“En mi infancia, mi familia pasó por muchas situaciones de pobreza y recuerdo haber tenido que dormir varios días con mis hermanas dentro del Fitito, porque una hipoteca hizo que se perdiera la casa donde vivíamos con mis padres”. Así como la de Diego Consiglio, presidente del club Reunidos por el 600, no son pocas las historias -de paletas de colores diversas- que se tejen en torno a ese vehículo que se dejó de fabricar casi en simultáneo con el inicio de la Guerra de Malvinas, pero legó una estela indeleble entre los “fierreros” y los que, alguna vez, algo tuvieron algo que ver con el pequeño gigante de dos puertas y poco más de tres metros de longitud.