Tipeo en google "cuál es el primer bar de la historia" y aparecen cerca de 84.600.000 resultados, de los cuales, como hace todo el mundo, seguramente lea unos cinco o seis. Diez como mucho. El título de la entrada inicial afirma que el bar más antiguo abrió hace 1100 años en la ciudad irlandesa de Athlone y sigue ahí (¡certificado por El libro Guinness de los récords!). Pero tres links más abajo, en una página española especializada, pasan por alto este dato: "El origen de los bares, como hoy los conocemos, se pierde en el tiempo. No hay una sola voz al respecto, y no es claro quién abrió el primer establecimiento de esta clase". En el medio aparecen las thermopolias y las cauponae romanas como antecedente y las tabernae vinarie como las tatarabuelas de las barras (eran bancos de piedra con contenedores de bebidas apostados al costado de los caminos). En Wikipedia en español directamente se omite el dato de su génesis.
A nivel local, la cosa parece menos dispersa y remota: según registros citados por Horacio Spinetto, experto en la historia de los cafés notables porteños, el primer bar de Buenos Aires abrió en 1769 y se llamó El Almacén del Rey. Estaba en la Recova. Ariel Lombán, bartender y estudioso de la tradición etílica argentina, dice que la primera mención a la coctelería en el país se puede rastrear en una edición de Caras y Caretas de 1908. De todos modos: cuántas copas y vasos se deben haber llenado sin que haya quedado anotado en documento alguno.
Es que ahí donde no hay datos certeros aparece el espacio para la literatura, las mitologías y los relatos incomprobables, pero convincentes. ¿No es acaso la esencia de los bares? ¿No están hechos de cuentos que van y vienen entre tragos? ¿De personas que hablan, otras que escuchan, con el tintineo de vasos, copas y utensilios de fondo? ¿Dónde te contaron las anécdotas más hilarantes, te confesaron secretos, te declararon o declaraste amores, desamores, pasiones y calenturas si no fue en la mesa de algún bar?
Precisamente, si en algo se ponen de acuerdo las diez primeras entradas de Google (no pasé de eso) es en la naturaleza gregaria de los bares: "Hoy, los historiadores y sociólogos lo categorizan bajo el sofisticado nombre de «espacio de sociabilidad informal»", detalla el blog español que lleva el prometedor nombre de El secreto del éxito de los bares (cómo montar un bar y no morir en el intento). Título que me hace pensar, también, que todas aquellas veces que fantaseamos con armar un bar en la playa (Mar Azul, Punta del Diablo o Tailandia, lo importante es que sea en la playa), en realidad, nos imaginamos un lugar que funcione como excusa perfecta para vivir rodeados de amigos y amigas, los de siempre u ocasionales.
Cuando nos pusimos a imaginar esta tapa, más allá de nuestros gustos personales por cócteles, tragos y brebajes, la pregunta que nos hicimos fue cómo serán los encuentros, las salidas, la noche en un futuro pospandemia. Porque, como dice Inés de los Santos en la nota, lo que se puede leer como un gesto esnob en un momento así –la añoranza de ir a un lindo bar un viernes a la noche–, en verdad, habla de la necesidad que tenemos de compartir con otros.
Es que ahí donde no hay datos certeros aparece el espacio para la literatura, las mitologías y los relatos incomprobables, pero convincentes. ¿No es acaso la esencia de los bares?
Para gran parte de los argentinos, el encuentro todavía será pantalla de por medio (#quedateencasa), con elixires embolsados o envasados: un buen modo que encontró la coctelería local para mantener vivo el espíritu de celebración que trae en su propia naturaleza y que, probablemente, sobreviva aun en tiempos de normalidad. ¿Es lo mismo? Claro que no. Pero cuando sientas que nunca más te vas a acodar en un barra, googleá "el primer bar de la historia" y fijate en ese pub irlandés que, ostente la medalla de más antiguo o no, lo cierto es que después de guerras, pestes, pandemias y hambrunas sigue ahí, esperando a su gente cada vez.