El yoga, una actividad de riesgo para los varones
Un estudio demostró que entre los hombres es superior la tasa de lesiones, como su gravedad; fuerza y músculo, aseguran, juegan en contra
NUEVA YORK.- Los hombres son famosos por ignorar sus dolores y achaques. Se realizan chequeos físicos con menos frecuencia que las mujeres, y si están preocupados por su salud, no suelen comentarlo con nadie. Cuando les duele algo, tienden a evitar a los médicos y a confiar en los remedios caseros, como evitar levantar cosas pesadas si les duele la espalda. Los atletas varones siguen adelante a pesar de las lesiones. Cuestiones de hombría y de virilidad.
Ese estereotipo, como todos, tiene sus excepciones. Pero la negación de las lesiones y de la enfermedad -que van desde lo intrascendente hasta lo mortal- es tan común que los médicos buscan la manera de alentar a los varones a manifestar más abiertamente sus inquietudes.
Así que vale la pena prestar mucha atención cuando los hombres empiezan a hablar de un dolor insoportable o de un profundo malestar en sus vidas. Hacerlo me condujo a un descubrimiento inesperado, que pude confirmar con gran cantidad de datos oficiales. Ese hallazgo revela que el yoga puede ser sumamente peligroso... para los varones.
Los hombres que doblan, estiran y contorsionan sus cuerpos son relativamente pocos. Pero en proporción, son mucho más frecuentes los reportes de lesiones en hombres que en mujeres, y los médicos también están diagnosticando más lesiones graves: derrames cerebrales, fracturas, nervios muertos y espaldas quebradas. En comparación, las mujeres sólo se quejan de molestias menores. Esas revelaciones dicen mucho acerca del yoga moderno y sugieren el modo en que podría ser más seguro.
Sorprendentemente y hasta donde yo sé, la evidencia sugiere que las lesiones que sufren los hombres nunca antes se habían hecho públicas. Ni tampoco su contracara: que las mujeres son menos vulnerables. El tema del riesgo de los varones amerita ser discutido, aunque más no sea por el hecho de que la floreciente industria del yoga hace tiempo que apunta a los varones como una inteligente manera de extender el negocio.
Una observación informal de los hechos señala algunas explicaciones posibles. Los expertos en yoga dicen que las mujeres tienden a considerar las clases como un refugio, mientras que para los hombres son un desafío: muchas veces su objetivo es impresionar al sexo opuesto.
Las mujeres dicen que los varones se exigen demasiado, y demasiado pronto. Los hombres admiten que les gusta la intensidad, pero dicen que el problema son los instructores que los fuerzan a realizar posturas avanzadas y a la vez los instan a hacer caso omiso del dolor.
Tara Stiles, una instructora que dirige un popular centro de yoga en Manhattan, dice que los varones tienen más masa muscular (una de las razones de su relativa falta de flexibilidad) y que, por lo tanto, se fuerzan a sí mismos a hacer posturas que, de otro modo, les resultarían imposibles. Otros instructores se hacen eco del análisis de Stiles y citan anécdotas que corroboraban el argumento.
En el yoga, las posturas -llamadas "asanas"- son unisex. Pero en el transcurso de mi investigación descubrí un mundo de información poco conocida sobre la disparidad del yoga entre los géneros.
En La ciencia de la flexibilidad , Michael J. Alter explica que la zona pélvica de las mujeres tiene una forma que permite un rango sumamente amplio de movimientos y juegos articulares. En el yoga, la pelvis es el pivote central de las torsiones extremas de las piernas, la columna y el torso.
En junio, envié una consulta al Sistema Nacional de Vigilancia Electrónica de Lesiones que lleva adelante la Comisión de Seguridad del Consumidor de los Estados Unidos, que hace un monitoreo de las salas de emergencia hospitalarias. Los funcionarios me enviaron los datos de 18 años de seguimiento anual.
Las cifras del material publicado sobre la práctica del yoga en Estados Unidos consignan que a principios del período estudiado los varones representaban el 10% del total, y hacia el final del mismo período eran alrededor del 23%. Así que la media parece rondar el 16 por ciento.
Si los hombres se lesionaran proporcionalmente respecto a la cantidad que practica yoga, la tasa de heridos debería ser de alrededor del 16 por ciento, o sea mi estimación del porcentaje de varones sobre el total de yoguistas. Pero el índice resultó ser más alto. En definitiva, descubrí que los hombres superaban el 24% de los ingresos en salas de emergencia. Para profundizar mi análisis, hice un desglose según el tipo de lesión específica, especialmente las lesiones internas. Y resultó ser que los varones representaban el 20% de los desgarros musculares y daños en ligamentos, con su consecuente inflamación articular. En dislocaciones de rodilla, hombro y otras articulaciones, los varones llegaban al 24 por ciento.
En cuanto a roturas de huesos y fracturas, la cifra fue del 30%, y la ubicación de esas fracturas iba desde los dedos de los pies hasta la tibia, el hueso más grande de los dos que componen la antepierna.
En cuanto a las lesiones en los nervios que pueden acarrear dolor y pérdida de control muscular, la cifra entre los varones trepa a más del 70%, incluido casos de ciática, cuando una compresión de la médula espinal en el sacro puede causar dolores que se extienden por la espalda, la cadera y la pierna.
El ingreso de pacientes mujeres mostraba lo contrario. Las heridas graves eran pocas y abundaban las dolencias menores. Entre las mujeres se registraron, por ejemplo, la gran mayoría de los desmayos.
Nada de esto significa que las mujeres no se lesionen. Pero a los hombres les va peor.
En agosto, compartí mi análisis con Loren M. Fishman, una médica que utiliza el yoga como parte de su terapia de rehabilitación. Fue contundente: "A los hombres la fuerza les juega en contra".
Traducción de Jaime Arrambide