La señal HBO presentó el tanque de 2011 , una historia basada en el best seller de George R. R. Martin. Una súper apuesta a la fantasía épica para adultos: imaginación, violencia y sexo al poder.
La formula parece infalible: el universo fantástico de El señor de los anillos; las intrigas y traiciones de Hamlet; una buena cuota de escaramuzas familiares y disputas de poder a lo Soprano; sexo, sangre y violencia que nada tienen que envidiarle a True Blood y, sobre todo, un guionista ( David Benioff: el mismo de Troya , Wolverine y Brothers ) que sabe cómo aprovechar los recursos de una superproducción –es decir, millones de dólares– para convertir un best seller en un tanque. Con ese maridaje, es inevitable pensar que Game of Thrones, el nuevo lanzamiento de HBO basado en la novela de fantasía épica de George R. R. Martin, podría ser la serie de-la-que-todos-van-a-hablar en los próximos meses.
En el principio fue el libro
tiene la barba blanca como
y miles de fans en todo el mundo. Tanta es la devoción que despierta que no lo llaman por su nombre, sino por sus iniciales, GRRM. Antes de convertirse en el
norteamericano con la saga
A Song of Ice and Fire
(a la que pertenece Game of Thrones) y como sucede con todo escritor que en algún momento pasa del lado oscuro al lado de culto, GRRM fue un perdedor. Autor prolífico de libros de ciencia ficción, perdió año tras año los prestigiosos premios
que, en sus comienzos, podrían haberlo lanzado a la fama. Pero no se deprimió, al contrario: en 1976, decidió autoelogiarse con los demás perdedores y creó la Hugo Losers Party: hoy, la fiesta que nadie se quiere perder en el mundo
sci-fi.
Durante los 80 –y, otra vez, siguiendo el derrotero de los escritores a los que el canon luego les otorgaría su cucarda–, dejó por un tiempo el periodismo y la literatura y sucumbió ante las tentaciones de Hollywood: se dedicó a escribir los guiones de la nueva versión de La dimensión desconocida y de La bella y la bestia. Todo iba bien mientras nada se fuera del presupuesto. Pero cada vez que él proponía castillos, ejércitos o grandes vistas de paisajes, los productores se lo cortaban. Así que se cansó de las limitaciones de la vida real y volvió a la literatura. "Voy a escribir una fantasía gigante con todos los personajes que quiera, cientos de personajes. Algo imposible de filmar", se dijo. Y cumplió: escribió una novela de setecientas páginas, le puso ejércitos, caballos, criaturas fantásticas, castillos y familias reales que se aniquilan por poder en la tierra imaginaria de los Siete Reinos de Westeros.
Así nació Game of Thrones, la primera entrega de lo que en principio sería una trilogía, y hoy lleva publicados cuatro volúmenes y proyectados otros tres, y que, en total, vendió más de 15 millones de ejemplares. Paradoja 1: una novela imposible de filmar no es imposible si una señal decide invertir 50 millones de dólares y montar megaescenarios en Belfast y Malta con un plan casi o más ambicioso que una película de Hollywood. Paradoja 2: G.R.R. Martin se convirtió en productor ejecutivo del proyecto.
La fantasia al poder
Si Londres es el centro del mundo, estamos en el centro del mundo de las series: el microcine que la Century Fox tiene en un edificio victoriano en el medio del Soho en donde ahora todos –todos es: periodistas del mundo– miramos hacia la pantalla con los ojos y la boca abiertos como hipnotizados, dispuestos a sopapear a cualquiera que nos distraiga de la trama. Es que ahí enfrente se suceden las imágenes épicas del rey Robert (el gran Mark Addy, con su inmejorable cara de borrachín) cabalgando junto a Ned Stark, el patriarca de la casa Stark y hombre de confianza del rey (si amaste a Borimir en El señor de los anillos, probablemente Sean Bean sea tu favorito de esta temporada), con cabezas que vuelan por el filo de la espada y mujeres que se desvisten para acostarse con el hombre con el que no se deberían acostar y príncipes que intentan asesinar a niños que fueron testigos de un incesto y lobos que destrozan la yugular del verdugo de su amo y tribus de guerreros nómades con músculos aceitados que hablan una lengua extraña (inventada especialmente para la serie) y sodomizan a sus mujeres. Sin elipsis, sin sábanas que lo tapen todo ni ahorro de hemoglobina; sin buenos buenos ni malos malos –todos están bajo sospecha– ni abuso de la magia (GRRM cree que demasiada magia puede arruinar la fantasía) y, por supuesto, con actores ingleses o que hacen de: los reyes y los príncipes no pueden hablar con otro acento que no sea british.
¿Por qué nos fascina toda esta mezcla dentro de un universo fantástico? Unas horas después, Sean Bean –sí, chicas, es así como en las películas: por algo se casó tres veces– estará frente a un grupo de nosotros tratando de buscar una respuesta. El también se quedó más de una vez hasta las cinco de la mañana con el libraco de GRRM en la mano, suspendiendo el sueño entre línea y línea, para entender por qué Game of Thrones generaba tanto fanatismo. "Creo que este tipo de historias funcionan porque lo épico y lo fantástico nos dan un pase libre para desatar nuestros mundos imaginarios, eso que los adultos tenemos reprimido la mayor parte del tiempo. Está bueno salirse un poco de las historias de médicos, abogados y policías, ¿no?" Además de los caballos, el vestuario fastuoso, los paisajes oníricos y las historias y personajes complejos, Bean confirma que lo que la serie logró conservar del libro es lo que, en general, suele cercenarse en el género fantástico: la carga sexual y de violencia . "Me puso muy contento ver los dos primeros capítulos y comprobar que eso seguía ahí."
El ex Full Monty Mark Addy –ahora sin esa armadura que le llevaba horas ponerse y sacarse– coincide con el guionista, David Benioff, para quien la clave de la historia es que Game of Thrones es una suerte de Los Soprano en la Tierra Media. "Es así –refuerza–. Es una trama sobre el poder y de cómo unos pocos deciden la manera de vivir de todos los demás. Los personajes de Game of Thrones están más cerca de ser un Soprano que de parecerse a Martin Sheen en The West Wing. Lo que lo hace especial es que es un mundo completamente inventado y nuevo, y eso también es lo que lo hace complicado y caro para filmar, porque no podés ir a una casa de disfraces y pedir una armadura. Todo hay que inventarlo, pensarlo, imaginarlo. Es fascinante incluso para nosotros."
Hay algo que ninguno de ellos –actores de cine, en principio– se anima a decir, pero que se vuelve cada vez más evidente: hoy la televisión le saca ventaja al séptimo arte. Y, por momentos, demasiada. Si antes actuar en tevé era una manera algo vergonzante de ahorrar en tiempos de sequía, hoy otorga diplomas tan prestigiosos como el cine. El actor danés Nikolaj Coster-Waldau, que en la piel de Sir Jaime Lannister no tiene problemas en asumir la inflección flemática de la lengua inglesa, lo confirma: "Por un lado, el cable cambió la manera de consumir televisión, y por otro, señales como HBO invierten mucha más plata ahora, incluso más que en una película, y contratan a los mejores guionistas, y ya no tenés dos horas de entretenimiento, sino diez horas o más, para desarrollar una historia. Historias ricas e interesantes que muchas veces son mejores que los films: me acuerdo de estar viendo Six Feet Under y pensar: ‘Esta serie es increíble".
¿Que diria Tolkien?
Se sabe que las historias de culto tienen dos categorías de fans: los que leyeron el libro y siempre encontrarán algo que criticarle a la versión cinematográfica y los que sólo vieron la película y prefieren conservar la euforia que les produce ese formato, lejos de la propuesta literaria. De un paso a otro queda la sospecha de la traición. Algo se pierde, algo se gana. ¿Qué pensaría Tolkien de lo que hizo Peter Jackson con su obra? Nunca lo sabremos. Pero sí sabemos lo que pensó el llamado Tolkien norteamericano, que quiso darle una vuelta de tuerca a un universo que hasta ahora estaba dominado por hobbits y objetos mágicos, volviéndolo más oscuro y real. Después de ver los dos primeros capítulos, GRRM escribió en su blog: "Sí, hay cambios en relación con el libro y faltan cosas, pero es imposible incluirlo todo. La historia está ahí, y eso es lo importante. Me saco el sombrero ante David (Benioff) y Dan (B. Weiss, su coguionista), hicieron un trabajo increíble". No es poco: lo dice el padre de la criatura.
Games of Thrones se estrenó en Argentina el 8 de mayo y se emite por HBO a las 21.
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