Cambió Mar del Plata por Barcelona, no funcionó y optó por vivir en Edimburgo, donde consiguió trabajo en pocos días, vivió tres meses en un hostel, se enamoró y durante los siguientes años se insertó en una sociedad que describe como abierta y muy divertida.
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Tomás Dreon se sentía en el limbo. Tenía 19 años cuando su padre, quien vivía en Barcelona junto a su mujer, Marta, le propuso hacer las valijas y probar suerte en Europa. Aceptó de inmediato, en definitiva en Mar del Plata, su ciudad natal, se sentía estancado y su carrera universitaria no lo motivaba lo suficiente como para negarse a semejante aventura.
Luego de varios meses de trabajo y ahorro, el joven subió al avión con un pasaje de ida y vuelta en mano, por si las cosas no salían tal como lo añoraba. A pesar de los miedos, durante el vuelo dejó que la exquisita adrenalina generada por lo desconocido se apoderara de él, así como los buenos pensamientos: contaba con la ciudadanía italiana gracias a sus abuelos (que demoraron un año en tramitar la documentación para que pudiera acceder a la ciudadanía), era joven, y sabía que aquel era un buen momento para lanzarse al vacío y emprender vuelo.
“Fueron una mezcla de muchísimas emociones, me sentía realizado, el paso más importante lo había hecho y sabía que muchas buenas cosas estaban por venir, aunque no tenía ni idea cuáles podrían ser. Eso lo hacía más interesante”, rememora.
La llegada a Barcelona y la dificultad de conseguir trabajo
Pisó Barcelona con la idea de que lo más importante era estudiar y alcanzar un título profesional, pero bastaron unas pocas semanas para que Tomás se diera cuenta de que tenía un mundo de oportunidades más amplio del que creía que existía, así como un sinfín de experiencias nuevas por vivir: “No tenía que seguir el camino preestablecido en mi cabeza”.
A pesar del entusiasmo, los primeros meses fueron duros, tenía poca experiencia laboral y España era reticente con las ofertas laborales. Por fortuna, su padre y Marta estaban allí para tenderle una mano con las cuestiones burocráticas y el alojamiento.
“Me llevó casi seis meses conseguir un trabajo estable y con un sueldo aceptable, en el camino hice pequeños trabajos o changas para ir tirando. No quería volver a la Argentina, pronto lo tuve muy claro. Aunque mi situación no era estable, estaba enamorado de la capital catalana”.
Un camino a Edimburgo, el apoyo de una nueva amistad y el descubrimiento de otra realidad: “Escocia y España no parecen ser del mismo continente”
Tomás ya tenía 21 años cuando logró independizarse. Dejó el techo paterno para mudarse a un departamento compartido con un amigo español, Moli, y una amiga escocesa, Linzi. Sus ganas de estudiar, mientras tanto, regresaron a él, aunque sentía que allí era casi imposible. Amaba Barcelona, pero en él comenzó a crecer la certeza de que si quería estudiar y trabajar a la par, debía cambiar de rumbo.
Fue su amiga Linzi, oriunda de Edimburgo, quien le comenzó a endulzar los oídos con su país, poco a poco: “Me di cuenta de que allí había oportunidades para crecer que no estaba encontrando en Cataluña. Empecé un curso de inglés y tomé la decisión de ir a probar suerte al país del monstruo del lago Ness”, cuenta.
Por segunda vez, la fortuna de contar con alguien acompañaba a Tomás. Linzi había regresado a Edimburgo un tiempo antes de que él aterrizara en Escocia, y no dudó en ofrecerle alojamiento hasta que él encontrara trabajo y morada.
“Me impactó mucho la llegada. Escocia y España no parecen ser del mismo continente. Me llevó poco más de cinco días conseguir un trabajo estable de bachero en un restaurante, ya que mi nivel de inglés era más malo que básico”, sonríe.
Una experiencia muy particular en Escocia
A las pocas semanas de su llegada a Edimburgo, Tomás decidió mudarse a un hostel en pleno centro de la ciudad: The Castle Rock Hostel. Allí se alojó durante tres meses, un período que le transformó la vida por completo.
En el hostel contaba con su cama cucheta en una habitación que compartía con ocho personas más, que también vivían en el lugar: “Fue una experiencia inusual, pero positiva, ya que ayuda a integrarse más rápido con la ciudad, el idioma y te permite compartir un montón de momentos con gente de todo el mundo, como cocinar juntos en la inmensa cocina del lugar, jugar al pool, hacer una noche de cine o salir”, asegura.
“Había gente como yo, que vivía en el hostel y trabajaba, pero también turistas de diferentes partes del mundo. Esos meses fueron excepcionales, me abrió la mente como nada, realmente me explotó la cabeza poder vivir algo así”, continúa Tomás, quien en Edimburgo estudió licenciatura en Turismo.
La vida en un bar, contar historias de fantasmas y enamorarse en Escocia: “Fueron los cinco mejores años de mi vida”
Tras aquellos tres meses en el hostel la ciudad se transformó. Tomás comenzó a recorrer las calles de Edimburgo como si fuera un integrante más de una comunidad cosmopolita que lo impactó por su buena energía, su simpatía, así como la hospitalidad y apertura de su gente.
Pronto se habituó a que la vida girara en torno a los pubs y a la música en vivo que salía de ellos cualquier día de la semana, así como a las voces animadas de personas de todas las edades: “Las generaciones se mezclan. Podés estar en un bar y ver grupos de estudiantes, familias y gente mayor compartiendo el mismo lugar”, cuenta.
“El invierno por momentos es duro, ya que normalmente amanece tipo 9 y empieza a oscurecer a las 15. Había días que no se veía el sol ya que estaba nublado durante esas pocas horas de luz. Esto generaba el hábito de juntarse temprano con amigos, tipo 17″.
“Halloween es parte de su cultura. A mí me tocó vivirlo muy de cerca, ya que trabajé durante varios años como guía turístico haciendo tours en inglés y castellano, recorriendo el Old Town de Edimburgo contando historias de fantasmas, de la brujería, la peste, entre muchas otras. Era un trabajo muy particular porque me tenía que disfrazar de distintos personajes de época, y actuaba con mi compañero de tour, haciendo participar a los turistas y locales del grupo”.
“A modo de resumen, fueron de los mejores cinco años de mi vida. En Escocia crecí muchísimo como persona, viví momentos únicos, conocí a Inés, el amor de mi vida, y creé amistades maravillosas. Escocia es mi segundo hogar después de Francia, me dio el mundo de oportunidades que estaba buscando y que no pude encontrar en España”.
Un tiempo en París y otro gran lugar en el mundo: “En Rennes pudimos comprar nuestro primer piso”
El amor llevó a Tomás a cambiar de destino. Escocia se había grabado a fuego en su corazón, pero seguir los pasos de su amada y su pasión por lanzarse a lo desconocido pudieron más.
Primero decidieron mudarse a París, por ser más cosmopolita y brindarle la posibilidad al argentino de conseguir empleo con mayor facilidad, a pesar de contar con un francés muy básico. Allí, Tomás descubrió una ciudad llena de oportunidades, una buena universidad pública, un estado presente que ayuda a la gente a progresar y a un pueblo que siempre lucha por sus derechos y se manifiesta si es necesario.
“La calidad de vida en mi opinión no es la ideal ya que no me gustan mucho las grandes urbes para vivir, pero a cada uno sus gustos. Por eso, luego de un par de años viviendo allí y ya teniendo un mejor nivel de francés, decidimos mudarnos a Rennes, la capital de la Bretaña francesa”, continúa Tomás.
“Allí notamos una buena mejoría en relación a la calidad de vida y humana. Creamos muy lindas amistades, conseguimos trabajo apenas llegamos y podemos disfrutar de excursiones y paseos en la naturaleza. La gastronomía es una religión en Francia, hay casi 365 tipos de queso (uno para cada día del año), y cuando se almuerza ya se habla de qué vamos a cenar. A su vez, hay vinos para todos los gustos”.
“Pero en Rennes hay menos oportunidades laborales, de estudios o inversión, en comparación con París, aunque no deja de ser una ciudad que te permite crecer. Al año y pico viviendo allí pudimos comprar nuestro primer piso, siempre teniendo trabajos estables y con un nivel de vida confortable”.
De regresos y aprendizajes: “Aprendí muchos valores que no tenía, y aprecio la vida de otra forma”
Una década atrás, Tomás compró un pasaje de ida y vuelta con la idea de vivir una aventura. En el camino, Europa cambió sus planes y su manera de ver la vida y el mundo. Hoy, a la Argentina solo regresa de visita, una instancia que le provoca una felicidad extrema, así como mucha ansiedad.
Para el joven argentino, no se trata de irse o volver, sino de darse la oportunidad de vivir otra cultura (aunque sea por seis meses), a fin de ganar riqueza interior, mejorar como humano y aprender a mirar la vida desde distintas perspectivas.
“Pero, por supuesto, aunque soy una persona que me encanta viajar y conocer nuevos lugares, ir a la Argentina es mi destino número uno. Reencontrarme con mi familia y amigos de mi infancia o adolescencia es impagable. Creo que la distancia fortalece o debilita una relación”, reflexiona. “No soy de extrañar, pero cuando llego a Argentina tengo la sensación de que nunca me fui, siempre habrá un pedacito de mí en Argentina. Pero admito que ver la situación social y económica del país me genera un poco de tristeza, aunque siento que el país siempre sale a flote, y que el argentino se las rebusca muchísimo para salir adelante, es algo que destaco, en los países donde viví encontré muy pocos ejemplos como este”.
“Salir al mundo vale la pena, crecí como ser humano, mi vida adulta la empecé y la continúo en Europa, lejos de donde vengo. En los últimos diez años aprendí muchos valores que no tenía, y aprecio la vida de otra forma. Cabe aclarar que soy una persona con mentalidad positiva, curiosa y me encantan los cambios, aunque tengan su lado negativo, como por ejemplo, las despedidas. Me di cuenta de que hay que animarse y lanzarse a lo desconocido, a veces con los pies en la tierra y de vez en cuando no tanto”.
“Making a big life change is pretty scary, But ‚know what’s even scarier? Regret”, cita Tomás. “En definitiva, saber inglés y tener la oportunidad de viajar o vivir en un lugar con gente de todo el globo, te permite conocer a un universo de personas. Escuchar sus historias, aprender de sus culturas y valores, crear amistades impensadas y quién dice, también encontrar el amor”, concluye.
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Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.
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