A pocos kilómetros de Córdoba, en Ascochinga, hace años visitamos este casco con un más de un siglo de historia a cuestas.
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Escondido en un antiguo camino de curvas y vados, en un pequeño cruce donde el asfalto se convierte en tierra y muchos pasan de largo hacia Jesús María o La Cumbre, se encuentra el pueblo de Ascochinga. Destino mágico de veranos de días de campo, asados a la cruz y cabalgatas, esta pequeña región del norte cordobés ha enamorado a familias que se afincaron en sus estancias históricas y cuyos hijos y nietos continúan volviendo año tras año.
Un muro de pirca y una vieja tranquera junto a la ruta que llega desde La Granja y Salsipuedes, dejan adivinar que allí comienzan las tierras que en sus orígenes fueron parte de la Estancia Jesuítica Santa Catalina. Allí, una inscripción anuncia “La Carolina, 1895”. Ese fue el año en que la familia de Julián Martínez decidió comprar estas tierras y ponerle el nombre de su mujer, Carolina Estrada de Martínez. Ellos habían llegado a esta región, asesorados por su amigo Julio Argentino Roca, quien había luchado con Martínez en la Guerra del Paraguay y, años más tarde se había casado con Clara Funes, heredera de la estancia La Paz, ubicada a muy pocos kilómetros de La Carolina. Según Roca, las bondades del clima serrano ayudarían a mejorar la salud de Alberto Martínez, hijo de Julián, que padecía asma.
Fue el arquitecto Alejandro Bustillo quien, en una reforma de 1926, le dio el marcado estilo neocolonial a la fachada de la casa.
Con la familia Martínez Estrada como anfitriones, La Carolina se convirtió en el lugar de encuentros culturales de la época, con invitados como Carlos Pellegrini, Roque Saénz Peña y el mismo Roca, todos amigos de la familia, quienes pasaban la temporada de verano en estos pagos. Hasta hoy, la estancia sigue perteneciendo a los herederos de la familia Martínez Estrada, quienes mantienen intacto el estilo neoclásico característico de la casa, con sus amplias galerías, los rejados en hierro, los techos de tejas españoles y el uso de molduras decorativas.
El espíritu de anfitriones de los descendientes de familia Martínez Estrada y su pasión por los caballos, hicieron que en 1950 se fundara el Ascochinga Polo Club, con Heriberto “Pepe Duggan”, emblemático jugador del Abierto de Palermo, como primer presidente.
Los interiores
Las banderas que cuelgan de las paredes, provienen de batallas en las que participaron miembros de la familia en siglos pasados.
La antigua mesa de caoba lustrada está iluminada por una araña de cristal que trajo la familia Martínez desde su casa de Buenos Aires -hoy embajada de Rusia- a principios de siglo XX.
Una elegancia criolla y austera reina en la decoración de todos los ambientes de la casa.
En todos los cuartos de descanso, fantásticas camas de bronce acompañadas de un dressoir y roperos de caoba.
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