Emigraron en busca de oportunidades y consiguieron el trabajo soñado, pero decidieron renunciar: “Parecía una película”
Fio y Ania tienen 31 años y abandonaron su Uruguay natal a finales de 2021 con el objetivo de viajar y conocer otras culturas
- 6 minutos de lectura'
Cuidar perros en una mansión al Sur de Francia, vivir en una cabaña de madera en una granja en Irlanda, alimentar caballos y cerdos y pintar postes y arreglar alambrados, trabajar en un hotel, conocer lugares impensados, convivir con 110 personas, irse a la otra punta del planeta. Así fueron los once meses de Ania y Fio, quienes recorren el mundo desde que se fueron de Uruguay, en noviembre de 2021.
Todo empezó, más o menos, así: Fio tenía 18 años cuando se fue a trabajar a un hostel a Punta del Este y conoció un mundo nuevo de personas de todas partes y, sobre todo, de gente que vivía de viaje en viaje. Entonces, hubo algo en ella que se activó, que cambió. Estudió hotelería y empezó a desempeñarse en el rubro, pero, a los 23, se dio cuenta de que, aunque le gustaba, tampoco la apasionaba tanto y decidió hacer la carrera de biología marina. La terminó, consiguió un empleo público en el rubro, viajó a la Antártida durante 40 días para realizar una investigación, pero la idea de recorrer el mundo siempre estaba ahí, latente.
Tiempo después conoció a Ania, que es educadora social y acababa de hacer un viaje por Asia en el que había conocido a un grupo de amigos argentinos que trabajaban tres meses en Australia, ahorraban, y viajaban tres meses, y así. Eso fue, para Ania, un descubrimiento.
Se conocieron en el coliving (un modelo residencial comunitario) en el que vivía Fio. Dos amigas de Ania se habían mudado para ahí y ella empezó a ir de visita cada vez más seguido. Fue allí, en esa casa compartida, que se hicieron amigas íntimas y que, después, se enamoraron.
Fio ya sabía que se iba a ir. Y Ania era consciente de que, también, después de aquel viaje a finales de 2019 y comienzos de 2020, algo había cambiado en ella. Hablaron y, en menos de un año, ya tenían el viaje más o menos organizado. Se querían ir a Nueva Zelanda o a Australia porque allí abundaba el trabajo, pero los dos países tenían las fronteras aún cerradas por la pandemia. Para no postergar más el viaje, se compraron un pasaje a España y le contaron a sus familiares que se iban. Era noviembre de 2021. El padre de Fio les preguntó si volvían para Navidad y ella le dijo no, nos vamos. Y se fueron.
De Uruguay a Australia
Llegaron a Madrid. Estuvieron tres días procesando que se habían ido. Se quedaban en la casa de un familiar de Fio y, mientras tanto, aplicaban, a través de distintas plataformas, a trabajos en diferentes países.
Fue así cómo, una noche, apareció un llamado para cuidar a dos perros en una región rural al Sur de Francia durante dos meses. Aplicaron. Al otro día el dueño de la casa las contactó, tuvieron una videollamada, les dijo que las esperaba, compraron un pasaje y se fueron.
“Cuando llegamos no podíamos creer, parecía una película. Era un château del año 1600 que los dueños mantenían impecable, con un jardín de tres hectáreas. Ellos se iban y todo eso nos quedaba para nosotras. Al final terminamos quedándonos seis meses, porque ellos viajaban mucho. Hoy ellos y los perros son como nuestra familia”, cuentan.
En ese tiempo aprovecharon para recorrer el país, pero, aunque los dueños de la casa querían que se quedaran, ellas sabían que no planeaban permanecer tanto tiempo en un mismo lugar. Así que volvieron a repetir la fórmula y se postularon en distintas plataformas. En menos de 24 horas tenían tres ofertas laborales: para cuidar a 40 perros siberianos en Dinamarca, para cuidar a un perro en un pueblo de Francia cerca de donde estaban o en un intercambio con una familia irlandesa, para cuidar a sus hijos y ayudarlos en la construcción de un hospedaje que estaban haciendo en el fondo de su casa. Al final, aunque no estaba en sus planes viajar a Irlanda, eligieron esa última opción.
Llegaron y se quedaron con la familia cinco días: el trabajo no era el que les habían ofrecido y, la única regla que tenían, antes de salir a Uruguay, era que si una no estaba bien en un lugar, se irían.
Ambas comparten todas sus experiencias a través de la cuenta de Instagram @Dosuruguayasporelmundo. Allí, además, publican información útil para otros viajeros o personas que quieran, como ellas, recorrer el mundo.
Decidieron, entonces, irse a Dublín: “Nos encontramos con que había una crisis habitacional impresionante. Alquilamos un hostel que nos salió 200 euros la noche, algo impensado. Después, gracias a una seguidora de Instagram conseguimos una habitación en un departamento que compartía un grupo de uruguayos y que nos recibieron como si nos conocieran de toda la vida. Pero, una semana después, la habitación se ocupó y otra vez quedamos en la misma situación”.
Después se fueron a hacer voluntariado en un establecimiento que rescataba caballos y animales de granja. “Ahí pasamos a vivir en una cabaña de madera, trabajábamos cuatro horas por día haciendo lo que hubiera que hacer, desde alimentar a los caballos, pintar postes, arreglar alambrados, lo que fuera, no te aburrías nunca. Fue una experiencia increíble, el grupo de los otros voluntarios era divino. Nos quedamos ahí un mes y nos fuimos a la otra punta del país, a Galway, a trabajar juntas en un hotel como auxiliares de servicio.
Fio y Ania hablan, ahora, desde una habitación que alquilan en Gold Coast, Australia. Llegaron allí tras aplicar a una visa de Working Holiday y a una de estudio. No tienen planes hacia adelante porque, hasta ahora, todo lo que han hecho surgió en el camino.
Mientras allá son cerca de las once de la noche, en Uruguay son las diez de la mañana. Eso -esa diferencia, esa distancia, la consciencia de saber que ahora sí están demasiado lejos de casa- hizo que les costara, al principio, establecerse allí. Sin embargo, dicen, ese es uno de los aprendizajes: saber que, aunque sus padres cumplan años o una amiga se case y ellas se sientan lejos, igual están. De otra forma, pero siguen cerca.
Otras noticias de Historias para conocer
“Volé por el aire”. Un sobreviviente cuenta cómo fue el atentado de Montoneros por el que ordenan la indagatoria de Firmenich
El Método Miyawaki. Cómo pequeños bosques urbanos pueden ayudar a recuperar la biodiversidad en todo el mundo
Quiénes son. Las mujeres que luchan para destapar qué pasó con un cruel experimento que la CIA ejecutó hace 60 años
- 1
¿La gaseosa cero engorda? Conocé los efectos de estas bebidas en el organismo
- 2
Qué características tienen las personas que fueron abandonadas por sus padres, según la psicología
- 3
Cómo es la mezcla de orégano y vinagre blanco que promete eliminar a las cucarachas
- 4
Las frutas que limpian el colon y son las mejores para prevenir enfermedades