“El Vampiro de la ventana”: el asesino serial tucumano que mataba mujeres mordiéndoles el cuello, como Drácula
Famoso por morder el cuello de sus víctimas, es una de las leyendas más contadas de la Argentina
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Cuando pensamos en historias de terror, es normal pensar en fantasmas, hombres lobo o incluso vampiros. Si pensamos especialmente en este último, probablemente el nombre de ‘Drácula’ aparezca casi que instantáneamente, ya que es un referente muy claro sobre estos personajes que se caracterizan por beber sangre humana, tenerle miedo a la luz y que pueden o no volar, por el hecho de que están muy asociados a los murciélagos.
En la década de 1950, hubo un personaje de la historia argentina que realmente atemorizó a la ciudad de Monteros, en Tucumán. Un caso que trascendió las barreras de la provincia y se convirtió en un relato de interés nacional. Esta es la historia de Florencio Roque Fernández o más conocido como ‘El Vampiro de la Ventana’, el mayor asesino serial que alguna vez tuvo Argentina. O eso es lo que parece.
Una tragedia que se pudo haber evitado
Florencio Roque Fernández nació en una familia humilde en el año 1935. Su infancia fue un poco complicada, ya que desde muy niño presentaba conductas extrañas. Fue diagnosticado con una psicopatía que más tarde se transformó en esquizofrenia. Nunca fue tratado médicamente. Sus padres lo abandonaron tiempo después de su primer diagnóstico y desde ese momento se dedicó a mendigar en las calles. Ocasionalmente delinquía, robaba comida y pequeñas cosas, pero nadie creía que pudiese ser peligroso.
Durante el apogeo de la adaptación al cine de Drácula de Bram Stoker, la vida de Fernández daría un vuelco de 180 grados. El famoso filme de 1931 llegó a las salas de todo el mundo, incluyendo por supuesto, las de Monteros. Aunque Florencio no sabía leer, sí le gustaba mucho el mundo del cine y el espectáculo, razón por la cual, con las pocas monedas que tenía, compró un boleto en el teatro local. Una entrada que no solamente le garantizó la entrada a la función, sino que también fue su pase para el comienzo de su mayor afición.
El vampiro de Monteros
Según consignó LA NACION en una nota del 2019, los psiquiatras que trataron a Fernández, llegaron a la conclusión de que después de haber visto la película, se había mimetizado con el personaje, adquiriendo comportamientos similares a los de un vampiro. Tenía fotofobia, es decir, sentía molestia ante la luz, razón por la cual vivía en una cueva y solo salía en las noches. Además, también se registró que tenía fuertes deseos por la sangre.
Su primer crimen precisamente ocurrió en una calurosa noche de 1953. Según las crónicas de ese entonces, Florencio se coló a la habitación de una joven con quien desde hace un tiempo se había obsesionado. Entró por una de las ventanas que estaba abierta y antes de matarla, la golpeó con un martillo hasta dejarla inconsciente. Después, procedió a morder su cuello hasta desgarrarlo, lo que causó su muerte.
Este fue su modus operandi por seis años más, en los cuales cometió un total de 15 asesinatos. El victimario aprovechaba que para la época, en momentos de intenso calor, era muy común dejar las ventanas abiertas todo el día y noche.
La Policía quedaba sorprendida de que siempre la escena fuese igual: una joven muerta con el cuello desgarrado y un martillo al lado de su cabeza. Ocasionalmente se encontraban palos de escoba u otros objetos rotos, como señal de forcejeo. Pero lastimosamente ninguna había logrado escapar de él.
Incluso las autoridades llegaron a creer que, así como en la película de Tod Browning, también recogía la sangre de sus víctimas y la bebía. Toda esta mezcla de elementos, hicieron de hecho que la comunidad creyera que sí había un verdadero vampiro rondando por la zona.
Las primeras indagaciones que hizo la Policía local no arrojaron resultados. Después de semanas de investigación, siempre llegaban a los mismos puntos muertos. Ahí fue cuando llamaron a la Policía Federal para que colabore con el caso. Días después, el 14 de febrero de 1960, el asesino al que se le adjudicó la muerte de 15 mujeres en Tucumán, fue detenido en una cueva cerca de la ciudad.
Según las crónicas de la época, Fernández cayó a sus 25 años, una noche cuando supuestamente planeaba el asesinato de su siguiente víctima. Sin embargo, esto jamás se ha podido corroborar del todo, así como el hecho de que realmente fuese un asesino en serie.
Se presume que cuando fue capturado, no parecía realmente asustado. Por el contrario, estaba casi aliviado. Varios medios y crónicas han dicho que las autoridades judiciales pidieron exámenes psiquiátricos y físicos para el victimario.
De esta forma diagnosticaron su esquizofrenia, además de comprender las condiciones tan deplorables en las que vivía. A pesar de ser acusado de asesinato, fue declarado inimputable y se decidió internarlo en un psiquiátrico de San Miguel de Tucumán, donde murió en 1968.
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