Las tres coinciden en que la perseverancia es uno de los rasgos distintivos que heredaron de su madre. "Si bien es la ley de la vida que ya no esté entre nosotras, se hace difícil porque la sentíamos inmortal. Y ella todo lo podía, todo lo resolvía, siempre positiva y optimista. Nunca bajaba los brazos. Mamá supo estar en la cima, pero nunca perdió su sencillez ni fingió ser alguien que no era. Llegar alto la potenciaba aún más y cuando quebró y perdió su maison de la calle Mansilla no se lamentó, porque tenía la convicción de que iba a salir adelante. No estaba atada a las cosas materiales y volvió a empezar sin mirar atrás. Renació como el Ave Fénix", cuenta Soledad (44), la hija del medio –entre Roxana (56) y Belén (41)– de la reconocida diseñadora Elsa Serrano, que murió trágicamente, a los 73 años, el miércoles 16 de septiembre, cuando se incendió su departamento de Retiro.
Elsa sigue viva en los corazones de sus hijas, sus seis nietos y de todo el que tuvo el placer de conocerla. Y esos recuerdos los comparten con ¡HOLA!
LA TANA
Así llamaban sus íntimos a la calabresa, nacida en el municipio de Corigliano Calabro bajo el nombre de Elsa Romio (después tomó el apellido de su segundo marido, Alfredo Serrano). "Siempre recordaba los paseos por la campiña, donde su nonno tenía ‘agrumi’ –cítricos–. Era muy traviesa y su hermana menor, Elmora, fue su gran aliada. Su nonna tenía unas cacerolas de cobre divinas y una vez quiso hacer un turrón con miel, que como se le pegó ¡lo tiró con la cacerola incluida! También le robaba a su abuela las toallas de hilo para hacerles vestidos a sus muñecas de trapo. Fue una autodidacta", recuerda Roxy, que si bien en los 80 tuvo una cápsula de ropa para la firma de su madre, después se dedicó a la producción de moda y la organización de eventos.
Belén (la llaman Beli) trabaja en finanzas en una compañía de comercio exterior y es quien toma la palabra para contar sobre los primeros años de su mamá en Argentina, cuando llegó con 13 años: "Se instalaron en una gran casa con patio y vitraux en la calle Maure, en Colegiales. Aprendió el idioma en el colegio, y trabajó desde chica: primero en una fábrica de sobres y después en un anticuario".
UNA VIDA DE TRABAJO
En los 70 (ya casada con Israel Sztemberg, padre de Roxy) Elsa abrió su primera boutique, Fiorella, en Belgrano. "En esa época le hizo el vestuario a Thelma Biral para la obra Coqueluche", rememora la hija mayor de la modista. Diez años después se separó y se casó con el empresario textil Alfredo Serrano –padre de Sole y Belén–. "Tuvieron un primer atelier en la calle Medrano, luego una fábrica y le siguió la icónica maison de Mansilla, con la posterior apertura de boutiques en las calles Marcelo T. de Alvear, Juncal y en todos los shoppings", sigue Roxy. Por entonces la firma Elsa Serrano ya era muy conocida en la moda argentina, y la preferida por las estrellas, como Susana Giménez –a la que vistió durante doce años–, Mirtha Legrand, Graciela Borges, Norma Aleandro –que brilló con un vestido de Elsa en los Oscar de 1986–, Eleonora Cassano, Lucía Galán, Claudia Villafañe (le hizo su traje de bodas), Gabriela Sabatini, Zulemita Menem y María Lorenza Barreneche, la mujer de Raúl Alfonsín.
En el ámbito internacional, vistió a la actriz Joan Collins, la ex tenista Monica Seles, a la soprano italiana Katia Ricciarelli, la princesa Diana de Orleans, duquesa de Württemberg, "con quien hizo una gran amistad", y la bailarina rusa Maya Plisétskaya. "Mamá hizo los uniformes de Aerolíneas Argentinas y fue la única diseñadora del país que vistió a la muñeca Barbie para su libro Barbie Icon", detalla Sole, apasionada de la moda como Elsa, aunque no llegaron a trabajar juntas porque luego de casarse se fue a vivir un tiempo a Montevideo. Sin embargo, recuerda con gran cariño su niñez entre percheros: "Fueron tiempos muy divertidos. Los sábados íbamos a Mansilla y era mágico. Jugábamos horas con Jose Villar, la hija de Teté Coustarot. Y para los actos del colegio mamá nos hacía unos disfraces ¡que eran tan espectaculares que nos daba vergüenza! No era de las que te iban a buscar a la puerta del colegio, pero no se perdía ningún acto o reunión de padres y terminaba invitando a todos los maestros a sus desfiles".
Entre los beneficios por ser "las hijas de Elsa Serrano", no olvidan su visita al camarín de Xuxa y la vez que, en 1992, Susana Giménez les regaló un perro al que llamaron Honey. "Yo quería uno y mamá no me lo quería comprar. Pero Susana me regaló al hijo de Jazmín y no pudo negarse", dice Beli.
LO PRIMERO ES LA FAMILIA
"Mamá tenía devoción por su familia, y la mesa era un momento de unión. La cocina, una de sus grandes pasiones. ¡No sé qué vamos a hacer sin sus pastas y sus pizzas caseras! Cuando invitaba a su mesa servía tres platos y postre, típica tana, y lo hacía con tanto amor que no podías negarte a comerlo todo", asegura Sole.
Las bodas de sus hijas fueron un hito para Serrano. "Mi vestido lo decidió enteramente ella y me encantó. Era soñado. Me acuerdo que la periodista Nora Lafón lo describió como el de una princesa renacentista de la Toscana", cuenta Roxy, que se casó en 1986 con Toto Loydi, con quien tuvo a Agustín (33).
"Yo quería algo simple y al cuerpo, pero el día que me probó la toile, que no era para nada recta, me enamoré. Para el civil, en cambio, mamá quería que usara un sombrero como Susana y me negué rotundamente. Finalmente me diseñé una camisa cruzada fucsia combinada con una pollera naranja. La sumó a su colección ¡y se cansó de venderla!", recuerda Sole, que en 2001 celebró su boda con Fede Cinque, con quien tuvo a Giuseppe (16), Francesca (15) y Esmeralda (11).
Beli, en tanto, se casó en 2012 con Sebastián Blaiotta. "Mamá ya tenía mi vestido diseñado en su cabeza. Estaba feliz de ver a sus tres hijas casadas. Tenía el gran deseo de que formáramos nuestras familias", relata la menor de las Serrano, hoy madre de Sofía (5) y Santino (2). "Era una abuelaza", coinciden y recuerdan: "Este último tiempo, con la vuelta a la televisión (en Corte y confección, por El Trece), estaba radiante, ¡con la energía de hace veinte años! Se sentía feliz porque la conocían los jóvenes. Amaba su trabajo y era muy dedicada… Tanto que una Navidad que se cayó y la operaron del fémur, se llevó la tijera y el género al hospital porque tenía que terminar un vestido. Así era mamá: incansable, apasionada y no paraba hasta cumplir sus metas. Nos enseñó el valor del trabajo, a priorizar la familia, ser optimistas y a no tener rencores con nadie. Ojalá podamos ser como ella".
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