento.
Diez años transcurrieron, atravesados por su separación y una adaptación lenta hacia una nueva vida. Años donde la hipertensión llegó a la cotidianidad de Gabriel, que de inmediato se dispuso a conseguir un médico especializado. "Le pregunté a uno de mis mejores amigos si tenía alguien para recomendarme, me pasó un teléfono y me dijo bromeando: `es del grupo de padres del colegio de los chicos, pero ojo, no te vayas a enamorar, creo que está divorciada…´ ¡Ni pienso! le dije, no estaba en mis planes enamorarme de nadie".
Diez años después para una nueva casualidad
Se sentó en un espacio libre algo alejado para leer con tranquilidad algunos asuntos laborales. Escuchó su nombre concentrado en sus cosas y, mientras guardaba sus papeles, entró con la cabeza gacha al consultorio. Al levantar la vista para saludar quedó atónito: ¡No lo podía creer!, ¡era aquella médica tan bonita que había visto diez y doce años atrás! Ahora, al menos, sabía que se llamaba María José.
La consulta se extendió entre las varias preguntas. Gabriel la observó todo el tiempo, disimulando muy bien su sorpresa. Ella estaba concentrada en anotar sus cuestiones de salud."En mi recuerdo siempre digo que casi no me miró a los ojos en toda la consulta, pero creo que lo que realmente pasó es que yo la miré todo el tiempo. Es más, noté algo extraño en su `lenguaje corporal´, como poniendo una distancia sin ningún motivo aparente".
Lo cierto era que María José, tras su divorcio, no había querido volver a tener cerca a ningún hombre, se sentía bien así como estaba, rodeada de sus hijos y sus amigos, por ello solía mantenerse distante. Le indicó una medicación y algunos estudios y le solicitó que controlara su presión durante una semana y le envíe los resultados por whatsapp: "Por supuesto, agendé su número ni bien dejé el consultorio y esperé ansioso que pasara esa semana para poder volver a comunicarme con ella. Todo estaba bien con mis valores de presión, así que me dijo que volviera en tres meses ¡tres meses!"
Un cambio inesperado y un mensaje jugado
Durante el año que siguió las consultas fueron unas tres. En cada visita, Gabriel observaba su mirada, sus movimientos, su forma de hablar sin perderse de ningún detalle. Trataba de descifrarla, conocerla y descubrir si en algún momento lo miraba un poco más a los ojos.
En la última consulta, en enero del 2020, algo sucedió. María José no puede explicar bien qué fue, pero cuando Gabriel partió se quedó pensando en él. "Le había contado acerca de dónde pasaría las vacaciones con mis hijos, entre otras cosas, ese día charlamos un poco más y me indicó una modificación en la medicación", continúa él sonriente.
Gabriel jamás olvidará aquel viernes, cuando ella le envió un mensaje preguntando cómo le había ido con los valores de la presión en la semana. "Me sorprendió gratamente, aunque no lo interpreté de otra manera que no fuera como un gesto cordial de su parte, nada más".
Pero para María José había sido algo muy jugado.Escribió nerviosa, porque sabía que su única intención era saber de él. Gabriel hizo alguna broma acerca de las bondades del malbec para la presión y ella le devolvió una sonrisa.
Palabras desde el balcón, táctica y estrategia
Para marzo los mensajes se hicieron más frecuentes, siempre con alguna excusa. Fue entonces que llegó la pandemia, la cuarentena, un viaje de Gabriel suspendido, la preocupación por el sistema de salud, aplausos, y comentarios: "Empezamos a chatear todos los días, compartiendo información y preocupaciones, nos comenzamos a conocer escudados por la pantalla del celular y sabiendo que una invitación a salir era imposible".
El consultorio cerró temporalmente. Un día María José le avisó que tenía medicación y recetas para él. Podía retirarlas tal día que atendían por una de las ventanas balcón. "Al llegar la vi en ese balcón bajo. Estacioné sin poder dejar de mirarla, me quedó grabada su imagen en la retina. Se sorprendió al verme, algo intercambiamos con nuestras miradas, pero, muy torpemente, fue casi un hola y chau".
A pesar de su timidez cara a cara, los chats se incrementaron. A veces, hablaban hasta tarde a la noche, aunque siempre con bastante formalidad, hasta que un día Gabriel le confesó todo: "Le conté que la había visto y me había gustado años atrás. Ella no creía que yo le hubiera prestado tanta atención entonces, ni ahora. Le describí en detalle cómo estaba peinada y vestida el día que me atendió por el balcón, se sorprendió. Para principios de abril ya sentíamos que nos queríamos, aunque era difícil reconocer que fuera cierto lo que nos pasaba, ella me hablaba muchas veces de mi estrategia para llamar su atención, yo le decía que no había ninguna estrategia, hasta que un día se lo expliqué mandándole el famoso poema de Benedetti"
Una necesidad, una cita y un destino
De pronto, ambos comprendieron. Necesitaban saber qué sentirían al verse y abrazarse como Gabriel y María José, sin pretextos. Hacía casi quince años que se acercaban sin encontrarse realmente. Mucho tiempo para seguir aguardando aún más. Por ello, a mediados de mayo, rompieron la cuarentena en una cena con velas, buena música y vino.
"Fue increíble, nos sentimos como si hubiéramos estado juntos toda la vida, y hasta el día de hoy disfrutamos muchísimo cada cosa que podemos compartir; se nos escurre el tiempo cuando estamos juntos".
A Gabriel su historia de coincidencias y juegos del destino le resulta increíble. La vida quería unirlos y halló finalmente un camino inesperado que fluyó natural. "Ninguno de los dos estaba buscando una relación de pareja, pero era ella desde la primera vez que la vi. Cuando tiene que llegar…..¡llega!"
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