Desde su infancia en Palermo hasta establecerse en Chile, Tini Lanús ha transformado su pasión por el diseño en un proyecto sostenible que revive la tradición hindú del estampado block print
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Tini Lanús estudió marketing, fundó una agencia de RR.PP., empezó a moverse entre galerías y artistas, hasta que la vida la llevó a vivir tras la cordillera. Allí empezó a recorrer mercadillos. Su búsqueda la enfocó en diseños inspirados en la India. Hoy utiliza el estampado block print, que intenta recuperar una tradición hindú.
Un antiguo proverbio de la India afirma que no hay árbol que el viento no haya sacudido. Un hito que parece regir la historia de Tini Lanús. Nació en Buenos Aires, en Palermo frente al Zoológico, en la calle República de la India. Allí estaban mamá Inés, papá Exequiel, disc jockey, y su hermana Marina. Los recuerdos de la infancia son lindísimos, la encontró rodeada de amigos, buena música, fines de semanas en el Delta y veranos en el campo de la familia de su mamá. “Recuerdo tardes de plaza, helados, sodas y el Jockey Club -relata-. A mis 11 años nos fuimos a vivir con mi mamá y hermana a Mendoza por un tiempo, cerca de mis primos”.
Fue una etapa divertida, llena de amigos pero a la vez borrascosa y dolorosa. Por entonces murió su hermana y al tiempo, su padre. “Fueron años donde la vida nos recordó que hay que vivirla con todo -sigue-, que sólo sabemos que hoy estamos aquí, y que hay que valorar cada instante”.
Los nuevos desafíos la regresaron a Buenos Aires. Comenzó la universidad, estudió marketing. Siempre le divirtieron el diseño y la venta, de chica hacía stickers de looks junto a su hermana y los vendían en el zoológico. Mientras transitaba sus estudios, trabajó con artistas, en galerías de arte y en marcas de lujo, en el área de relaciones públicas. Se fue empapando del mundo de la moda y el arte, “un mix interesantísimo y lleno de colores”, define. Siguiendo el legado de su papá, también exploró la idea de ser DJ y pasaba música en los boliches y las fiestas más cancheras de la ciudad. Por entonces le empezó a picar el bichito de los emprendimientos y creó su propia agencia de RR.PP.
En el verano del 2007, luego de hacer una temporada como DJ en Crobar Punta del Este, viajó a Colombia y su destino cambió. “Ocho meses más tarde me fui a vivir a Chile siguiendo el amor -relata-. Cerré mi agencia de RR.PP., agarré las valijas y crucé al país trasandino”. Chile la recibió con los brazos abiertos y lleno de oportunidades. Fue una carrera de un emprendimiento a otro en lo que ella llama un camino de aprendizaje.
Un sello propio
Un patrón diseñado en una pieza apta para funcionar como sello. Una estampación posible con diferentes fluidos coloreados con tintes naturales. Esto es block print. La posibilidad infinita de combinaciones entre plantilla, texturas, bocetos y colores convierten a la técnica en una herramienta de producción de piezas únicas.
Se cree que esta manera de imprimir texturas tiene su origen en China hace más de 4.000 años, antes de difundirse por toda Asia y de allí al mundo. Sin embargo, el registro más antiguo de la impresión en bloques no se encuentra en tela, sino en un libro conocido como el Sutra del Diamante, que se imprimió 300 años antes que la Biblia de Gutenberg. El camino del viaje hasta la India es complejo. Comienza en el Uzbekistán actual, con Bābur, un descendiente de Gengis Khan, que patrocinó ampliamente las artes a lo largo de su dinastía, lo que permitió que el estilo mongol se convirtiera en la regla, abarcando desde la impresión en bloques hasta el Taj Mahal. De hecho, Shah Jahan, el emperador que lo construyó, era conocido por su gusto caro en cuanto a textiles y su preferencia por este trabajo de imprimación artesanal.
La tarea, donde aún se realiza, se conserva prácticamente sin cambios desde aquella época. La mayoría de los textiles impresos en bloque se obtienen de una de estas tres formas: estampación directa, sobre reserva o por descarga. Todas comienzan con un bloque de madera, que es tallado a mano por artesanos que suelen aprender el oficio de sus familias. El trabajo requiere una mano delicada pero hábil. Los talladores crean un bloque para cada elemento del patrón, lo que significa que dentro de un de ellos hay bloques para cada borde, grupo de hojas o estilo de flor. “El artesano es quien talla el bloque de madera con una imagen o un patrón que luego será sumergido en aceite por dos semanas para poder ablandar la madera y así obtener un mejor trabajo en el traspaso del patrón a la tela”, explica Tini.
El tinte se aplica luego utilizando uno de aquellos tres métodos. “El método directo es el más simple -agrega la artesana-: se sumerge un bloque en un tinte y luego se estampa sobre la tela”. La impresión por descarga se utiliza para crear un patrón blanco sobre un fondo colorido. Los impresores colocan un agente blanqueador simple sobre los bloques de madera y los estampan para lograrlo. La impresión por reserva se realiza a la inversa. Los bloques de madera se sumergen en una pasta cerosa y se estampan para crear un patrón antes de que toda la pieza se tiña del color final. Una vez que se seca, se retira la pasta y el patrón permanece intacto.
El amor de Tini por las telas y los estampados en Chile encontró un nuevo vehículo para darle curso. “Visitaba todos los meses tiendas de telas americanas en el centro de Santiago y compraba linos por metro -recuerda-, no sabía para qué, pero me decía que algún día iba a hacer algo. Me perdía en esos galpones por horas. En particular, siempre me atrajeron las telas de la India, no sólo por su técnica de estampado, sino por sus fabulosos diseños llenos de colores”.
La vida color hindú
Embarazada de su primera hija, Olivia, comenzó su búsqueda de proveedores de telas de la India. Nunca había viajado allí, pero supuso que en medio de una vida digital, no podía resultar tan difícil dar con el adecuado. Por las noches se desvelaba recorriendo Google India para buscar proveedores. “Fantásticamente un día di con uno y le compré 5 metros de tela -dice-. No sabés la emoción cuando me llegó el paquetito y era exactamente lo que buscaba. A partir de ahí me animé con más”. Se hizo de un equipo y su proyecto que recupera esa antigua técnica, se hizo posible. Había nacido Be Pineapple. “Este emprendimiento era perfecto -explica-, me permitía trabajar con Argentina y sentirme más cerca del lugar donde nací, de mi familia y amigos. Algo que es tan importante para mí”.
Nunca sintió que Chile le impusiera desafíos complejos. “No sé si es que llegué con experiencia laboral, si mi propio trayecto me dio templanza frente a las dificultades, pero siempre sentí que acá estaba todo por hacer y encontré con quién y cómo”, analiza.
Cuando nació su segundo hijo, Teodoro, decidió dedicarse totalmente al proyecto. Formalizó el negocio y se autocontrató. Viajó a la India y cumplió su sueño. “Conocí a mis proveedores, realicé workshops de estampado de block print y me capacité en esta maravillosa cultura milenaria”, explica.
Después de 11 años, ha creado productos que incluyen una línea de ropa, deco y accesorios. Todo lo que crea es estampado a mano con bloques de madera. Un gran porcentaje es producido en Chile y otra parte en India. Para el desarrollo latinoamericano formó un equipo de mujeres, una de sus metas fundamentales: construir un proyecto femenino. “Hoy tengo nuevos desafíos -añade-. Crecer, por supuesto, y desarrollar nuevos mercados. Pero lo esencial sigue siendo crear concepto y alma con lo que hago. Trabajar aún con más sostenibilidad y con ideas atemporales”.
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