Trabajaba como odontólogo, daba clases en la facultad y hasta mantenía una relación estable que llevaba algunos años: “Sin embargo, esa imperfección de una vida perfecta me empezaba a pesar”
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¿Qué más estás buscando? ¿Por qué no te conformás con lo que tenés? ¿Acaso no te das cuenta de que sos afortunado? Estás y otras preguntas intrusivas asaltaban a Alfredo Di Tullio, un hombre que tenía una única certeza que de poco le servía: no podía quejarse de su vida. Allí, en suelo argentino, trabajaba como odontólogo, daba clases en la facultad y hasta mantenía una relación estable que llevaba algunos años. En un mundo fragmentado y en constante lucha, sabía de su aparente suerte: “Sin embargo, esa imperfección de una vida perfecta me empezaba a pesar. Mi curiosidad me empezaba a ganar y me hacía replantear si estaba llevando la vida que realmente quería”, reflexiona hoy al contar su historia.
Todo parecía marchar sobre ruedas, lo que lo llevó a pensar que tal vez, con algunos ajustes, su tensión interna le daría una tregua. Tras recibirse de odontólogo, eligió continuar con sus estudios y sumergirse en un mundo que consideraba apasionante: la Licenciatura en Filosofía. Pero no se detuvo allí, había otro sueño al que quería darle vida: cursar un estudio terciario para convertirse en chef. A la par, trabajaba en CABA, algo que sin dudas era agotador, ya que vivía en La Plata, lo que lo llevaba a correr de acá para allá: “No fue hasta la crisis del COVID-19 que todo cambió. Creo que ese parate nos sirvió un poco a todos para hacer una pausa y reflexionar”, cuenta.
Adiós a la Argentina y la parte más dura: “No saber si vamos a volver a ver a quienes dejamos atrás”
Cuando el Coronavirus promediaba sus días, hacía poco tiempo que Alfredo había concluido los trámites para obtener la ciudadanía italiana. Cierto mañana. el pasaporte llegó a sus manos, y en aquel instante supo que allí estaba la respuesta a todos sus interrogantes. El horizonte emergió despejado y en él creyó ver lo evidente: todo estaba dado para salir a explorar el mundo; “y, aunque suene un poco chiché, a encontrarme conmigo mismo”, sonríe.
Alfredo terminó la carrera de cocina y a las pocas semanas armó sus valijas para despedirse de la Argentina y emprender una aventura inesperada en Dinamarca. Sus seres queridos lo apoyaron en todo momento, aun así, en el instante en el que abordó el avión, una sensación extraña atravesó su ser. ¿Qué estoy haciendo? La pregunta llegó acompañada por un temor que pronto halló la calma: “En la vida hay puntos de no retorno, y ese fue uno”, asegura Alfredo.
“Digamos que fui el último en abandonar el nido. Ninguno se fue del país, pero todos ya tenían su vida hecha. Cuando uno se despide siempre lo hace con la esperanza de reencontrarse lo antes posible, siempre es un hasta luego. Sin embargo, hoy soy consciente también de que ese hasta luego puede transformarse en un hasta siempre. Y creo que esa es la parte más dura de los que elegimos irnos, el no saber si vamos a volver a ver a quienes dejamos atrás”.
Y así, cuando Alfredo llegó a la fría y hermosa Copenhague, lo hizo lleno de ilusiones, pero también de miedos, sin imaginar que, efectivamente el abrazo de despedida de su padre había sido un adiós, ya que tiempo después aquel hombre tan importante en su vida partió de este mundo en un propio viaje inesperado.
Hygge y un nuevo bienestar aparente en Dinamarca: ¿Qué más estás buscando?
Al comienzo fue duro, muy duro. Sin embargo, Alfredo pronto descubrió cómo los argentinos se atraen los unos a los otros sin importar donde se encuentren, para crear comunidad y tratarse como familia cuando la propia está lejos.
Con la llegada de los amigos todo comenzó a fluir. El joven argentino ingresó en el universo de la cocina, y gracias a talento y esfuerzo, pronto se halló cumpliendo su sueño culinario de trabajar en un restaurante Michelín: “Diría que es el sueño de todo chef, no solo por lo que pesa en el currículum, sino por lo que aprendés”, afirma Alfredo.
Una vez más, todo parecía estar bien. Tenía un entorno querido, un empleo codiciado y, sin dudas, ahora vivía en un país con una calidad de vida envidiable: “De ellos me llevo la palabra `Hygge´, que se traduce algo así como lo acogedor. Esto es intentar hacer todo agradable, tomarnos la vida con calma y disfrutar de las pequeñas cosas que la misma tiene para ofrecernos. Se podría decir que son un tanto hedonistas”, reflexiona.
¿Qué más estás buscando? A pesar del aparente bienestar, las preguntas intrusivas del pasado regresaron a la vida de Alfredo, quien finalmente escuchó a su voz interior que le decía que Dinamarca no era para él. Entonces, sin más, voló para probar suerte al otro lado del mundo: Australia.
La velocidad peculiar de Australia y el hallazgo de un tesoro: Daydream Island
Australia le cambió la vida por completo. La transformación de Alfredo, sin embargo, no llegó de un día para el otro. En los primeros tiempos, la velocidad del país y esa sensación de que todos allí parecían estar de paso, lo desalentó. Y a medida que los meses transcurrían, comprendió a todos aquellos extranjeros que le decían que allí no se respiraba cultura: “Es la antítesis de Dinamarca”.
La ausencia de profundidad cultural comenzó a pesarle, incluso siendo capaz de hallar un sinfín de aspectos positivos en aquella tierra: “Se siente y molesta. Por eso muchos eligen España o Italia para radicarse, porque son lugares en donde nos sentimos en familia con todo”.
“Por otro lado, en Australia la vida pasa rápido. Demasiado para mi gusto, a decir verdad. Un día estás entrenando y hablando en el gimnasio con el actor que interpretó a Ragnar Lothbrock, de Vikingos, y al otro día te estás tirando en paracaídas, y tal vez esa misma noche estás haciendo empanadas y planes de viaje para sentarte a comer con un montón de gente que quizás no conocés, porque lo lindo de la comida es eso, que une. Y cuando vivís en un hostel estás obligado a interactuar con otros. Los chicos de Francia o Inglaterra se impresionaban y se sentaban a compartir con nosotros”, continúa Alfredo.
Y así sucedieron los días para el argentino, a una velocidad inusitada para la enorme isla. Fue entonces que descubrió el secreto australiano: las islas dentro de la isla. Y entre ellas, una muy especial: Daydream Island.
Para Alfredo, con su experiencia calificada en la cocina, no le fue difícil conseguir un puesto de chef en el resort de Daydream Island, una de las siete islas del Grupo Molle, un subgrupo de las Islas Whitsunday en Queensland, Australia.
En la pequeña porción de tierra de 1 kilómetro de largo y 400 metros en su punto más ancho, el chef también conoció a otros compatriotas en el mismo lugar de trabajo, una noticia que le alegró el corazón y que le demostró que allí -como en otros destinos del planeta- les agradaba la manera de desempeñarse de los argentinos.
De interrogantes dormidos, gratitud a la educación gratuita argentina y aprendizajes: “La empatía no reconoce geografía, idiomas ni riqueza”
Para los espíritus curiosos y aventureros hay preguntas que tal vez nunca dejen de asaltar los pensamientos: ¿Qué más estás buscando? ¿Por qué no te conformás con lo que tenés? ¿Acaso no te das cuenta de que sos afortunado?
Hoy, sin embargo, la mente de Alfredo halló una paz sin igual en una isla ubicada en medio de la Gran Barrera de Coral. Durante el último invierno, hubo un día extraordinario donde reveló que sus pequeños demonios inquisidores se habían calmado bastante. Rodeado de canguros y mientras veía a las ballenas saltar, supo que -por lejos- estaba ante una de las mejores experiencias que había vivido.
“Es en Daydream Island que encontré el equilibrio que estaba buscando cuando me fui de Argentina. Al trabajar por la mañana temprano, me dio tiempo de ir al gimnasio, jugar al tenis, algo que siempre quise y nunca había podido aprender (que se transformó en una gran pasión), inclusive, de armarme mi pequeño estudio musical con mis instrumentos, y de poder terminar la Lic. en Filosofía. Todo en un mismo día”.
“Así es como ese paraíso me dio el tiempo, el dinero y la libertad de poder hacer todo lo que quería, como cumplir mi sueño de hacer el trekking al campamento base del Everest, en Nepal, e inclusive poder escribir y publicar mi primer libro filosófico”, continúa Alfredo, quien es autor de En búsqueda del sentido y está por terminar la Licenciatura en Turismo en una universidad pública argentina, que dicta la carrera online: “Creo que, si hay algo que valoro de nuestro país, es la educación. No hubiera llegado a ningún lado a no ser por nuestra universidad pública y gratuita”, asegura.
“Mi camino de vida me dejó muchos aprendizajes, un montón. Pero quiero recalcar uno que tiene que ver con la forma en que nos vinculamos. Cuando estamos en nuestra vida cotidiana en Argentina solemos vincularnos con personas afines a nosotros (ya sea porque compartimos gustos en común, lugares, etc.), y cuando estamos afuera, nos vinculamos con personas de espacios socio-económico-geográfico muy diferentes, personas con las que en Argentina no hubiésemos cruzado ni un saludo, y esto pasa porque, estando afuera, todos nos sabemos vulnerables, todos estamos en la misma, y lo único que termina importando son nuestros valores, esos valores que nos hacen ayudar a un desconocido que recién llegó y está perdido, porque todos pasamos por eso, y todos siempre necesitamos de un otro que nos tienda una mano. Creo que es ahí cuando nos damos cuenta de que la empatía no reconoce geografía, idiomas ni riqueza”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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