La periodista británica Helena Merriman reconstruye en ‘El túnel 29′ una de las fugas más espectaculares de la Guerra Fría
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La humedad y la agobiante sensación de estar sepultado en vida en ese corredor de un metro cuadrado no es lo que más asusta a Joachim. Excava justo debajo de la franja de la muerte, la zona que discurre en paralelo al muro de Berlín por la que circulan agentes armados con orden de tirar a matar. Hay noches en que les oye hablar. También ellos podrían oír a los excavadores, así que está prohibido hablar y usar el ventilador. Cuesta respirar, pero no pueden detenerse.
En el enorme museo al aire libre de la historia del siglo XX que es Berlín uno se topa con ella casi a cada paso: trozos del muro o sus huellas en el pavimento, monumentos conmemorativos, edificios donde sucedieron hechos extraordinarios… En uno de ellos, uno como cualquier otro, una placa recuerda que “en el sótano de esta casa terminaba un túnel de 135 metros excavado desde Berlín Occidental por el que escaparon 29 personas entre el 14 y 15 de septiembre de 1962″. El túnel 29.
Hacía poco más de un año que se había construido el infame muro de Berlín, la frontera que separó durante 28 años los bloques de poder socialista y capitalista, símbolo de la hostilidad entre el Este y el Oeste. Tres estudiantes pasaron medio año de su juventud excavando un túnel angosto y húmedo que se hizo célebre en el mundo entero después de que un equipo de la NBC estadounidense emitiera un documental con el material grabado durante su construcción clandestina. Casi sesenta años después, la historia conmovió a la periodista británica Helena Merriman (Londres, 41 años), que ahora publica en España El Túnel 29 (Salamandra), su relato de aquella proeza.
Durante los primeros años del muro de Berlín -levantado por sorpresa en el verano de 1961 para evitar el éxodo de ciudadanos de la RDA a la Alemania occidental- se excavaron hasta 75 túneles. Familias, parejas, amigos habían quedado separados por una barrera física intensamente vigilada por guardias armados y perros pastores alsacianos. Pese al peligro de muerte, la desesperación llevó a muchos a intentar huir. Un joven estudiante de ingeniería, Joachim Rudolph, lo había conseguido un año antes. Y se propuso, junto a varios compañeros de la universidad, ayudar a otros.
El libro de Merriman, que se lee como un thriller de espionaje ambientado en la Guerra Fría, se nutre de largas conversaciones con Rudolph, hoy de 83 años, en su piso de Berlín y de la detallada reconstrucción de todo lo que la policía secreta de la RDA, la temida Stasi, llegó a saber de los planes de esa y otras operaciones de rescate. Todo quedó por escrito, sorprendentemente pormenorizado.
Memoria y coraje
La increíble memoria de Rudolph permitió a la autora, periodista de la BBC, describir incluso colores y sonidos. “Nunca en mi carrera he conocido a nadie que pueda recordar con esa nitidez. Pero de él me intrigó sobre todo su coraje y por qué sintió la necesidad de ir a rescatar a personas que ni siquiera eran amigos suyos”, explica la autora en una charla con EL PAÍS a pocas calles donde el museo Berliner Unterwelten exhibe una réplica a tamaño real del túnel.
Merriman se interesó por la historia a través de su trabajo como periodista. Documentándose sobre los muros le llamó la atención una estadística según la cual en 70 países -un tercio del total- se han construido muros o barreras de algún tipo. Y llegó al túnel 29 excavado por unos veinteañeros por debajo de la calle Bernauer, donde hoy un memorial al aire libre recuerda a las 140 personas que perdieron la vida tratando de cruzarlo. “Me pareció que era una historia muy moderna, muy relevante hoy en día”, asegura. En el libro describe cómo idearon el plan y las penalidades que sufrieron “excavando a pocos metros de la superficie, desde donde podían oír el tranvía pasar e incluso distinguir si quien caminaba por encima era un hombre o una mujer”.
Ahora que la invasión rusa de Ucrania ha despertado los peores recuerdos del siglo pasado, Merriman ve “muchos ecos de la Guerra Fría” en lo que está sucediendo: dos superpotencias globales enfrentadas, la amenaza de un ataque nuclear, el uso orwelliano del lenguaje por parte de Rusia al hablar de una guerra de autodefensa… “Me recuerda mucho a Walter Ulbricht [el líder de la RDA] cuando decía que el muro era una barrera de protección antifascista para evitar que entraran espías y prostitutas de Occidente”.
Pero también ve diferencias. En el caso de Putin, no cree que su motivación sea la ideología, sino el poder. “Y es más peligroso ahora porque no hay canales secundarios de comunicación como los hubo durante la Guerra Fría”, añade. Merriman cree que la caída del muro, en 1989, explica lo que hace en la actualidad Putin. El presidente ruso era entonces un joven agente de la KGB destinado en la ciudad alemana de Dresde. “Él ha descrito lo que ocurrió como la mayor catástrofe geopolítica del siglo XX y mucho de lo que está haciendo ahora es tratar de corregirlo. Hay que entender la Guerra Fría para entenderle a él”, asegura.
El podcast original
El libro también relata los sucesos históricos que llevaron a la construcción del muro y cómo reaccionaron las potencias occidentales. Los primeros días, cuando la división consistía solamente en alambre de espino, los berlineses creyeron que los Aliados, especialmente Estados Unidos, intervendrían. “De aquellos días es famosa la frase de John F. Kennedy: ‘Un muro es mucho mejor que una guerra”, recuerda la autora. Pasados cinco días sin reacción, Ulbricht ordenó a las cuadrillas de obreros que levantaran el muro de hormigón.
El túnel 29, que inicialmente fue un premiado podcast de la BBC, reconstruye a partir de más de 2.000 folios de los archivos de la Stasi cómo trabajaba la policía secreta de la RDA. La némesis del altruista Rudolph es la figura de un joven peluquero homosexual de Berlín Occidental convertido en espía, Siegfried Uhse. “Es posible ver su vida progresar a través de los informes. El de su reclutamiento tiene centenares de páginas en las que le preguntan de todo: qué libros lee, qué marca de cigarrillos fuma, cómo le fue en el colegio, cómo es su vida sexual. Es un interrogatorio intrusivo y humillante para vencer su resistencia que explica a la perfección cómo funcionaba la Stasi”, relata la autora.
Uhse es obligado al principio, pero “acaba pillándole el gusto” al espionaje; su trayectoria es el único cabo suelto que a Merriman le habría gustado atar. No ha podido encontrarlo; la mejor pista que tiene es que murió en el extranjero en 2007. Se calcula que la Stasi llegó a tener unos 300 mil informantes civiles que vigilaban desde las antenas de televisión que apuntaban al oeste hasta los planes de fuga de sus vecinos. “Es fácil demonizar a personas como él a las que les obligaron a decidir entre trabajar para la Stasi o la cárcel. Creo que mucha gente habría tomado la misma decisión”, apunta la autora.
No hace falta ver el documental de la NBC -aunque sí recomendable; se encuentra en YouTube— para imaginarse a esos chicos turnándose para excavar empujando la pala con los pies, llamándose con teléfonos de la Segunda Guerra Mundial cuando la carretilla estaba llena y había que sacar la tierra o parándose a escuchar antes de levantar el suelo de la casa en el Berlín Oriental donde salía a la superficie el túnel.
Merriman lo cuenta con ritmo de novela, como también relata qué movió a los periodistas que filmaron uno de los primeros reality shows de la historia. Un documental multipremiado que planteaba dilemas morales: “Pagaron 7.000 dólares para financiar la construcción del túnel a cambio de poder grabarlo hasta el final”, relata la autora. “Rompieron la principal regla de los periodistas, que es la de no inmiscuirse en lo que cubren”. Gracias a ellos, 18 millones de americanos vieron salir del túnel a hombres, mujeres y niños desorientados y cubiertos de barro, pero libres. Habían asistido desde sus televisores a una de las fugas más fascinantes de la Guerra Fría.
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