El vacío post-Mundial: ¿y ahora de qué hablamos?
"Vacío total", responden varones y mujeres de todas las edades cuando se les pregunta cómo viven la eliminación argentina de Rusia 2018. Luego de un par de semanas a pura épica y pánico, sucedió lo inevitable: la Argentina perdió en octavos de final y, en un sentido, el Mundial se terminó para nosotros.
Para muchos es un evento que va mucho más allá de lo deportivo: es uno de los pocos puntos de encuentro colectivos en los que las diferencias tienden a borrarse. "Los partidos de la selección aúnan el sentimiento de la gente, es algo que podemos compartir todos. Estamos todos prestando atención a la misma cosa por un rato", piensa Nicolás Machin, psicólogo deportivo. Es también una de las pocas fechas sentidas como "patrias": más que en cualquier feriado, en el Mundial los argentinos conectan con su sentir nacional. "Acá el nacionalismo pasa por el fútbol, la selección y el Mundial", dice Machin.
"Por esta parte se extraña el ritual. A esta edad juntarse es complicado. El Mundial es una excusa casi ineludible", dice Nahuel (33), antropólogo y docente, y no es el único. Los futboleros siguen mirando los partidos, pero cada uno en su casa o donde puede: quedan atrás las picadas, los asados.
Sin embargo, muchos dicen que el Mundial de la selección ya empezó un poco pinchado y que por eso la decepción no fue tan grande: "Es el primer Mundial que recuerdo en el que las expectativas eran tan bajas que creo que el efecto de la derrota fue mucho menor. Yo sigo mirando los partidos que quedan, que vienen siendo bastante buenos", dice Alan (25), periodista. "Yo no siento un vacío", concuerda Leandro (34), economista, "porque Argentina se desempeñó de acuerdo a lo esperado. Si te gusta el Mundial como evento, seguís mirando y ocupando tu agenda. Si solo te interesa ver a la Argentina, se te aguó la fiesta. Pero partidos como Bélgica vs. Japón dan cuenta de lo diferente que es un Mundial al lado de todas las otras competencias". Como Alan y Leandro, Marcelo (comunicador, 37) sigue mirando los partidos e incluso destaca las ventajas de verlo después de la eliminación: "Este es el Mundial más lindo (en términos de la calidad de las imágenes), con partidos muy entretenidos. Es un entretenimiento fantástico para el horario laboral. Y la eliminación de la Argentina tiene como saldo positivo poder verlo sin morbo ni ansiedad". A muchos les sucedió lo que a Jorge (35, diseñador audiovisual): empezaron con expectativas bajas, pero sufrieron porque se ilusionaron sobre el final. "Si bien era esperado quedar afuera en las primeras instancias, el partido contra Nigeria me mostró a otra selección. Esa épica me llevó a tener esperanzas hasta el último segundo. Pero, como dijo Ginóbili, los argentinos pensamos que todo se gana con huevos y coraje y no... primero hay que jugar bien. Que la selección se quede a mitad de camino siempre duele. Siento un vacío y el maldito ‘qué hubiera sido si’ que nos va a martillar la cabeza toda la vida", cuenta Jorge.
Una máxima no cumplida
Además de las expectativas y el desempeño de la selección y del técnico, para algunos el Mundial empezó eclipsado por el agitado contexto político y económico: "En este Mundial me pasó algo inédito: durante los partidos de Argentina me ponía nervioso, sí, pero ante las derrotas y la eliminación no me hice demasiada mala sangre. En otros mundiales me deprimía un poco ante esas cosas. Ahora, tal vez por el clima social y político, estuve medio apático", dice Ignacio (42), librero: "Lo que más me empujó en este Mundial a hinchar por la selección fue pensar y ver la alegría que tuvo y tendría mi hijo con las victorias. Tal vez si él no existiera más grande habría sido mi apatía".
"A mí siempre me importó un montón, pero este año me pasaron dos cosas", suma Verónica (29), profesora de inglés: "Primero, que estaba cantado que no íbamos a llegar lejos; segundo, que el Mundial empezó el mismo día en el que pasó la media sanción de la interrupción voluntaria del embarazo. Es loco porque el Mundial siempre me dio esa sensación de ser parte de algo más grande que yo y compartirlo con mucha gente, pero el 13J en el Congreso sentí eso potenciado por mil, entonces lo otro quedó en segundo plano".En efecto, cuando se le pregunta a la gente si ahora se "desayuna" de la situación económica y política del país después de una especie de veranito, la mayoría contesta que no: todo indica que este año no funcionó esa máxima que dice que el Mundial "tapa" el resto de la realidad.
"Creo que, al contrario de lo que suele decirse, durante el Mundial no se ‘despolitizó’ el debate público sino que se ‘politizó el fútbol’: es así como en el espacio público (al menos en el virtual) se hicieron analogías, comparaciones, extrapolaciones y lecturas que buscaron paralelismos entre fútbol y política, tanto humorísticas como serias", opina Ana Soledad Montero, investigadora del Conicet y docente en la Unsam, especialista en discurso político: "El debate sobre la ley de interrupción voluntaria del embarazo mantuvo su vigor, y tanto la prensa como la ciudadanía se mantuvieron atentas a la crisis del dólar, por ejemplo", dice Montero.
El Gobierno tampoco se embanderó demasiado en este Mundial (Mauricio Macri pidió que los funcionarios se abstuvieran de viajar a Rusia), y quizás en lugar de agitar banderas patrióticas aprovechó el cambio de agenda para replegarse: "No hubo sobreactuación futbolera –dice Montero–, las referencias al Mundial fueron medidas. No hubo más que algún tuit o declaración breve del Presidente o de los ministros. En cuanto a las grandes novedades políticas, fueron comunicadas públicamente, pero con poca presencia de los funcionarios en los medios".
En definitiva, aunque nos haya tocado un Mundial breve y deslucido, la nostalgia pega igual, incluso para los que siguen mirando los partidos con atención: "Es una fiesta de la que te invitaron cordialmente a retirarte, a determinada hora es para el sector VIP", dice Marcelo (54), escritor. "Uno puede verla desde el jardín, pero no se puede bailar ni probar un saladito".ß
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