La elección de la vocación es un tema difícil durante la adolescencia. Algunas personas necesitan más tiempo y todavía no están seguras, recién salidas del colegio secundario, de qué van a querer hacer por el resto de su vida. Lucía Franzé descubrió a los 16 durante un verano que le gustaban los tatuajes, cuando su mamá le dejó gastar en un brazalete de tinta la plata que había ahorrado para sus gastos en las vacaciones, pero le llevó mucho más tiempo darse cuenta de que quería ser tatuadora. En ese largo camino se recibió de arquitecta y ejerció la profesión en un banco, mientras daba sus primeros pasos escrachando a conocidos y subiendo sus diseños al Instagram @lulens, donde empezó a recibir cada vez más pedidos, hasta que se animó a dar ese último paso y se puso a tatuar full time.
¿Cómo decidiste dejar el trabajo y dedicarte a hacer tatuajes?
Hice un curso para aprender a tatuar sin intenciones de dedicarme a esto. Empecé tatuando a mi mamá y a un par de amigos. Mi mamá ya tenía hechos un par, cosas que se hacen las madres como mi inicial y la de mi hermana. Le hice a las apuradas una flor de loto en la nuca, cosa de que no lo vea nunca. Es un tema tatuar porque en ese momento no pensás en la variable del dolor de la otra persona. Y ahí te das cuenta de que, además de concentrarte para hacer bien el tatuaje, tenés que pensar en no hacerle doler a la otra persona. Con el tiempo te volvés inmune a eso, los dejás que chillen y vos seguís con el laburo. Fui subiendo los que hacía a Instagram y me empezaron a llegar pedidos, así que improvisé un estudio en casa. Lo hice sin dejar el otro laburo hasta que tuve que elegir y los tatuajes me daban más satisfacción y libertad que el trabajo de oficina. Me llevó un año, pero renuncié de un día para otro sin tener nada preparado.
Nunca me tatuaría la cara. Siento que soy de otra generación para escracharme así
¿Cuántos tatuajes tenés?
Tengo siete. No son tantos para una tatuadora. El primero fue un brazalete que me hice a los 16. Estaba con mi mamá en la costa y mi hermana también se quería tatuar, así que fue como un capricho que nos cumplió a las dos. Nos dijo que lo hiciéramos con lo que habíamos ahorrado para las vacaciones porque ella no iba a gastar en eso.
¿Cuál es tu favorito?
Los que más me gustan son los dos últimos, me los hice siendo más madura. A los 18, te hacés lo primero que está de moda sin pensarlo mucho. Ahora me tatué la cara de mi gato en el antebrazo y una flor con una serpiente que me encanta. El gatito me lo tatuó San Milano y la serpiente, Lu Hansen, de FIF Tattoo.
¿Diseñás tus propios tatuajes?
Yo siempre estoy abierta a que adapten mi tatuaje. Es muy incómodo cuando alguien viene con diseños armados y muy específicos. Vos como tatuador tenés tu estilo y tu criterio estético. Es un tema hacer algo con lo que no coincidís porque eso después lleva tu firma. Yo voy con una idea y le digo al tatuador que haga lo que quiera. Cuando alguien viene con esa actitud es una bendición para mí y te da más seguridad y libertad para trabajar. Al principio tatuaba lo que me traían para ganar horas de vuelo. Hice cosas que no tienen nada que ver con mi estilo, que está más relacionado con los tatuajes pequeños con mucho color. Es un realismo ilustrado, que no tiene nada que ver con el hiperrealismo. Y hago mucho botánica. Y capaz te piden cosas de moda sacadas de Pinterest tipo el infinito y esas cosas, pero hoy puedo darme el lujo de decir que ya no las hago. Si hacés algo que no es de tu estilo es muy difícil que salga bien y quedes conforme.
¿El tatuador tiene que aconsejar al cliente?
Cuando fui con mi hermana a hacernos el primer tatuaje queríamos que nos dibujaran una iguana en la mano. El tatuador nos dijo que éramos muy chicas y que, como todavía el tema era un poco tabú, era mejor que no se vieran. Nos contó que él estaba todo tatuado, pero que si se ponía una camisa no se veía ninguno. Nos convenció a regañadientes, pero hoy le agradezco a ese pibe porque si no tendría una iguana tatuada en la mano. Me querría matar. Y gracias a él no me lo hice. Yo trato de hacer lo mismo.
¿Qué tatuaje no te harías nunca?
No me haría frases, aunque me hice "girl power" por un raye antes de una marcha del 8 de marzo. No me arrepiento, pero me parecen medio embole, salvo que sea algo puntual y chiquito. Prefiero los dibujos que no son tan literales. Nombres de parejas o tatuajes de la amistad tampoco.
¿Hay alguna parte del cuerpo que no te tatuarías?
La cara nunca. Las modas pasan, pero la cara está siempre visible. Me copa la gente que se lo hace, aunque ya siento que soy de otra generación para escracharme así. Verte siempre en el espejo con algo me da vértigo.
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