Ella le propuso casamiento a su novio y él aceptó
Cuando Matilde le propuso casamiento a Martín él dijo que sí. Después de tres -largos- minutos de incertidumbre, en los que ella pensó que había tirado la relación por la borda, él salió del trance y reaccionó. Es que para una mujer es fácil identificar la escena: un hombre saca un anillo, hace la gran pregunta y, aunque el éxtasis del momento dilata el tan esperado sí (o no), el hombre espera paciente. Descansa en la noción de que el pedido le corresponde a él .
Así lo dictan los estereotipos de género desde que nos relacionamos con el mundo que nos rodea: las nenas arrastramos un cochecito con una muñeca que es siniestramente parecida a un bebé humano y, más adelante, vemos películas en las que el orgásmo fílmico llega cuando el hombre se arrodilla y abre la cajita de terciopelo usualmente bordó. Y ni hablar de los destellos que se reflejan en los ojos de la afortunada mujer fruto del diamante que pide a gritos lucirse en su dedo anular izquierdo.
Este no es un cuento de princesas. Es la historia de Matilde de los Milagros Londoño (29) y Martín Rivera Alzate (28), una pareja colombiana cuyo camino hacia el altar empezó de una manera que rompe con los roles de género tan arraigados. Los dos habían expresado el deseo de casarse y, en este caso, ella tomó la iniciativa: "Fue un acto de honestidad conmigo misma y de libertad de expresión en donde dije 'sé que los dos queremos esto y quiero ser quien se lo exprese porque así lo siento'". En diálogo con LA NACION, Matilde contó cómo llegó a tomar la decisión y el papel del feminismo en su relación.
-¿Cómo lo conociste a Martín?
-Llevo con él casi dos años. Nos reencontramos cuando llegué de Nueva York, después de graduarme de la universidad y haber trabajado en TED Talks. Era muy nueva en el tema de feminismo, estaba muy interesada en trabajar temas de género y Martín era una persona con quien hace 6 años yo había tenido una pelea. En plena época de campaña por la paz en Colombia, cuando estábamos próximos a firmar el plebiscito, yo era partidaria de que votaramos sí y él también. Un día me escribió por Facebook, me dijo que se sentía muy incómodo haciendo campaña por la paz y teniendo conflictos con personas de su alrededor y me pidió perdón. Yo le respondí que me gustaba mucho su mensaje, que no guardaba ningún resentimiento y que en unos días volvía a Colombia a vivir y me parecía chévere hablar con él para ver en qué andaba porque me interesaba su trabajo.
-¿Y de ahí en adelante no se separaron?
-No, yo estaba de novia hace 5 años y no pasó nada esa vez. Después terminé con mi ex novio y en la marcha por la paz me lo volví a encontrar. Hubo voto por el plebiscito, Colombia votó no, y a los dos días se hizo esta marcha. Ahí nos reencontramos y nos enamoramos perdidamente. Nos fuimos a vivir juntos a los 6 meses y al año le propuse matrimonio.
-¿Cómo identificaste que te querías casar con él?
- Siempre he tenido relaciones amorosas muy largas y afortunadamente muy saludables. Todas mis relaciones han tenido como principio el respeto y la libertad y cuando empecé a estar con Martín tuve mucha confianza en la forma en que yo estaba entendiendo la relación. Sentí que había llegado el momento en el que me conocía lo suficiente como para saber distinguir en otra persona qué cosas quería yo para el resto de mi vida. Entonces fue primero una sensación y luego un proceso racional de preguntarme por qué creo que esta es la persona con la que quiero estar el resto de mi vida. Después de responder estas preguntas a cabalidad, y sentirme a gusto con las respuestas, me sentí cómoda con pedirle matrimonio.
-¿Cuáles fueron esas preguntas y esas respuestas?
- Es una persona que no solo respeta sino que también admira mi determinación, mi curiosidad, mi expresividad. Para mí era muy importante que la persona con quien yo estuviera entendiera que yo soy una mujer feminista, que miro la realidad con perspectiva de género y que por eso tengo muchos encontrones con la gente. Cuando empecé a salir con Martín fue un gusto desde el principio ver como él estuvo muy abierto a esas conversaciones sin sentirse agredido por los temas que lo hacen reflexionar sobre sus acciones y, además, entendió que le falta mucho por hacer para contribuir a la igualdad de género. Adicionalmente, es una persona honesta, sencilla, que cree mucho en la libertad y en la justicia y está muy comprometido con hacer un cambio en la realidad a través de la política. Todo eso me generó mucha tranquilidad y me hizo enamorarme mucho de él.
-¿Cómo fue el proceso anterior a la propuesta?
-Una de las cuestiones más importantes fue que era un tema que se había vuelto muy recurrente en nuestras conversaciones y que los dos ya habíamos expresado de forma muy clara. Él estaba trabajando a tiempo completo en la campaña de Sergio Fajardo (candidato a la presidencia de Colombia) y además le gusta ser económicamente independiente, entonces yo sabía que él no iba a tener con qué comprarme el anillo y que si me fuera a proponer matrimonio, no lo haría hasta que finalizara la campaña. Entonces me pregunté: ¿por qué tengo que esperar a que esas dos cosas sucedan si no necesito un anillo ni una propuesta? ¿Por qué no hago la propuesta yo?
Para mí era más importante ser honesta con lo que estaba sintiendo en el momento que esperar a que todas las demás circunstancias se dieran. Hablé con mis amigas, con mi familia y con la suya y se emocionaron mucho. Yo pensé que iban a mostrarse más confundidos, pero para todos era tan evidente que estábamos enamorados y comprometidos que sabían que iba a pasar eventualmente. Algunas personas me preguntaron: "¿será que él no sueña con ser él quien pida matrimonio?" y yo dije: "me parecería muy estúpido que yo me fuera a inhibir porque él sueña con pedir matrimonio". Ese momento no le debe pertenecer a nadie más que al que quiera tomar la iniciativa. Ahí lo decidí y mandé a hacer una argollita muy sencilla. Cuando le propuse fue muy angustiante y muy horrible, no fue tan romántico.
-¿Qué pasó?
-Estaba en nuestra casa en pijama. Él llegó del trabajo súper cansado, se tomó una cerveza, nos acostamos en la cama y apagamos la luz. No sé qué me hizo pensar que ese era el momento de pedirle matrimonio. Cogí el anillo a oscuras y él ya se estaba quedando dormido. Él me dijo "hasta mañana, te amo". Yo le respondí que yo también y que quería pasar el resto de mi vida con él. Él me dijo que él también, como cualquier noche. Ahí le pasé el anillo y le dije que me quería casar y él me pidió que prendiera la luz.
Prendí la luz y yo estaba muy roja. Él se quedó callado y yo empecé a echarme para atrás y a quitarle el anillo de las manos muy asustada y angustiada. Al cabo de tres minutos, él reaccionó, miró el anillo y se lo puso. Yo tengo una cajita con mis joyas al lado de la cama y sacó un anillo que él me había regalado en un viaje. Me dijo que todavía no me había podido conseguir uno pero que quería que supiera que tambien se queria casar conmigo. Después de eso, él me decía que se demoró en entender que era una argolla para él, que la tocaba y pensaba que le estaba dando un anillo mío simbólicamente. Él no encontró un referente en su imaginación que lo hiciera ubicarse en la situación, pero de ahí en adelante estuvimos felices de que las cosas se hayan dado así.
-¿Creés que tu propuesta fue una manera de rebelarte contra los roles típicos asignados a cada género?
-Más allá de invertir la ecuación sobre quién le pide matrimonio a quién, me parece que la reflexión más importante fue sobre la espera que a veces tenemos las mujeres cuando estamos en una relación. Esa espera tan tortuosa y tan cruel. Siento que, en muchas ocasiones, el matrimonio es una herramienta que tienen los hombres inconscientemente para manipular a sus parejas. Hay mucha indignidad en que la mujer sienta que tiene que esperar hasta que el hombre por fin decida que ella vale la pena y que la escoja. Ojalá lo que logre con esto, en caso de que logre algo, es decirle a las mujeres que le pongan atención a cómo su pareja les habla del matrimonio. Es una alerta roja cuando ellos las hacen sentir menospreciadas y pequeñas cuando hablan de la intención que tienen de pasar el resto de la vida juntos. No debería ser un tabú. Y también está bien si dos personas no se quieren casar. Pero me molesta la falta de nivel en la conversación entre hombres y mujeres, en donde además se asume que la mujer es siempre la que lo quiere, como si estuviéramos tratando de atrapar al hombre y encarcelarlo.
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