En búsqueda del encanto japonés desde sus sillas a sus casas
Los templos, los jardines diseñados para que se luzcan en todas las temporadas, los cerezos en abril, el ramen, los barcitos minúsculos y la hospitalidad de los habitantes siempre aparecen en la lista de atractivos de Japón. Pero hay uno omnipresente y a la vez invisible que hace que visitarlo no se parezca a ninguna experiencia que podamos tener en otro lugar del mundo: la armonía de sus espacios. Esa perfección cálida está en los bares, las barras de sushi y las tiendas de dulces. Acá todo se hace con intención y se nota, estemos en una habitación de hotel de ruta o en un ryokan tradicional de la montaña, con aguas termales rodeadas de vegetación. La calidad de los materiales puede variar, pero cada cosa está ahí para cumplir algún rol y acompañarnos.
Una de las ciudades que se ocupa de darle forma a los ambientes es Asahikawa, la segunda capital de la prefectura de Hokkaido. A una hora y media de avión de Tokio, esta región representa el 20% del territorio del país, pero solo vive ahí el 4% de la población. La naturaleza le gana a la ciudad por goleada y le da materia prima a una industria basada en la madera de sus bosques que son el 68% de la prefectura.
Por su escenografía, se luce en todas las temporadas. Con los cerezos en primavera –a precios mucho más amigables que los destinos turísticos y con parques donde disfrutarlos sin tumultos de gente–; el festival de verano con shows típicos que celebran los pocos días de calor que se viven en la región; las hojas coloradas del otoño que se acompañan con eventos gastronómicos donde se sirve comida de montaña, y el invierno congelado, con estatuas de nieve y muchos museos abiertos para ser disfrutados. Además, la ciudad tiene un Ramen Village, una especie de patio de comidas japonés con techo a dos aguas donde 11 restaurantes sirven su versión del ramen de la zona, ideal para levantar la temperatura. Este viene con menos agua, más compacto y con un caldo súper sabroso, con más foco en el pescado que en el cerdo. Quienes quieran una experiencia urbana más cercana, están a tres horas de Sapporo, la capital de la prefectura con edificios altos muy modernos y centros comerciales.
La historia de Asahikawa con los muebles de diseño empezó hace 60 años. Al principio, solo se fabricaban armarios pequeños para guardar ropa y vajilla. La manera occidental de vivir, entre mesas altas, colchones elevados y sillones de varios cuerpos, no había contagiado los hábitos japoneses que todavía siguen intactos en gran parte de las casas. De hecho, se pueden encontrar muchos hoteles 5 estrellas donde las camas con patas no existen y los futones se desenrollan solo para la hora de dormir.
En el Asahikawa Design Center, que expone y vende muebles de empresas locales, hablan de crear la primera silla como un gran desafío. Si iban a meterse en esto, lo iban a hacer muy bien. Los artesanos pioneros viajaron a Europa, principalmente al norte, y trajeron las técnicas de ellos a su tierra, donde las mezclaron con las suyas. Por eso es que en muchos de sus ejemplares notamos detalles nórdicos, sobre todo en las terminaciones. La intención y la materia prima, claro, son otras.
En el invierno, las veredas se vacían y la región entera se cubre de nieve. Metros y metros de hielo en una zona que llegó a un récord de 41 grados bajo cero. No se ve gente caminando y tener un auto (y un garaje) es casi obligatorio. Del otro lado del mar, que está a varios kilómetros del centro, se ve Rusia. Casualmente es en este momento de temperaturas extremas en el que se cortan los árboles, cuando tienen menos vida y están más secos. Una vez en las fábricas se los deja secar afuera naturalmente, de a uno a dos años, y después se los mueve a una cámara calefaccionada para terminar de sacarles la humedad. Cuando llegan al punto ideal, empieza el trabajo de los artesanos. A la región llegan los mejores del país que quieren destacarse en lo suyo y saben que es el lugar más avanzado en donde desarrollar su expertise.
Lijando, barnizando, cortando y dándole forma a los muebles, conviven artesanas de 20 años en zapatillas de diseño con otros de 60 que trabajan juntos y con paciencia. De hecho, en el lugar se lleva a cabo una competencia para menores de 22 años que quieran mostrar sus habilidades y quedar seleccionados para trabajar en sus fábricas, aprendiendo de los mejores. En las ellas –Time and Style, Interior Hokushokobo, Sorahe, Cosine, por nombrar algunas– se habla de una "new form of craftmenship", una nueva forma trabajo artesanal que hace piezas para que duren toda la vida.
Asahikawa no es la región que más muebles produce ni la que más vende, pero representa a Japón en la Wordskills Competition, que se lleva a cabo cada tres años, hace siete ediciones. En un mercado dominado en la gama baja por China e Indonesia y en la alta por Italia, Japón, con la producción de Hokkaido y la ayuda de JETRO (la Japan External Trade Organization), se está metiendo cada vez en más mercados que entienden el valor de cada pieza. Desde Australia a Hong Kong pasando por Estados Unidos y Singapur.
Time and Style, además de exportar hace diseños integrales de espacios como casas en Ámsterdam y Londres; hoteles en Tokyo (el Nohga en Ueno y el One@, por nombrar un par); tiendas de lujo en Europa como la de Valextra en Milán; y hasta una imponente biblioteca pública en la ciudad costera de Toyama. En palabras de quien está por abrir un local de Conde House, en Filipinas: "Los italianos son los más famosos pero la perfección japonesa es especial porque todo lo que hacen tiene un propósito".
Adornos que no estorban
Así como en la ceremonia del té se agradece a las hojas que llegan a nuestra taza para darnos calor y energía, acá se respeta a los árboles. Las empresas plantan para reponer lo que le quitan a las montañas y usan cada centímetro de la madera. Las cortezas que se lijan se tiran a la estufa para calefaccionar los galpones y en los diseños se priorizan los colores y las texturas de cada árbol. El resultado final luce el carácter de su origen. Conde House, la principal productora, tiene en su lema la visión que comparte con todos: "Construimos muebles por el bosque, con un agudo sentido de gratitud por lo que la naturaleza nos da".
Muchas terminaciones a simple vista resultan rústicas, pero son extremadamente suaves al tacto.
Espejos circulares que esconden botiquines, mesas largas que conservan los bordes imperfectos del arce, sillas con apoya brazos diseñados para poder ser subidos a la mesa así se despeja el piso, y todo tipo de percheros para no invadir los pocos metros que suelen tener las casas japonesas. La labor de los diseñadores se ve en piezas como el otomano de Kina Floor de David Trubridge, un enjambre prolijo de abedul japonés que sostiene mucho más de lo que parece, y la Barca de Jakob Joergensen que parece un nido.
Al dar una introducción del diseño local, una de las encargadas del Asahikawa Design Center usó el adjetivo "silencioso". La traducción de la intérprete fue quiet y puede haber sido un error, pero al ver las piezas la sensación es de un vacío. Lejos de los ornamentos, nada acá molesta. Los muebles abren más el espacio.
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