El vínculo de la Reina Juliana de Holanda y la hechicera acusada de ser "su Rasputín"
Bernardo de Lippe-Biesterfeld era un príncipe alemán de segunda categoría, un triste caza fortunas, que andaba buscando a una mujer rica con quien casarse. Dos ya lo habían rechazado. Venía así, de capa caída, cuando en los Juegos Olímpicos de 1936, celebrados en Berlín, tuvo la suerte no sólo de cruzarse con la princesa Juliana de Holanda, la hija única de la reina Guillermina y el príncipe consorte Heinrich, sino también de que ella se rindiera ante sus encantos.
Estamos hablando de los abuelos –ya fallecidos- del actual rey Guillermo de Holanda, el marido de Máxima, que se casaron en La Haya en 1937. A pesar de un matrimonio controvertido, los dos murieron con un par de meses de diferencia en 2004. Quizás se querían de verdad. Los hechos públicos hacen creer que el amor no era la esencia de la pareja, sin embargo, nadie conoce el universo más íntimo que se forma entre dos personas.
Juliana tuvo que soportar las continuas infidelidades de su marido además de la lógica machista en la dirección del reino donde, a pesar de ser el consorte, era él quien mandaba. "Él actuó siempre como un príncipe feudal. Juliana intentó divorciarse hasta en dos ocasiones. Al principio, la reina miraba hacia otro lado respecto a las múltiples infidelidades de su marido e incluso lo ayudaba a mantener a los dos hijos de otras relaciones extramatrimoniales, pero a veces se hartaba. Bernardo fue su talón de Aquiles. A pesar de todo lo que la hacía sufrir, siempre supo perdonarlo cuando él se disculpaba por sus escándalos sexuales", asegura la socióloga holandesa Jolande Withuis en su libro Juliana: una princesa en un mundo de hombres.
El consuelo de la reina
Nadie dejaba de cumplir sus deberes maritales a pesar de los escándalos. Juliana y Bernardo tuvieron cuatro hijas: Beatriz –la madre de Guillermo-, Irene, Margarita y Cristina. Esta última nació ciega debido a que su madre tuvo rubéola durante el embarazo. La ceguera de su hija fue demasiado para Juliana sumado al comportamiento de su marido. Con tal de curarla parecía estar dispuesta a lo que fuera. En este contexto de decepción, fue el mismo Bernardo quien le presentó a la que años después se convertiría en su enemiga. Desesperado también por una forma de sanar a su hija, el rey se enteró de la existencia de una mujer llamada Greet Hofmans que había ganado popularidad por sus supuestos dones de videncia y contacto con el más allá. La ubicó y se la presentó a Juliana en 1948.
Hofmans no curó a la princesa, pero en menos de tres meses se había convertido en una habitué del palacio Soetsdijk y en la confidente de la reina. Durante nueve años fue su consejera. Al principio, a nadie pareció importarle hasta que Juliana, en una visita oficial a Estados Unidos en 1952, dio un discurso basado sobre las enseñanzas pacifistas de Gandhi y otras creencias esotéricas propias de Hofman. Las palabras fueron interpretadas como una posición ambigua en el contexto de la Guerra Fría donde Holanda era una aliada importante de Occidente.
Fue el puntapié inicial para que Greet Hofman fuera observada con desconfianza, especialmente, por Bernardo, quien veía en Hofman una amenaza a su poder. Muchos notaron las similitudes de esta relación con la que reina Alejandra de Rusia había tenido con Rasputín. De hecho, un artículo publicado en 1956 por la revista alemana Der Spiegel fue titulado "Entre la reina y Rasputín", haciendo referencia al vínculo de Juliana con Greet. Cuentan que fue Bernardo el que facilitó la información para la nota con el objetivo de hundir a Hofmans. Después de que la reina le pidiera el divorcio, su marido pidió ayuda al gobierno argumentando que las decisiones de la reina no podían estar en manos de una hechicera.
Amenaza de muerte
Una comisión formada por el gobierno investigó la influencia de Hofmans en el palacio y concluyó que la única responsable de la crisis matrimonial era ella por lo que debía desaparecer de la corte de inmediato a pesar del apoyo incondicional que siguió obteniendo de Juliana. En 2008, el historiador holandés Cees Fasseur reveló en su libro Juliana y Bernardo. Historia de un matrimonio que la vidente recién abandonó el lugar cuando recibió una carta en la que se le advertía que si no se iba voluntariamente sería asesinada.
En cuanto a los poderes verdaderos o no de la consejera de la reina, lo único que se puede decir es que la organización holandesa llamada Asociación contra la Charlatanería clasificó en el puesto número 14 a Hofman en su lista de principales charlatanes del siglo XX en los Países Bajos.
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