Este mes se cumplen 50 años del estreno de Superagente 86, la emblemática serie creada por Mel Brooks y protagonizada por Don Adams y Barbara Feldon.
Por Marcelo Pavazza
Algunos afirman que fue la primera serie de culto; otros la comparan con Los Simpson por su alcance universal y no faltan los que entienden que sin ella muchas de las series en clave paródica posteriores no hubiesen sido posibles. Todo es cierto tanto como lo es el dato insoslayable: este mes Get Smart (o Superagente 86, como se la conoce aquí) cumple 50 años.
La serie debutó en la pantalla de NBC el 18 de septiembre de 1965 con un episodio en blanco y negro (el único de sus 138) y mucho de riesgo en la jugada. Para esa época, las sitcoms se habían corrido del eje dominante de la última década (el ameno retrato de familia) para instalarse en una zona extraña: convivían en la grilla Mr. Ed, Mi marciano favorito, Mi bella genio y Hechizada. Muchas de ellas, aun partiendo de ideas descabelladas, no llegaban al desafío que planteaba Get Smart. La serie era hilarante pero peligrosa: se mofaba de la Guerra Fría de las películas de espionaje. Y su protagonista era una mezcla rara de James Bond y el inspector Clouseau.
Firmada por Mel Brooks y Buck Henry, dos escritores que venían descollando en variados programas de TV, la historia –ideada por Daniel Melnick y producida por Leonard Stern– hacía foco en la torpeza de CONTROL, una organización de contrainteligencia demasiado parecida a la CIA, o más bien en la de sus agentes, con Maxwell Smart a la cabeza. Una clara provocación, como anotaron los capos de la cadena ABC, que la rechazaron argumentando que les parecía "nada graciosa y básicamente antiamericana". Claro que no supieron ir más allá para darse cuenta de que la serie entronizaba un costado encantador: el de mostrar el trabajo de los espías de la agencia como si de una oficina –con sus horarios, rutinas y burocracias– se tratara. Mel Brooks lo explicó perfectamente: "Con Henry nos basamos en la estúpida seriedad de organizaciones como la CIA, donde no saben distinguir entre el bien y el mal. Por eso una sátira sobre ella era tan divertida". Además, al glamour que traían los agentes como Bond o los de la serie El agente de CIPOL, los autores le agregaban visos de realidad que ensanchaban los límites de la farsa, y así se volvía inusualmente salvaje. Un aspecto que completaba la análoga ridiculez de KAOS (¿la KGB?), némesis y archienemiga de CONTROL, con sus villanos evidentemente inspirados en los excéntricos malvados de la saga Bond. Comedia en estado puro.
Tras el rechazo de ABC, la idea de llevarla a NBC fue providencial: la cadena buscaba un papel importante para Don Adams después de verlo brillar en The Bill Dana Show, donde encarnaba a un torpe detective. El personaje, antecedente directo de Smart, marcaba el estilo del actor nacido en Manhattan: velocidad verbal, una actitud claramente deadpan, más algunos de los remates que luego serían marca registrada de Max (el genial: "¿Me creería si le dijera...?"), encaramados a su inconfundible voz nasal. Y, aunque con el tiempo esa voz también sería su cárcel, fue un elemento tan importante que reprodujo su valor en el notable doblaje al castellano que realizó el mexicano Jorge "El Tata" Arvizu, tan venerado en Argentina, donde la serie es un reconocido long seller televisivo.
Adams (de cuya muerte este mes se cumplen 10 años) fue la clave mayor de Get Smart: aun en su infinita torpeza, su 86 era un agente eficaz que siempre se llevaba el crédito. Y nadie como él para explotar la tensión que producía esa contradicción. Una discrepancia entre ficción y mundo real que acentuaban sus acompañantes: la agente 99 (la grácil Barbara Feldon), evidentemente más inteligente que él y aún así siempre subalterna; un jefe cansado de sus torpezas (Edward Platt); una colección de camaradas tanto o más idiotas que Smart (Larabee, el melancólico robot Jaime, el desdichado agente 13), y hasta un perro cobarde (Colmillo). Los villanos no se quedaban atrás, aunque todos los aplausos se los llevaba el recurrente Siegfried, un arrogante alemán vestido como un oficial de las SS (genial Bernie Kopell). Cerraban la parodia los gadgets a la 007, a veces absolutamente inútiles –el Cono del Silencio, enorme gag visual– y otras veces premonitorios (¿hace falta decir qué cosa anticipó el zapatófono?).
El programa duró cinco temporadas (1965-1970), ganó cinco premios emmy, tuvo dos secuelas cinematográficas, el fallido intento de revivirlo en forma de serie en 1995 (con Max como jefe de control) y una remake fílmica en 2008, protagonizada por Steve Carell. Pero ninguno de estos intentos se acercó a la original, encapsulada en un lustro virtuoso que se atrevió a ser marca de época, al paso aparentemente torpe del "temible operario del recontraespionaje".
Volante con estilo
LA NACIONLos amantes de los autos también tenían razones para ver Get Smart. En el episodio piloto, y por única vez, Max lució una Ferrari 250 GT Cabriolet. Ya para la apertura de las temporadas 1 y 2, el 86 llegaba al cuartel de control a bordo de un Sunbeam Tiger convertible rojo, mientras que para las temporadas 3 y 4 el auto fue un Volkswagen Karmann Ghia color azul, reemplazado en ocasiones por un Ford Mustang. Durante la última temporada (en la que Max se casaba con la 99 y tenían mellizos), la cosa se ponía más deportiva con un bello Opel GT. Todo acompañado del notable tema de apertura de Irving Szathmary, que en 2014 tuvo un cover extraordinario a cargo de la jazzera Gordon Goodwin’s Big Phat Band (¡a buscarlo!).