Mariana jamás pensó que viviría una historia de amor de este modo y que sus sueños de ser mamá serían más difíciles de lo imaginado
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Mariana es médica, cuando terminó los estudios en la UBA empezó el internado anual rotatorio que es una práctica por las principales especialidades en el Hospital de San Miguel. Como Mariana ya tenía su matrícula cuando le tocó rotar por cirugía conoció a un chico que le propuso ir a una entrevista para trabajar en la clínica adventista donde su papá era el director. “Voy y resulta que el médico que me toma la entrevista había sido compañero de mi hermana que también es médica y mi papá que era médico le había tomado su examen final”, cuenta Mariana de aquella entrevista que se dio en un contexto amigable y de una linda charla. Así fue como consiguió el trabajo como médica de guardia y médica de piso de internación.
Mariana fue a un colegio de monjas, es la menor de seis hermanos y viene de una familia católica. Siempre sintió una inquietud espiritual y mucha búsqueda, se anotaba en retiros espirituales, fue maestra de catequesis, “en todos los retiros tenía una experiencia espiritual buenísima pero me duraba lo que dura el retiro, no lograba hacer que Dios estuviera presente en mi vida todos los días, no tenía ese contacto continuo que yo estaba buscando”, se sincera Mariana. Y usted lector se preguntará que tiene que ver toda su búsqueda espiritual con su historia de amor, ya se sorprenderá…
“Te vas a terminar haciendo adventista”
Cuando Mariana comenzó a trabajar en la Clínica Adventista se encontró con la sorpresa de que todas las enfermeras trataban muy bien a sus pacientes y que antes de cada turno de trabajo hacían una oración para pedir a Dios que estuviera con ellos. Mariana quedó fascinada con este trato con Dios al punto de que una enfermera de la que se hizo amiga le dijo “Vos te vas a terminar haciendo adventista”.
Pero no fue su amiga la que la hizo enamorarse, el camino venía por otro lado. En la clínica están los capellanes que son los pastores que se ocupan del bienestar espiritual de los pacientes internados, acompañan a familiares, leen la biblia y apoyo emocional. Era el año 2009, un año después de que Mariana ingresara a trabajar cuando asignaron al nuevo pastor: Lucas.
Lucas tenía dos hijos y le habían roto el corazón (con papeles de divorcio algunos meses atrás) por lo que él no tenía intención alguna de formar una pareja. Por su parte, Mariana hacía dos años que se había ido a vivir sola a un departamento en San Miguel y estaba muy tranquila en su estado civil, soltera. Pero una amistad a quien poder abrir el corazón no se le niega a nadie y eso fue lo que surgió: Mariana empezó a ir a la capellanía a charlar con Lucas el pastor, ella estaba triste porque todavía no había resuelto el duelo por la muerte de su padre de algunos años atrás. Lo que ella no se daba cuenta en ese momento es que esa escucha era lo que la empezaba a enamorar y, menos imaginaba, que el pastor había perdido a su padre, apenas, unos pocos meses atrás.
“Me super sedujo su escucha”
Algunas veces, cuando Mariana tenía guardia durante la noche, almorzaban juntos al día siguiente antes de volver a su casa, y otras veces las charlas eran interrumpidas por el trabajo en horario de guardia. Entonces un día en una de esas interrupciones Lucas agarró el teléfono de Mariana y le grabó su número bajo el nombre “Capellán Lucas” para continuar con la charla.
Los mensajes al despertarse y al irse a dormir empezaron a ser un hábito, sin segundas intenciones, solo la compañía que andaban buscando. A los mensajes le llegó el ofrecimiento de Lucas a llevarla a su casa por la noche y evitar las dos horas de viaje en transporte público, “me queda de paso”, le decía. Pero lo cierto es que Lucas vivía en Florida, Vicente López, varios kilómetros antes que San Miguel. “En el auto íbamos charlando, me iba escuchando, a mi me super sedujo su escucha”, admite Mariana.
Mientras tanto su enfermera amiga la invitó a conocer la Iglesia Adventista y Mariana se sintió bien recibida y cómoda en el lugar, “aprendí un montón de cosas de la Biblia que me volaron la cabeza”, cuenta.
Los pasos entre la amistad y el amor se fueron dando solos, sin siquiera charlarlo, estaba explícito, se sentía en el aire, en las charlas, en la relación que iba creciendo. Por eso Mariana no dudó en aceptar la invitación al pueblo de donde es oriundo Lucas para conocer a su familia. Por eso tampoco la sorprendió aquel primer beso en mitad de camino, al costado de la ruta, como para sellar la formalidad de la pareja antes de presentar a la familia.
“Es una historia que nunca pensé para mí”
Mariana decidió bautizarse en la Iglesia Adventista, para su familia fue difícil aceptar tal cambio pero luego vieron su felicidad y aceptaron a Lucas. En el medio, a Mariana le encontraron unos pólipos en el útero que debían sacar por medio de una cirugía, se angustió porque desde chica que había sentido el deseo de ser madre, y aunque se llevaba bárbaro con los hijos de su pareja ella soñaba con tener los propios. Mientras se preparaba para la cirugía se enteró de algo que aún no habían hablado: Lucas tenía hecha la vasectomía. Lo charlaron entre los dos y decidieron consultar en clínicas de fertilidad. ¿El resultado? Al año de conocerse se casaron y comenzaron un tratamiento de fertilización in vitro que no dio resultado, pero a los meses lo intentaron por segunda vez y nació su primera hija mujer. Cuatro años y medio después llegó la segunda.
“Dios es el centro de nuestro matrimonio, siempre oramos por eso, obvio que cuesta porque uno se pierde en todas las millones de cosas que tenés para hacer, pero sabemos que el sentido de la vida es cumplir el propósito que Dios tiene para nosotros y en las situaciones difíciles que hemos tenido que pasar nos hemos encontrado unidos y muy fuertes en la fe. Fue una historia fuera de lo habitual que nunca la pensé para mí pero hoy, no lo podría pensar de otra manera”, concluye Mariana.
Si querés contarle tu historia a la Señorita Heart, escribile a corazones@lanacion.com.ar
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