Le afectaba la grieta, “los cucos” y quería una nueva experiencia para él y sus hijos; tras conversarlo con su exmujer, emigraron juntos pero separados.
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Si bien la decisión final tomó a muchos por sorpresa, para Lucas Sanchez, irse del país fue un proceso que llevó algunos años. Sabía que, junto a su exmujer y sus dos hijos, en algún momento dejaría la Argentina para emprender una nueva vida en Inglaterra, tan solo debía ordenar su salida laboral y prepararse mentalmente.
De la madre de sus hijos se había separado en 2014, en buenos términos, lo que les permitía conversar abiertamente acerca del futuro y el deseo de que sus hijos recibieran parte de su educación en Inglaterra, la tierra de su madre. Su relación amistosa les abría las puertas hacia una posibilidad peculiar para muchos: emigrar juntos, pero separados.
“En nuestro caso fue todo muy positivo. Sin embargo, separados y todo, hay cosas que deben tenerse en cuenta. Primero habíamos barajado la posibilidad de irnos a Estados Unidos por una oferta laboral mía, pero después la desestimamos por miedo a que todo fuera muy cuesta arriba al no conocer a nadie”, revela. “La decisión final siempre debe ser consensuada, como fue en nuestro caso. Y el hecho de que ella tuviera a toda su familia en Inglaterra obviamente fue clave. A pesar de estar separados, ellos me trataron muy bien y me ayudaron en la adaptación”.
“Emigrar como familia separada es muy factible siempre y cuando se discuta la amplia flexibilidad que es necesaria, sobre todo al principio durante la adaptación, que es lo más duro, más para los hijos. Y como es un desafío extra tener que coordinar una familia separada -al margen de algo ya muy movilizante como una emigración-, creo que es clave conocer muy bien el destino, las oportunidades laborales, colegios, costo de vida; no idealizar y estar preparado para contratiempos, porque siempre los hay. Por ello, creo que no estaría nada mal tener de antemano una `cláusula de emergencia´ para saber qué hacer si alguno no se adapta o las cosas no funcionan según lo esperado”.
Los “cucos” de siempre y el camino a Ezeiza
Fue en 2017, que Lucas sintió que era momento de dar el salto de fe y dejar atrás a un país que, más allá de todo, lleva con orgullo en la sangre: “Argentina es hermosísima, con una riqueza incomparable; nos merecemos más”, asegura. “Pero allá, por el 2017, si bien vivíamos bien, yo estaba un poco frustrado. Ya con 40, empezás a entender que la historia siempre se repite y, sinceramente, vivía enojado. Me afectaba mucho la grieta, la mala onda cotidiana de la gente en la calle, los problemas económicos y esos `cucos´ de siempre merodeando: crisis, inseguridad, inflación...”
Lucas sabía que un cambio laboral importante se avecinaba en su empresa y fue aquel mismo movimiento el que le permitió efectuar el golpe de timón. A partir de entonces, todo sucedió a una velocidad inesperada: “Lo decidimos muy rápido y se lo comunicamos a la familia y amigos; todo el mundo nos apoyó”.
Cerrar la puerta de su casa por última vez y salir del barrio camino al aeropuerto sabiendo que no regresaría, es un recuerdo que quedará grabado en la memoria de Lucas para siempre: “Por más preparado y seguro que estés con tu decisión, es un shock”, cuenta. “Muchas imágenes vuelven a tu cabeza. Estar en Ezeiza solo con viaje de ida es fuerte. Pero, por lo menos, en esta ocasión, lo negativo fue positivo: el camino al aeropuerto fue un caos. La General Paz era un desastre de embotellamiento, bocinas, insultos y gente andando por la banquina, lo cual me hizo más `fácil´ el trayecto porque precisamente de esa locura diaria me estaba escapando”.
El vuelo hacia una nueva vida inglesa partió el anteúltimo día de agosto de 2017.
Hitchin: un lugar ideal para chicos, lejos del vértigo londinense
Su llegada, muy organizada desde la Argentina, no presentó grandes sobresaltos en sus comienzos. Sin embargo, adaptarse a una cultura distinta, tratar de integrarse, habituarse a una cotidianeidad que emergió extraña, a un nuevo colegio y, en el caso de Lucas, emprender la búsqueda laboral, fueron desafíos que no pudieron prever de antemano. Aun así, los cuatro –unidos a pesar de su situación particular- decidieron encarar cada obstáculo con valentía, apoyo mutuo y la certeza de que todo iba a salir bien.
Se instalaron en Hitchin, una ciudad al norte, a 50 kilómetros de Londres y 40 Cambridge. Lucas halló un espacio cerca de su exmujer a fin de facilitar la logística con los chicos. Aquel gran poblado, ocupado en un 90% por casas, era justo lo que había anhelado: un rincón en el mundo muy tranquilo, pero con todas las necesidades al alcance.
“Estamos rodeados de campos, algunos enormes, y en ellos suele haber animales (ovejas, cerdos, caballos) así que muchas veces, en algún recreo laboral me voy a dar un paseo por allí, para entrar en contacto con la naturaleza y relajarme”, cuenta Lucas con una sonrisa. “Es un lugar ideal para cuando uno tiene hijos pre adolescentes en edad escolar porque no está en el vértigo londinense, pero seguís teniendo muy buen acceso, sobre todo por tren”.
En los primeros tiempos, Lucas observaba maravillado la fisonomía de su barrio, signado por una ausencia total de rejas, y la presencia de puertas y ventanas muy simples, fáciles de vulnerar: “Si alguien tuviera malas intenciones”, aclara. “Pero esa clase de delitos no es un problema y eso rápidamente trajo tranquilidad”.
“También fue un shock la conducción por el otro lado de la calle, teniendo en cuenta que acá no tienen el espacio que tenemos nosotros, no cuentan con las anchas avenidas de mano única que tenemos en Argentina. Acá la enorme mayoría de las calles son angostas o muy angostas y doble mano”, continúa.
“Otro impacto fue la ausencia de efectivo. Las cosas se pagan con débito y en modalidad contactless, donde simplemente tenés que arrimar la tarjeta. Y así lo hacen tanto jóvenes como gente grande. Los cajeros están de adorno, yo ni siquiera recuerdo cuándo fue la última vez que usé uno, pero creo que fue por 2018″.
“Y bueno, el clima. Hermoso el verano porque no hace el calor que nosotros tenemos, aunque hay días de 30 grados; se hace de noche a las 22.30 y se puede salir y disfrutar. Pero la contra es el invierno, noviembre y diciembre, es duro, días cortos, oscuros y grises. A veces está nublado por semanas y no ves un rayo de sol y encima se te hace de noche a las 3 de la tarde, eso no está bueno”.
“Los argentinos siempre les queremos echar la culpa a otros y tenemos la necesidad de explicar demasiado las cosas”
El primer día que Lucas llevó a sus hijos - Raphael y Miles- al colegio fue inolvidable. Por aquel entonces, los chicos tenían 10 y 7, y el argentino era el único “papi” paranoico que quería llevar a sus pequeños de la mano hasta el aula, si se lo hubiesen permitido.
“Me tuve que acostumbrar a los nenes moviéndose con una libertad que en nuestro lugar en Argentina hubiese sido imposible”, dice. “Mi hijo mayor hoy tiene 13 y va al `centro´ (town centre) a tomarse un frapuccino con amigos, con su propia tarjeta de débito y su teléfono, lo que le permite circular con amplia libertad sin que yo tenga que estar pendiente o preocupado de que le pueda pasar algo”.
A los pocos días del comienzo de clases, su hijo menor se hizo un amiguito. Una tarde, Lucas se acercó a la madre del niño para decirle que sus hijos podrían tener una playdate y la señora, muy de acuerdo, sacó su teléfono y le comunicó que en tres fines de semana tenían un rato libre: “Quedé impactado, porque pensaba en esa misma tarde; acá la espontaneidad es casi inexistente. En Argentina, a la salida de la escuela se organiza una merienda para los nenes en tiempo real, para esa misma tarde. A ese tipo de planificación y coordinación para todo me tuve que acostumbrar, pero una vez que lo lográs, se disfruta, porque así las cosas funcionan”.
“Acá, por otro lado, la gente no es tan apasionada como nosotros, y eso tiene un lado malo y un lado bueno. El lado malo es que, lógicamente, prefiero toda la vida estar viendo un recital de mi banda favorita en Buenos Aires, que en Londres, o un partido de fútbol, o cualquier cosa que despierte pasiones. Eso es lo lindo en Argentina y se extraña”, manifiesta pensativo.
“Pero la pasión tiene su lado malo. Acá la gente no discute ni la mitad de lo que nosotros discutimos de política, hay grieta, pero no es ni remotamente parecida a la nuestra y esa `falta de pasión´ para lo malo hace que las cosas funcionen mejor”, continúa.
“A la distancia, reconocí que los argentinos siempre les queremos echar la culpa a otros (y eso se ve muy claramente en la política), jamás reconocemos errores o las cosas que hacemos mal y, siempre tenemos la necesidad de explicar demasiado las cosas; acá no sucede y nos ven raro por ello. El típico `¿sabés lo que pasa?´ nuestro, seguido de toda una explicación, acá no solo no se usa, sino que no lo necesitan y no está muy bien visto, sobre todo en ámbitos laborales. Si te equivocás en algo, simplemente decís `me equivoqué, perdón´ y listo. Toda esa zaraza nuestra de “bueno pero lo que pasa es que blablabla” no existe y no la buscan tampoco”.
“En Argentina tenemos un plus que nos hace únicos”
Actualmente, Lucas se desempeña como gerente regional de servicios en una multinacional de tecnología. Desde que llegó a Londres, tuvo varios empleos a los cuales accedió sin demasiada dificultad, gracias a su pasaporte europeo, el dominio del idioma y una carrera desarrollada en el mundo del IT.
“Llegar con estas características a Inglaterra facilita el camino en un país como este, en donde existe una gran comunidad de emprendedores, lo que genera una amplia oferta laboral y explica por qué acá hay tantos expats”.
“Mi calidad de vida mejoró sustancialmente alejado de la grieta, los insultos en el tránsito, la estabilidad económica, la seguridad. A esas cosas buenas, uno se acostumbra rápido y me costaría mucho perderlas”, afirma. “Respecto a calidad humana, siempre me trataron muy bien, conocí gente maravillosa y tengo la suerte de trabajar con un grupo humano excelente. Sin embargo, nosotros en Argentina tenemos un plus que nos hace únicos y se extraña. Vivimos la amistad muy intensamente y eso es algo de lo que estoy orgulloso: en Argentina hay muchas cosas buenas y la calidad humana es una de ellas”.
“Yo soy uno de esos expats que se `argentinizó´ más post migración”
Desde que dejó la Argentina, Lucas volvió dos veces, la primera vez junto a su exmujer y sus hijos, y la segunda solo. Cada regreso fue vivido con mucha intensidad, alegría y emociones encontradas. Para Lucas, volver a las calles del barrio, juntarse con amigos, comer las medialunas de “tal lugar” y las milanesas de “tal otro”, significa tocar el cielo con las manos y sentir con fuerza lo que jamás se olvida: el amor por la patria.
“Yo soy uno de esos expats que se `argentinizó´ más post migración. Todo el tiempo me la paso hablando bien de Argentina y resaltando las cosas buenas que tenemos. Así que para mí volver es un placer y trato de hacerlo todo lo que puedo”.
Tan lejos pero tan cerca, la Argentina del 2017 parece otra vida. Desde entonces, los aprendizajes de Lucas fueron constantes, no solo en lo personal, sino como familia. Más allá de que lleva muchos años separado de su exmujer, la historia de Lucas es una demostración de que siempre deben priorizarse los hijos y que, con un buen diálogo y planificación, es posible alcanzar metas que en ciertas circunstancias parecen imposibles.
“La experiencia humana de emigrar y tener la posibilidad (y casi la obligación) de adaptarte a otro país, a otra sociedad, es espectacular. Te abre la cabeza en muchísimos sentidos. Te hace ver cuántas cosas buenas tiene tu país y también cuántas cosas malas tenemos, que quizás no las vemos porque ya estamos acostumbrados. También pienso regularmente que Argentina podría ser un país mucho mejor solucionando algunos problemas básicos, porque tenemos gente muy capaz, en un país rico y hermoso”, reflexiona.
“Sin dudas, en estos cuatro años y medio maduré muchísimo. Crecí un montón y, si bien se extraña la patria, siento que me merecía esta experiencia, me hace muy bien y me alegro haber tomado la decisión. Pero, lógicamente, ¡siempre pienso que algún día voy a volver!”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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