El turismo espacial, a punto de despegar
Entre críticas y halagos, tres multimillonarios lideran la carrera para ofrecer viajes recreativos en busca de ingravidez
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Estos locos años 20 seguramente serán recordados, además de por la devastadora pandemia, como la década del gran despegue del turismo espacial. Las promesas que se venían escuchando desde hace años finalmente se volvieron hechos después de algunos intentos fallidos. Salir a dar una vuelta fuera de la atmósfera se volvió un plan posible. Caro, carísimo, reservado para millonarios, pero posible. ¿Estos tours espaciales serán comparables en un futuro cercano a un viaje en avión en la actualidad? Por ahora nadie lo sabe, pero ya no se trata de casos aislados como Dennis Tito, que hace 20 años y por 20 millones de dólares despegó desde el Cosmódromo de Baikonur en Kazajstán y logró pasar una semana en la Estación Espacial Internacional a 400 km de altura.
Ahora se puede comprar un ticket de un servicio regular para volar en una nave especial vestido de astronauta y poder ver la Tierra desde lejos. Lograr ingravidez en el espacio reducido de la nave, esa sensación inigualable de flotar en el aire, de sentirse como una pluma, es uno de los principales atractivos. Parece que ya nada alcanza en la búsqueda de nuevas experiencias.
Las propuestas espaciales comerciales son impulsadas por tres magnates que despuntan el vicio como nuevos conquistadores del siglo XXI: Jeff Bezos, Elon Musk y Richard Branson, que desde hace casi dos décadas comenzaron la carrera espacial versión turística, que recién ahora está dando sus frutos. Tres magnates a los que la Tierra claramente les quedó chica.
Virgin Galactic, de sir Richard Branson, hace años que viene trabajando para poner turistas en subórbita.
La diferencia es que las empresas de Branson y Bezos realizaron vuelos suborbitales y la SpaceX, en su viaje de tres días, alcanzó una altura de 563 kilómetros y una velocidad de 28.160 km/h.
Luego del mal trago por la caída en 2014 del SpaceShip 2 durante un vuelo de prueba en el desierto de Mojave que terminó con la vida del piloto, en julio último consiguió el objetivo, cuando el propio Branson, a bordo del cohete Unity, despegó desde Nuevo México hacia las puertas de la atmósfera, donde pasó unos minutos alejado de la Tierra. En los videos difundidos por Virgin se lo ve flotando en la ingravidez de la pequeña cabina y repitiendo una y otra vez que es “increíble”. Al regreso, poco después de una hora de haber dejado la Tierra, afirmó que había sido la experiencia de su vida. “Había soñado con este momento desde que era un niño, pero ir al espacio fue más mágico de lo que imaginaba”, escribió en su cuenta de Twitter.
Unity para volar necesita ser transportado por un avión mucho más grande a una altitud de unos 15 km, desde donde es lanzado. Ahí es cuando la nave enciende motores y puede llegar hasta 90 kilómetros de distancia de la Tierra.
Pasajes con muchos ceros
Desde Virgin afirmaron que tienen vendidos más de 600 pasajes que costaron alrededor de 250.000 dólares por 90 minutos de experiencia espacial, pero ya aseguraron que los próximos pasajes costarían 450.000 dólares; por ahora no están a la venta. A pesar del éxito de la misión inicial, la empresa decidió postergar los vuelos comerciales con turistas hasta fines de 2022, cuando se hayan completado trabajos de mejoras.
Días después de que Branson llegó al espacio, Jeff Bezos, fundador de Amazon y de Blue Origin, otra de las empresas espaciales, siguió el mismo rumbo. A bordo de la nave New Shepard hizo un viaje de 11 minutos hacia la línea de Kármán, la frontera del espacio, a 100 km de altura, donde pudo experimentar cuatro minutos de ingravidez y de ver la Tierra a distancia antes de retornar. Como si fuera poco, Blue Origin, en una acertada campaña de marketing, llevó al espacio al protagonista de Star Trek, William Shatner, el que fue el Capitán Kirk.
Además, a fines de octubre Bezos anunció la construcción de una estación espacial comercial llamada Orbital Reef en la órbita terrestre baja de propiedad y operación privadas, para recibir hasta 10 turistas y que podría estar operativa en la segunda mitad de esta década.
SpaceX, la empresa de Elon Musk, fundador de PayPal, entre otras empresas, y considerado el hombre más rico del mundo, no se quedó atrás. Aunque el multimillonario no fue de la partida, la misión Inspiration4, a bordo de la nave Dragon, que se realizó en septiembre, se convirtió en el primer vuelo orbital en el que participaron cuatro turistas.
El también millonario Isaacman comandó la nave y compró los cuatro asientos: dos de los pasajeros los sorteó.
La diferencia es que las empresas de Branson y Bezos realizaron vuelos suborbitales y la SpaceX, en su viaje de tres días, alcanzó una altura de 563 kilómetros y una velocidad de 28.160 km/h.
Los viajes espaciales tienen sus detractores, que los consideran un gasto oneroso e innecesario en un planeta donde millones de chicos se mueren de hambre y un aporte desmedido para la contaminación del medio ambiente por la utilización de combustibles fósiles. Un chiche de chico rico y caprichoso en un mundo atormentado por la crisis. Entre halagos, hazañas y también justas recriminaciones, el turismo espacial parece que seguirá creciendo a velocidad luz.
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