El trágico final de María I de Escocia, quien fue reina a los 9 meses y sufrió el resto de su vida
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María Estuardo nació un 8 de diciembre de 1542 en el Palacio de Linlithgow en Escocia. A los pocos días de nacer, su padre el Rey Jacobo V muere de cólera, lo que obligó a proclamarla reina con nueve días. Ya los nueve meses de vida fue coronada.
Su madre María de Guisa rompió el acuerdo que obligaba a María a casarse con Eduardo, hijo de Enrique VIII de Inglaterra, e inmediatamente comprometió a su hija con el Delfín de Francia. Llegó a ser reina consorte de aquel país, pero en 1560, al quedar viuda, debió regresar a su Escocia natal.
Eran tiempos turbulentos en Escocia, que estaba inmersa en conflictos religiosos entre católicos y protestantes. María Estuardo representaba al catolicismo y, del otro lado, la enfrentaba el movimiento presbiteriano encabezado por Jacobo Estuardo I, medio-hermano de María.
Pero aquellas disputas fueron apenas el comienzo de sus problemas. Enrique VII ofreció a María Estuardo el matrimonio con su hijo, pese a la oposición de su esposa María Tudor, que dudaba entre nombrar de sucesora a María o a Isabel, algo que originó una disputa entre las mujeres.
Luego de quedar embarazada de Lord Darnley y de estar agotada por las actitudes que tenía su marido, el rey consorte, María decidió trasladarse al Castillo de Edimburgo en donde tuvo a Jacobo VI, su heredero. Lo que ocurrió luego sorprendió a todos, una noche mientras Darnley dormía, la casa explotó dando fin a su vida. El Conde Bothwell, uno de los implicados en el asesinato del rey, sería el futuro esposo de María Estuardo.
Los lores al ver el poder que tenía Bothwell, lo expulsaron de Escocia y encarcelaron a María. En mayo de 1568, la reina se disfrazó de lavandera y logró escapar del castillo donde estaba prisionera. Al poco tiempo logró organizar un pequeño ejército con los pocos nobles que aún la apoyaban y de esta forma luchar frente a su medio hermano en la batalla de Langside.
Al ser derrotada, María huyó a Inglaterra con la esperanza que su prima Isabel I la ayude. Lejos de eso, la mandó a ejecutar. El 8 de febrero de 1587, María Estuardo fue decapitada en el Castillo de Fotheringhay.
Sus últimas palabras fueron: “In manus tuas, Domine, commendo spiritum meum” (”En tus manos, oh Señor, encomiendo mi espíritu”). Su castigo final también sufrió contratiempos. El verdugo no logró decapitarla de un solo golpe. El primero le rozó el cuello y recién logró cortarle el cuello con un golpe posterior. Pero tampoco fue suficiente, y debió recurrir a un hacha para terminar la sentencia. Después, levantó la cabeza y exclamó: “Dios salve a la reina”.
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