El 3 de noviembre de 1968 se produjo el lance entre el radical Yoliván Biglieri y el almirante Benigno Varela, fue el último de nuestra historia y tuvo repercusión internacional
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Entre 1880 y 1920, los duelos de caballeros tuvieron su apogeo en el país. Eran tiempos en los que el honor se defendía con la vida. Había reglas claras, inspiradas en la costumbre europea: los duelistas debían conocer el Código Argentino de Duelo, saber cómo empuñar un arma y presentarse en el “campo del honor” acompañados por un médico y padrinos que los asistan.
Tras el final de la Primera Guerra Mundial, estos desafíos cayeron en desuso, fueron desapareciendo de las crónicas porteñas, hasta que ocurrió lo menos pensado: en 1968, hace 55 años, un político radical y un marino decidieron dirimir sus diferencias a la vieja usanza... y se batieron a duelo.
Sin proponérselo, el abogado Yoliván Biglieri y almirante Benigno Varela protagonizaron el último duelo en la historia argentina. Su enfrentamiento fue noticia en los principales medios del mundo: “El duelo todavía juega un papel en la política latina”, tituló el New York Times. Esta es su historia.
“Fue parte del folclore familiar”
“La vida de mi padre fue como la de un futbolista: demasiado joven llegó a lo máximo. El haber protagonizado ‘el último duelo’ lo convirtió en una celebridad cuando aún no tenía 50 años. Era como tener a Maradona en casa, el duelo fue su gol a los ingleses, su momento de gloria. El tema que se convirtió en parte del folclore familiar”, reflexiona Alberto Biglieri (59), hijo de Yoliván Biglieri.
Yoliván Biglieri nació el 5 de agosto de 1923. Era hijo de un anarquista italiano que había llegado al país antes de la Primera Guerra Mundial y de una madre criolla. Estudió Derecho en la Universidad Nacional del Litoral y cursó el doctorado en la Universidad de Buenos Aires. Luego, se convirtió en Escribano, profesión que ejerció en Lanús.
El 12 de octubre de 1963, Arturo Illia asumió la presidencia de la Nación. Entre sus colaboradores más cercanos estaba Biglieri. El joven abogado, militante del radicalismo, se desempañaba como uno de los secretarios privados del médico radical.
Yoliván Biglieri, que en su carrera política alcanzaría el cargo de vicepresidente del comité de provincia de la UCR, dirigía el diario Autonomía. “Era una periódico local, de la zona sur, que se fundó para promover la división de Avellaneda y Lanús, que formaban parte de un mismo municipio. A partir de una nota que apareció en el diario se generó el duelo... La redacción estaba en el cruce de las calles 25 de Mayo y Yoliván Biglieri. Sí, le pusieron el nombre de mi viejo a la calle donde estaba el edificio”, explica su hijo.
-Alberto, dice que el diario que tenía su padre fue el motivo del duelo. ¿Qué sucedió?
-Mi padre tenía un odio visceral a los golpes militares. Pero su odio a Onganía era aún mayor, no tenía límites, porque Onganía fue quien derrocó a Illia. En ese entonces, el diario Autonomía publicó un artículo en el que trató de traidor al almirante Benigno Varela. Lo llamó así porque había jurado lealtad a la Constitución y a Illia pero no cumplió. Fue uno de esos artículos que salen sin firma. Mi papá no lo había escrito, pero como representa la editorial del diario, se hizo cargo.
Arturo Illia fue investido presidente el 12 de octubre de 1963. Pero no terminó su mandato: durante la madrugada del 28 de junio de 1966, los jefes de las tres fuerzas armadas (con el apoyo de la Guardia de Infantería de la Policía Federal Argentina) irrumpieron en la Casa de Gobierno y lo derrocaron. En representación de la Marina estaba el almirante Benigno Varela. La “Junta Revolucionaria” -tal como se hicieron llamar los golpistas- ejerció el Poder Ejecutivo durante 24 horas: el día siguiente asumió la presidencia el teniente general Juan Carlos Onganía.
Biglieri publicó el artículo de la polémica dos años después del golpe. Allí se recordaba que minutos antes de derrocar a Illia, Varela se había pronunciado a favor del orden constitucional. El marino se sintió ofendido en su honor y decidió enviar a sus padrinos, el almirante Atilio Barneix y Carlos Alberto Garzoni, para desafiarlo con un lance. Biglieri, como director de Autonomía, aceptó el duelo.
El duelo
“Pasaron un par de meses desde que Varela lo retó a duelo hasta que se llevó a cabo. El lance se pactó a muerte. Los padrinos de duelo de mi padre fueron Vicente Mastolorenzo, el histórico diputado de la UCR, y Jorge Najle, un empresario de la zona que tenía agencia de autos”, explica su hijo. Y aclara que por ese entonces él tenía apenas cinco años por lo que tiene “más memoria reconstruida de lo que se contaba en su casa que real”.
-¿Cómo se eligió el arma?
-El Código de Honor dice que el ofendido es el que tiene derecho a elegir las armas. Pero aclara que cuando entre los duelistas hay un civil, a éste le asiste el privilegio de elegir las armas. Es decir que mi padre tendría que haber elegido con qué arma batirse, pero el almirante no se lo permitió. Mi padre tenía cierta capacidad en tiro, sabía manejar un arma de fuego, pero los padrinos pactaron que el arma fuese el sable “a filo, contrafilo y punta”.
Fijaron fecha para el encuentro: domingo 3 de noviembre de 1968. El “campo del honor”, una quinta privada de Monte Chingolo, sobre la calle Caagazú. Si bien la noticia del duelo y sus detalles debían manejarse con absoluta reserva, la información pronto filtro a la prensa. Finalmente, el día del lance el lugar se llenó de periodistas y fotógrafos entusiasmados con la idea de cubrir una noticia que parecía de otro tiempo. También llegó la policía pero permaneció en el portón exterior “hasta que llegase la superioridad”
Las crónicas de la época son precisas. Poco antes de las seis llegaron los duelistas, acompañados de sus padrinos y médicos. De un Valiant negro bajó Escipión Ferretto, instructor de esgrima del Colegio Militar, que fue el encargado de llevar los sables que se usarían en el lance. Además, oficiaría de juez del encuentro. Eran, en total, 20 personas en la escena. Tal como habían acordado los padrinos previamente, el lance sería de tres asaltos de dos minutos cada uno.
Los duelistas se presentaron con el torso desnudo. Era fácil distinguirlos: Varela llevaba pantalón blanco y mientras que Biglieri había elegido uno oscuro. Cuando Ferretto dio la orden, comenzaron el duelo. Biglieri golpeó primero: con movimientos rápidos, provocó un corte en la oreja derecha de Varela y una herida en su brazo izquierdo. El contraataque del almirante no se hizo esperar y, de un sablazo, le voló los anteojos al radical. Así terminó el primer asalto.
Cuando se reanudó el combate, el almirante cayó al suelo. Sin embargo, Biglieri no aprovechó la oportunidad para dar la estocada final y terminar victorioso el asalto. No era la forma en que quería ser recordado. El radical permitió que el marino levantara su arma para seguir el lance. En las dos pausas, entre asaltos, los médicos asistieron a los duelistas aplicándole desinfectante en las heridas.
“Se hicieron tres o cuatro cortes. En realidad, la escena pareció más impresionante de lo que realmente fue. En ese tiempo, el típico elemento curativo era el Merthiolate, que es yodo. Se los aplicaron en entre asalto y asalto, y daba la sensación de que estaban completamente ensangrentados. Mi padre recibió tres o cuatro cortes. Un par en el abdomen y otro en pómulo. El almirante igual. Además, con su pantalón blanco, daba la sensación de que estaba bañado en sangre... En un momento, los padrinos comprendieron que no tenía sentido seguir. Los dos estaban heridos y cansados, así que decidieron terminar el combate. La ofensa estaba lavada”, cuenta Alberto.
“Por inferioridad física de ambos duelistas diose por finalizado el lance caballeresco a sable que en las primeras horas de la mañana de ayer sostuvieron el almirante Benigno Ignacio Varela y el doctor Yolivan Biglieri. No hubo reconciliación y luego de dos asaltos de dos minutos cada uno, los sables habían dejado sus marcas en los contendores. La intervención de los médicos puso fin al duelo”, describió sobre el encuentro LA NACION, el lunes 4 de noviembre 1968.
El lance duró menos de media hora. Los duelistas bajaron las armas, pero no hubo reconciliación. “Me voy a reconciliar cuando Biglieri publique una retractación”, dijo Varela a sus padrinos. Pero el radical se negó y, antes de retirarse del lugar, le gritó a Varela: “Esto es para que ustedes, los militares, aprendan que los radicales no somos ningunos maricones”. A lo que el almirante respondió: “Reconozco su valentía, pero no puedo decir lo mismo de todos los radicales”. Varela y Biglieri nunca más se cruzaron.
-En el Código Penal el duelo es un delito. ¿Su padre fue sancionado?
-La justicia hizo algunas averiguaciones, pero nunca se llegó a nada. Nadie fue sancionado.
Inmediatamente después duelo, Biglieri fue excomulgado por haber participado del lance. Pero, días después, el obispo de Lomas de Zamora, monseñor doctor Alejandro Schell le levantó la pena.
-La noticia tuvo repercusión internacional. Es difícil entender cómo llegó, en ese tiempo, la noticia al New York Times. Incluso existe un video en blanco y negro del duelo.
-En ese año, Aristóteles Onassis que tenía nacionalidad argentina, había planeado venir en noviembre a renovar su pasaporte. Habían pasado cinco años del asesinato de John Fitzgerald Kennedy y hacía poco que el empresario argentino se había casado con la viuda, Jacqueline Kennedy. Para cubrir su llegada y tener esa imagen vinieron al país periodistas del New York Times y la BBC. Finalmente, en el ínterin, Onassis no vino porque los Estados Unidos le reconoció la nacionalidad norteamericana. Pero los periodistas ya habían llegado y como coordinar el regreso les tomó unos días, mientras estaban acá habrán pensado “¿qué nos llevamos?” y les avisaron que había dos locos batiéndose a duelo y fueron. Por eso la nota salió luego en el New York Times y la BBC filmó el duelo. Fue el azar.
-Desde ese momento su padre saltó a la fama
-Sí, pero no lo usó nunca para sacar provecho en su carrera. Después fue vicepresidente y secretario del comité provincia del partido, pero no pasó de eso. Pero la historia del último duelo le quedó para siempre...
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