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Alicia Muñiz rememora, con lujo de detalles, la primera vez que asistió a una clase de tango en el barrio de Avellaneda. Tenía apenas treinta años y fue a partir de la iniciativa de una amiga. “Ella hacía varios meses que estaba aprendiendo a bailar y me insistió para que la acompañe. Te va a encantar, me dijo”, relata Muñiz. Aquella noche Alicia llegó puntual, sin embargo su compañera tuvo un imprevisto personal y no logró asistir al encuentro. Ella tomó coraje y tras escuchar atentamente al profesor se dejó llevar. Al instante se sintió protagonista. En una de las pistas conoció al amor de su vida, Fernando, y también a Raquel Coltrinari, quien con el tiempo se convertiría en su socia. “Me fascinó, me enloqueció. En ese momento comencé a perfeccionarme y asistir a todas las milongas de la ciudad. Hasta que en una oportunidad se me ocurrió arrancar a diseñar mis propios zapatos de tango. Es que los que había me parecían anticuados, básicos, cerrados y casi todos iguales de color negro. Me aburrían”, confiesa, entre risas, detrás del escritorio de su boutique “Comme Il Faut”, ubicada en el bellísimo pasaje “Rue des Artisans” (ruta de los artesanos) en la calle Arenales 1239 en el coqueto barrio de Recoleta. Lo que comenzó como un hobbie se transformó en un emprendimiento exitoso: sus exclusivos modelos son los preferidos de las bailarinas y los exporta a Europa, Estados Unidos y Asia.
2001: una mañana en plena crisis
Fue una mañana, en plena crisis del 2001, cuando Muñiz descubrió un aviso que le llamó la atención en el diario. “Aprenda a diseñar sus propios zapatos”, decía como anticipo del curso. Ella sintió una corazonada y, sin dudarlo, se anotó. “Quería hacerme modelos para mí. Me encargué del diseño, de cortar cada pieza y elegir los materiales. Fue muy divertido. Estuve más de dos años probando diferentes hormas y tacos para que quedaran bien confortables. Y empecé a hacer un calzado de tango diferente al que había: antes eran todos cerrados y yo propuse hacerlos abiertos. También le cambié el estilo de las suelas ya que antes eran todas negras. Así le di un toque más moderno y de diseño”, cuenta. Su primer modelo fue uno de color cobre con un taco de 10 centímetros de altura. Luego, incursionó con otro de cavallino blanco con pintas negras. Cuando se sintió confiada con sus creaciones, los lució en una de las milongas y sus amigas quedaron maravilladas. “¿Dónde los conseguiste?”, me preguntaron. No me creyeron cuando les conté la historia”, confiesa, entre risas. Al tiempo sus colegas le encargaron un par y con el boca a boca, los modelos de Alicia de colores vivos y llamativos; con dedos abiertos, encaje, terciopelo, satén y hasta animal print conquistaron las pistas de baile.
“Bailarinas extranjeras me pedían de 6 a 8 pares”
El emprendimiento comenzó con un showroom pequeñito en su departamento. Al principio era muy secreto y de “culto”, al que únicamente llegabas por recomendación. Poco a poco empezó a crecer por toda la ciudad de Buenos Aires y traspasó fronteras. “Una tarde se llenó de bailarinas extranjeras. Todas querían llevarse su modelo, me pedían de a 6 y hasta 8 pares”, detalla Alicia y cuenta cómo se inspiró con el nombre del emprendimiento.
“Comme Il Faut, es muy significativo. Por un lado, es el nombre de un tango clásico, que me encanta, de Eduardo Arolas. Por el otro, en francés significa “como debe ser”. Considero que hago un producto genuino y de calidad. Zapatos como deben ser”, revela la creadora.
Una tarde, mientras caminaba para entregarle un exclusivo diseño a una clienta encontró un cartel de “alquiler” en un local del pasaje “Rue des Artisans”. “Cuando subí la escalerita y descubrí el lugar me pareció mágico. Además, tiene un aire parisino alucinante y mantiene la misma mística de estar escondido. No quería que fuera un local a la calle”, admite mientras recorre el salón con gigantescos espejos antiguos, sillones y cómodos taburetes. De fondo, suena un tango de la década del 50, uno de los preferidos de la anfitriona.
Los estantes están repletos de cajas de color blancas con distintos modelos y tamaños de taco (desde los 6 hasta los 10 centímetros de altura). Hay de color nude; fucsia con amarillo, azul eléctrico, de leopardo, rojos, de terciopelo, plateados, combinados y hasta a rayas, entre muchísimos más. Muñiz, cuenta que de cada modelo no confecciona más de cien pares. “Por eso, digo que son como mini colecciones cápsulas”, agrega y comienza a explicarnos el minucioso proceso de producción artesanal de cada uno. “Primero armo el diseño (que es la parte que más disfruto) y después elijo los materiales”, detalla y se acerca al pequeño ambiente repleto de cueros, gamuzas, terciopelo, entre otros, de distintas gamas de colores.
Cómodos y resistentes
En su mesa de trabajo, Luis Verón, de 48 años, se encuentra cortando un forro (revestimiento interior del calzado). A su lado, tiene curiosas herramientas: lima triángulo, fleje de acero y una piedra de color negra de gran tamaño. En otras cajitas apiladas guarda las escalas y moldes para cada talle. “Arranqué en este oficio a los 15 años.
Viene de familia, mi padre siempre trabajó de armador”, confiesa, mientras le da forma, con movimientos rápidos y precisos, a un cuero para un calzado de charol negro con pulsera de color plateada. Tras pasar por el sector de cortado, las piezas se dirigen a otro taller artesanal de aparado y armado. Allí también le colocan su taco correspondiente. Cuentan que cada par tiene un proceso de producción entre cuatro a cinco días. “El zapato tiene que ser anatómico y envolver el pie. Además, de cómodos y resistentes para el baile de varias horas”, admite la experta.
Varias jovencitas se acercan en busca de su primer par. Carina, una de las empleadas, cuenta cómo se encargan de asesorarlas. “Primero les preguntamos el talle y la gama de colores que les gustan. Luego, les vamos trayendo varios modelos (entre 20 y 30 cajas). Hay un calzado ideal para cada una”, dice. Encontrar al indicado no es tarea sencilla: en promedio cada cliente tarda aproximadamente dos horas en la elección. “Para la bailarina es como elegir un auto, el zapato la acompaña a todos lados. Ahora están saliendo mucho los de color piel”, afirma Carina, mientras acomoda en cajas algunos diseños que están en el suelo.
Alicia se enorgullece cuando oye que el tango como danza vive un gran auge a nivel mundial. “Muchos bailarines empezaron a viajar y los contrataron para ir a dar clases por el mundo. Creo que gran parte de este renacimiento se lo debemos al espectáculo Tango Argentino”, considera. Muchas de sus creaciones lucen en los pies de bailarinas por Europa, Estados Unidos, China, Japón, entre otros. Entre ellas, Claudia Codega, Graciela González, Milena Plebs y Geraldin Rojas, por tan solo mencionar algunas. Por su boutique también han pasado Rania de Jordania y la diseñadora de moda Carolina Herrera.
Cuando se celebra el Festival y Mundial de Tango en Buenos Aires a Muñiz le fascina ir como espectadora. “Siempre me emociona”, confiesa. De vez en cuando, con Fernando, su compañero en la vida y la pista, bailan en las milongas porteñas algunos éxitos de Juan D’arienzo, Carlos Di Sarli y Ricardo Tanturi. “En una época íbamos muy seguido”, admite, quien en su hogar tiene un closet repleto de zapatos. “Tengo muchísimos, imposible poder contarlos. Los que más me gustan son los de taco alto, te parás de otra manera”, dice. Uno con perlas en el taco fue su última incorporación a la colección. Su escritorio está repleto de accesorios y objetos con figuras de tacones: cinta, llaveros, anotadores, cuadernos y cajas. “Soy fanática. ¿Se nota? “, remata, risueña. A su lado, colgada en una de las paredes, se encuentra un cuadrito con la partitura original de “Comme Il Faut’', tango sentimental para piano por Eduardo Arolas; que inspiró el nombre de sus zapatos.
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