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La figura del sugar daddy ha ganado visibilidad en los últimos años, y en algunas sociedades avanzadas hasta se ha naturalizado esta suerte de relaciones “románticas” intergeneracionales basadas en acuerdos mutuos entre dos personas, generalmente una rica y la otra con necesidades (o aspiraciones) básicas insatisfechas.
En rigor es un tipo de vinculo o transacción que viene de siglos atrás y en todas las culturas del planeta, solo que entonces estaba solapado bajo el decorado del matrimonio, pues de eso se trataba cuando, llegada la edad de “merecer”, las familias casaban a las hijas jóvenes con señores muy mayores de buena posición económica que las pudieran mantener. La mujer aceptaba (o se resignaba) a una relación despareja por el resto de su vida con alguien con quien casi nunca tenía algo en común, pero que le aseguraba cierta jerarquía o pertenencia social.
La evolución del concepto de la “dote” bien podría ser este modelo, hijo del capitalismo contemporáneo: un sugar daddy o “papá dulce” proporciona apoyo financiero a una/un joven o sugar baby a cambio de una rozagante compañía íntima. Esta expresión se ha popularizado gracias a las redes sociales y a la profusión de plataformas especializadas en facilitar el contacto entre benefactores y beneficiarios, blanqueando cualquier connotación dudosa asociada al ejercicio de la prostitución. El dato curioso es que, según los últimos datos de My SugarDaddy, aplicación pionera en este tipo de citas, la Argentina ocupa nada menos que el cuarto lugar entre los países con más miembros activos en América latina, muy por delante de Brasil y Perú, y solo por detrás de Colombia, Chile y México. Según las cifras hay cerca de 160.000 sugar daddies y sugar babies, la mayoría radicados en Buenos Aires y Córdoba.
El crecimiento del fenómeno en ambos territorios no es casual si se tiene en cuenta que las dos universidades más importantes, o convocantes, del país se encuentran en esas ciudades. Entre los usuarios de la app, destaca el informe, hay 69% de mujeres y 31% de hombres. América Latina es una de las regiones que más ha crecido la aplicación en el último año, ocupando en el segundo lugar con más de 1.6 millones usuarios activos, solo por detrás de Europa donde se contabilizan más de cuatro millones de usuarios, mientras que en México y Estados Unidos hay 1.3 millones. Pero, ¿a qué se debe el crecimiento de este fenómeno, cuando hoy más que nunca es mucho más fácil conseguir cariño o compañía con solo pagar una membresía?
Una posible teoría
Alguien con quien ir a un evento social o simplemente una relación esporádica y sin ninguna clase de compromiso es lo que dice buscar la mayoría de los hombres adultos en la aplicación, mientras que los protegidos se apuntan con la intención de acceder a un apoyo económico para solventar gastos, como los estudios, algo frecuente entre los jóvenes de paises europeos, o a experiencias que habitualmente no podrían costear, dicen desde la aplicación. “Los sugar daddies principalmente son hombres de negocios con redes de contacto impresionantes y que siempre tienen algo que hacer. De hecho, al contrario de lo que muchos pueden pensar, buscan una baby para ser sus mentores. Es decir, las hacen parte de este mundo y les ayudan a abrirse muchas puertas” compartía en una entrevista Philip Cappelletti, CEO y co-fundador de MySugarDaddy. “Cada relación es distinta, desde nuestro lado alentamos a nuestra comunidad a establecer sus reglas desde el principio y definir el tipo de relación que tendrán”.
Más allá de las cuestiones morales acerca del negocio que representa para la gente atractiva y joven lucrar con sus atributos físicos, la pregunta es porqué aumenta cada día la cantidad de individuos mayores de cuarenta -edad mínima de los sugar daddies que usan este tipo de plataformas- que se sienten tan “viejos” como para empezar a pagar por la compañía de alguien mucho menor? Indudablemente la presión del edadismo contemporáneo está destruyendo la autoestima a hombres y mujeres por igual. Hoy cualquiera puede considerarse fuera de mercado si no alcanza los estándares que promueven la plataformas, y que solo creen poder compensar con una abultada cuenta bancaria. Sin dudas, nada ha cambiado, como escribía el periodista Galo Abrain a propósito de las geishas modernas y el “viejo verde” de siempre: “El ‘para todo lo demás’ de Mastercard, envuelve prácticamente la totalidad de la idiosincrasia humana. El dinero, con todo, no puede parar el tiempo. La vejez, en la batalla por la atracción, es una enfermedad degenerativa que aleja progresivamente del triunfo. Un ring de competencia donde usamos todas las armas de las que disponemos... Ya lo definió frontalmente, hace décadas, Michel Houellebecq: “La sexualidad es un sistema de jerarquía social”...
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