"No voy a volver a verlo", pensó con un nudo en el estómago. Pero la lluvia se hacía cada vez más intensa y necesitaba volver cuanto antes a su casa, sus otros hijos la esperaban y no quería demorarse más.
Había sido un día alegre para la familia de Milagro Lobo (47). "Volvíamos de ver una película en familia y con Guada, mi hija menor, decidimos separarnos del grupo para ir a tomar algo. Era la hora del té. Por ese entonces yo trabajaba en una inmobiliaria todo el día, me gustaba lo que hacía. Pero corría llevando a mis hijos de aquí para allá, quería estar todo el tiempo para todos, todavía no había aprendido el camino hacia mí".
Sin embargo, ese domingo Milagro decidió que merecía regalarse un rato, a ella y a su única hija mujer de 9 años, su compañera, que la imitaba en todo y le confiaba sus secretos. En cuanto entraron al bar de la estación de la localidad de Yerba Buena, en la provincia de Tucumán, Milagro se sintió atraída por una escena que la enterneció. Un joven jugaba en una mesa con una nenita, le hacía bromas y los dos reían con absoluta complicidad. "Pensé que era su sobrina porque estaba también el papá de la nena, lo deduje por el parecido. Sin embargo la escena se congelaba en ese encuentro de risas de un tío y una niñita. Hasta entonces jamás había visto algo así. En las ciudades chicas donde los lugares de encuentro son muy pocos y los dedos de una mano sobrarían para contarlos, la gente se encuentra, se conoce, somos las mismas caras y las mismas historias viviendo en un lugar que por momentos parece pequeño, y por otros enorme e insoslayable, mi ciudad es así, joven; hermosa; florida, conocida y por momentos extraña. Y a ellos dos jamás los había visto antes".
Milagro no podía quitarles la vista de encima. Le llamaba la atención que él fuese tan amoroso con la nena y que le diera su atención. "Creo le enseñaba a dibujar en una servilleta de papel delgadita, le habría pedido una lapicera al mozo y habían estado construyendo algún castillo, la niña lo miraba como a un príncipe y él la paseaba por los laberintos de la imaginación".
Milagro y su hija se sentaron en la mesa de al lado. La atracción era recíproca. Él la miraba también con insistencia, como si se conocieran. Pasado un rato llegó un amigo de ellos que hacía muecas pegado al vidrio al mejor estilo de un mimo profesional. En la calle ya caían algunas unas gotas y el amigo trataba de no mojarse mientras divertía a todos con sus payasadas. Mientras ese cielo rojizo se volvía más gris y pesado, Esteban (35) y Milagro no podían quitarse los ojos de encima.
Para ese momento las risas ya eran carcajadas, pero Milagro tenía que volver a casa. "Nos paramos, pagué por lo que habíamos consumido. Hice una carga virtual al celular. Y, sin pensarlo, dejé el papel de la recarga con mi número sobre la mesa. Me fui pensando y sintiendo un nudo en el estómago: no volvería a verlo".
Un hilo invisible
Pasaron unas semanas, cada uno continuó con sus rutina, hasta que una tarde Milagro recibió un mensaje: "soy el chico de la estación, estaba en la mesa de al lado ", decía el texto. Ni lento ni perezoso, Esteban había guardado el papel de recarga donde figuraba el número de celular de Milagro. El destino había tejido un hilo invisible para ellos hasta ese día, y el papel había quedado ahí para que él lo tomara.
Los mensajes se tornaron cada vez más frecuentes. Llegaban, en ambas direcciones, a toda hora y todos los días. Finalmente, luego de un mes de conversar virtualmente, Milagro y Esteban coordinaron un encuentro. Aunque fue un tanto difícil coincidir en un horario -el cumplía turnos rotativos tanto de día como de noche y Milagro, además de ocuparse de su trabajo, atender a sus tres hijos y llevar una casa adelante, había retomado sus estudios de psicología-. Pero lo lograron.
"Los que sentimos fue inmediato. Esteban me dijo que sentía que me conocía de siempre. Y a mi me pasó lo mismo. Estamos juntos desde entonces; o desde antes, no lo sabemos. Ya no somos dos, somos cinco, una familia numerosa podría decirse. Para muchos, por la diferencia de edad, nuestra relación estaba destinada al fracaso. Pero fue la claridad y el amor de Esteban lo que nos trajo hasta aquí. Hemos pasado muchas cosas juntos y planeamos hacerlo así hasta que seamos viejitos. Esta es mi historia de amor y creo en las coincidencias del destino".
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