Su protagonista fue el adolescente de 15 años Juan Gregorio de Las Heras, quien luego pasaría a la historia como jefe del Ejército de los Andes y gobernador de Buenos Aires
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Dormían rodeados de ratas, pulgas e insectos, desayunaban apenas unos puñados de pasas de uvas y eran castigados por sus profesores con látigos, cepo o grillos cada vez que cometían errores en sus lecciones. En estas condiciones vivían los jóvenes pupilos del antiguo Colegio Real San Carlos el año en que algunos de ellos, los más rebeldes, encabezaron la primera revuelta estudiantil de la historia argentina, la noche del 28 de mayo de 1796.
Varios autores han escrito sobre esta primera “toma”. Daniel Balmaceda, en su libro Oro y espadas (Editorial Sudamericana) aportó precisiones sobre el evento: “La comodidad era una palabra desconocida en el Colegio San Carlos (...) Los estudiantes vivían en el nivel superior, en cuartos húmedos y fríos, ya que faltaban vidrios en las ventanas”, afirma. Las jornadas de los 100 estudiantes pupilos iniciaba a las 5 de la mañana -excepto durante las vacaciones en verano, que empezaban a las siete-. Primero, asistían a misa, a la que seguía el escueto desayuno. Tenían clases hasta la tarde y, luego, tres horas obligatorias de estudio en la biblioteca.
El establecimiento educativo donde ocurrió la rebelión, el más importante de la época colonial, estaba ubicado en el mismo solar que hoy ocupa el Colegio Nacional Buenos Aires, en la Manzana de las Luces. La exclusiva institución, por cuyas aulas pasaron Manuel Belgrano, Mariano Moreno y Bernardino Rivadavia, había sido fundada en noviembre de 1783 por el virrey Vértiz, sobre las bases del antiguo Colegio San Ignacio, erigido por la Compañía de Jesús décadas antes de que su orden religiosa fuera expulsada de Buenos Aires.
Mariano Moreno, quien después se convertiría en secretario de la Primera Junta, tenía 16 años y asistía al Colegio Real San Carlos cuando ocurrió la primera revuelta. Según Balmaceda, él no era parte del alumnado, sino simplemente un oyente que asistía a las clases y luego se iba a su casa, porque sus padres no tenían el dinero suficiente para pagar la cuota mensual de 100 pesos de la institución. Moreno, según Balmaceda, un “joven aplicado y muy bien conceptuado por sus maestros”, no participó de la toma, pero sí lo hicieron algunos de sus compañeros, entre ellos, Juan Gregorio de Las Heras, quien luego pasaría a la historia como jefe del Ejército de los Andes y gobernador de Buenos Aires.
“[Las Heras] proveyó las piedras y los palos. Los jóvenes cercaron a los celadores, los golpearon y tomaron a profesores de rehenes. Se situaron en el piso superior, desde donde atacaron a unos pocos soldados que había enviado el virrey Pedro de Melo para amedrentarlos y disuadirlos”, se lee en Oro y espadas.
Entre los alumnos que se amotinaron en la escuela se encontraba también, aunque sin haber tenido un rol protagónico, el adolescente Bernardino Rivadavia, de 16, futuro primer Presidente del país. El arquitecto y especialista en preservación del patrimonio Gustavo Andrés Brandariz, autor del libro El Colegio Nacional de Buenos Aires (2010), destaca también la participación de Antonio Sáenz, también de 16, futuro primer Rector de la Universidad de Buenos Aires (UBA).
La discusión alrededor de quienes efectivamente formaron parte de esta primera revuelta escolar tomó relevancia ayer por la noche, cuando Ofelia Fernández, concejal de la Ciudad por el Frente de Todos y expresidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela Superior de Comercio Carlos Pellegrini, salió a apoyar la actual toma de colegios en la Ciudad. Así mismo, intentó reforzar la idea de que este modus operandi no es algo nuevo, publicando un tuit en el que resumió esta primera toma de 1796, pero sumando datos y nombres que otros usuarios de Twitter tildaron de erróneos y tendenciosos.
Ella escribió: “La primera toma de un colegio en Argentina la hicieron Dorrego, Las Heras y Rivadavia. 28 de Mayo de 1796. Una de las principales consignas: alimentación adecuada en las escuelas. Los brutos son los del ministerio de educación, vayan a estudiar y laburar comentadores patológicos”. Para corroborar la información brindada, la legisladora adjuntó una fotografía del fragmento de un libro (del que no precisó título ni autor) en el que, además, se menciona la participación de José Rondeau y Miguel Estanislao Soler en la histórica primera insurrección de alumnos.
El fragmento tiene una llamada, con el número 26, que remite a una nota al pie de página. Allí se aclara que la información fue tomada del libro de Gustavo Andrés Brandariz anteriormente mencionado. Sin embargo, en dicho texto no se menciona a Dorrego ni a Rondeau.
Las críticas de políticos y civiles estuvieron principalmente centrados en los nombres del exgobernador de Buenos Aires Manuel Dorrego y del militar y político José Rondeau. Dorrego, nacido en 1787, no podría haber participado de la revuelta de mayo del 1796 porque tenía tan solo 8 años cuando ocurrió. Esto significa que ni siquiera asistía a la institución en aquella época, ya que una de las condiciones básicas para ingresar al Colegio San Carlos era tener más de 10 años
Rondeau, por su parte, tenía 23 años cuando ocurrió la primera toma. Para esa fecha, el consagrado militar no solo había terminado el colegio y abandonado sus estudios universitarios de teología, sino que, además, hacía dos años que ya era cadete del Regimiento de Infantería de Buenos Aires, según información de la Real Academia de Historia.
¿Cómo terminó la primera revuelta estudiantil?
La toma encabezada por el joven Las Heras duró tres días. El combate final, en cambio, no se extendió por más de unos pocos minutos. “Fue cuando se hizo presente el Regimiento Fijo de Buenos Aires, que actuó con energía para poner fin a la toma del colegio”, destaca Balmaceda. Los principales pedidos de los alumnos, afirma el historiador en diálogo con LA NACION, eran mejoras edilicias y mejores comidas. Ninguna de las dos solicitudes fue contemplada por las autoridades.
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