Emigró a Suiza y tiene un trabajo que en la Argentina no es habitual: “En Europa le dan mucha importancia”
Karina Salazar es soprano y está instalada en el Viejo Continente desde 1999; diversifica su tiempo entre su pasión por los vinos, la escritura y su empleo cantando en funerales
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Primero se enamoró de un suizo. Corría 1999 y Karina Salazar, que vivía en San Telmo, recorría los cibercafés para participar en los llamados “rooms de chats” con la intención de ejercitar el idioma alemán que venía estudiando. Eran épocas donde no resultaba tan sencillo el acceso a Internet como en la actualidad. “Así conocí al que se convirtió en mi esposo, bah, mejor dicho hoy, mi ex”, aclara entre sonrisas con LA NACIÓN.
Chat va, chat viene, se dio que un día el hombre vino a la Argentina para conocerla. La relación fue tomando forma. Él regresó a su país y tiempo más tarde Karina viajó a Suiza por tres meses, con pasajes de ida y vuelta, para conocer también Italia, Alemania, Francia y volver. Pero no lo pudo hacer.
“Me enamoré online, lo terminé conociendo acá, él tenía amigos argentinos. Fui a hacer un viaje por Europa, una excusa para ir. Estuve diez años casada. Se extraña bastante tu país, pero empezás a tener tu vida. Tenía 27 años. Estaba estudiando Ciencias Económicas. Mi primer trabajo fue como secretaria, necesitaban alguien que hablara español. Los primeros años me concentré en una carrera en el ámbito laboral. En el medio surgió el canto porque tenía una necesidad, había participado en el coro de una iglesia y se dio que una soprano de Córdoba estaba en Suiza y me dio clases”, recuerda Karina la parte inicial de su historia.
Cuando habla de su pasión por el canto surge de inmediato la pregunta acerca de cómo empezó a hacerlo en funerales. “Fue un camino que comenzó de manera normal. Primero lo hice en eventos, casamientos, y a partir de ahí un cliente me dijo que el suegro había fallecido y quería que fuera a cantar, algo desconocido para nosotros pero que allá se acostumbra”, señala. Y así fue. “La música a interpretar depende de la decisión de la familia, se combina con el organista, es muy variado, depende de qué estilo, en qué país. Además de Suiza, lo hice en Francia e Inglaterra también. ¿Sensaciones? Te puedo asegurar que es muy emotivo, cuando se hace la misa participa toda la familia, por lo general hablan los hijos, los nietos”, detalla.
Karina explica que se atrevió al canto en funerales porque antes se capacitó, no lo hizo en forma improvisada: “Para estudiar me tomé un año sabático y volví a la Argentina para hacerlo con dos maestros del Teatro Colón. Veía que la técnica en Suiza no iba, fui a un conservatorio privado y me recomendaron a los Sassola, Renato y su esposa Lidia. Tomé clases, les conté mi idea y viajé. En Suiza aprendí a aprovechar muy bien el tiempo. Después viajaba cada dos meses y tomaba más clases”, agrega. “En Suiza y otros países de Europa le dan mucha importancia a la despedida del difunto porque es el último adiós. Tan es así que los suizos detallan en su propio testamento la suma que van a invertir en su propio funeral, de donde surgen los fondos con los que se paga todo el sepelio, incluyendo a organistas y cantantes”, suma.
Otro cambio, otro gusto
Se separó en 2009 y cuatro años más tarde conoció a un francés y se volvió a enamorar: “Empecé a salir con Jean Charles, el que ahora es mi segundo marido. Por ese entonces comenzó mi interés por la cultura del vino por casualidad. Yo no tomaba, no me gustaba, pero en Europa tienen otra concepción. Organizaba eventos de degustación y entonces pensé que tenía que estudiar y saber al respecto. Lo hice en Londres, ahí está la sede del WSET que otorga la tecnicatura en vino que no terminé, me falta un año para confirmar la tesis. Después creé una asociación de amigos del vino en Suiza de la que forman parte varios argentinos que tienen vinerías y trabajamos en la difusión de nuestros productos”. Así, otra vez, Karina se reinventaba. “Lo hacemos ad honorem, presentamos los vinos, damos oportunidades. Jean venía a las degustaciones que organizaba y me decía que jamás había probado vino de tantos países en tan poco tiempo, de Norteamérica, Australia, Italia, Argentina, lo emborraché de amor, jajaja”, cuenta.
Además de sus habilidades para el canto y sus estudios relacionados con los vinos, Karina también es artista plástica y escritora: “Cuando estaba en tercer grado gané un concurso intercolegial. Sabía que iba a ser escritora en algún momento. En quinto año del secundario tuve la duda de seguir Económicas o Letras. Al final me decidí por la primera. No me arrepiento porque me dio los medios para dedicarme a estos hobbies. Me refiero un poco a todo porque también soy pintora”.
Respecto a sus libros, comenta: “En 2018 en Argentina saqué uno infantil que se llama Cuarentena en la granja. Fue un boom en la pandemia. Sucede con una vaca japonesa que trae un virus y debe entrar en cuarentena. Tiene final feliz porque la vaca se vacuna y la cuarentena se levanta. También escribí una trilogía que es La guardia Suiza Pontificia, novela histórica que trata de los orígenes. Voy contando todo lo que pasaba en Europa en ese momento con sus tejes y manejes. Fui a la Universidad de Basilea a investigar”.
Con relación a sus comienzos con la pintura, comenta: “Un cliente dueño de una galería de arte me comentó que una pintora le había fallado y aparecí yo, me llamó por teléfono, le gustó lo que le mostré y arranqué al mes con la primera exposición. Comencé haciéndole un retrato a mi mamá, fue el punto de partida”.
Hoy Karina Salazar cuenta que el entusiasmo por sus tres actividades principales son su motor: “Me permitieron vivir diez años en Lucerna, ahora hace otro tanto que vivo en Zurich. Vine por amor y pude consolidarme gracias a mis libros, la pintura y cantar en funerales. Reconozco que la última actividad no es común, pero me atreví y acá estoy”.
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