Su hija se suicidó a los 25 años y casi diez años después cuenta como hace para superar el duelo: difundir la obra de Effy y dedicarse con pasión y puro amor a su otra hija y a sus dos nietos.
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Dori Faigenbaum es la mamá de Effy Beth, una joven artista transgénero que se suicidó a los 25 años. Effy Mía Chorubzyk, como también se la conoce, fue una artista prolífica: actriz, performer, historietista, escritora.
Los sentimientos encontrados por la muerte de su hija persisten pero gran parte de esa herida pudo transformarla en un vida rica, llena de arte, amigos nuevos que jamás hubiera imaginado, y desarrolló una cualidad que descubre cada día: empatía. Dori cuenta que primero vivió la muerte de Effy con dolor pero después tomó su legado y se dedicó a promover la obra artística y activista de su hija. Por eso, se involucra desde entonces en diferentes actividades: desde la publicación de tres libros que recopila sus creaciones a participar de todas las ocasiones en que la invitan a hablar de su hija y a enseñar educación sexual integral en el Profesorado del Joaquín V. González. Dori, que dedicó treinta y cinco años de su vida a la docencia y que se jubiló como directora de un reconocido jardín de infantes de Olivos, está poniendo en juego todo lo que aprendió.
Es psicóloga social de la Escuela Pichón Riviére, profesora de educación inicial, mamá de otra hija y abuela de dos nietos, actualmente divorciada del papá de sus hijas, con quien mantiene una buena relación.
Antes de continuar leyendo, una advertencia
A partir de acá se habla con naturalidad acerca del suicidio, como aporte a su prevención y de ninguna manera debe interpretarse que se alienta la conducta suicida, ya que nunca es una elección. De acuerdo a la Organización Panamericana de la Salud: “El suicidio es un problema de salud pública importante pero a menudo descuidado, rodeado de estigmas, mitos y tabúes. Cada caso de suicidio es una tragedia que afecta gravemente no sólo a los individuos, sino también a las familias y las comunidades. Cada año, más de 703.000 personas se quitan la vida tras numerosos intentos de suicidio, lo que corresponde a una muerte cada 40 segundos. Desde que la OMS declaró al COVID-19 como una pandemia en marzo de 2020, más individuos experimentan pérdida, sufrimiento y estrés. Centrarse en la prevención del suicidio es especialmente importante para crear vínculos sociales, promover la toma de conciencia y ofrecer esperanza. Acercarse a los seres queridos por su salud mental y su bienestar podría salvarles la vida.”
Si el lector, algún familiar o allegado suyo, está atravesando una crisis emocional de cualquier tipo, siente que nada tiene sentido o se encuentra atrapado en una situación a la que no le encuentra salida, no lo dude: llame a la Línea de Prevención del Suicidio - Ayuda a Personas en Crisis del Centro de Asistencia al Suicida: a los números: 135 (línea gratuita desde Capital y Gran Buenos Aires); (011) 5275-1135 o 0800 345 1435 (desde todo el país).
Un día oscuro al que no es posible volver, ni cambiar.
- ¿Cómo suele ser un día tuyo en la actualidad?
- Un día típico no existe porque son dinámicos y variados. Dos o tres días a la semana me dedico a abuelar a mis dos pequeños nietos. El resto de los días coordino un espacio de encuentro y pensamiento con familias de personas en transición de género, elección de diversidad sexual o transformaciones diferentes a las esperadas por su entorno en sus elecciones de vida. Escucho música, leo y, desde hace un año acudo una vez por semana a un grupo con pares que atravesaron la pérdida de un hijo.
- ¿En qué momento podrías decir que comenzó esta historia?
- En el año 2007 o 2008 mi hijo menor me hace saber que quiere interrumpir su vida porque se siente en un cuerpo que no es el que le devuelve el espejo. No entendí de que me hablaba, pero sí percibí su profundo malestar y su desánimo por seguir adelante. Le propuse que si tenía un proyecto de vida, podía contar conmigo, pero si su proyecto era la muerte, no.
- ¿No entendías de qué te hablaba, significa que no entendías por qué pensaba en morir o a qué se refería con “transicionar”?
- Ninguna de las dos. Fue un shock. Pero entonces, paulatinamente inició su proceso de transformación. Tuve que despedirme rápidamente de aquel niño que vivió conmigo durante 18 años para recibir a esa mujer que no pude ver desde el principio y luego entendí que era la misma persona bajo otras ropas y otra expresión de género. Esa época fue difícil, de mucha soledad, en ocasiones de incertidumbre y confusión. Por suerte Effy, mi hija en su nueva versión, fue mi universidad y mi entorno amoroso para comprender lo que estaba sucediendo.
- ¿En qué lugar te situaste vos para acompañar ese proceso? ¿Te costó?
- Tardé casi un año en hablarlo con mis amigas. Ya estaba separada y ella vivía en mi casa. Aprendí con ella, de ella y realizamos ambas, cada una en su propia persona, una transformación y una nueva perspectiva en nuestro ser mujer.
- ¿Quién era Effy?
- Effy se convirtió en una artista conceptual, ícono de la ley de género y la acompañé mientras lo que desarrollaba no afectase mi propia estructura que, con el tiempo, también fue modificándose. Esa fue una etapa oscilante y de cambios en mi emocionalidad, que mejoraba o evolucionaba en relación a cuán feliz o plena la notaba consigo misma. En el año 2014 luego de haber desarrollado una obra frondosa como artista conceptual y performática Effy decide partir. Ese 25 marzo quedó como un día oscuro al que no es posible volver, ni cambiar.
- A poco de cumplirse diez años de ese momento, ¿creés que encontraste algún modo de sobrellevar la pérdida de tu hija ?
- Entendí en ese momento que a pesar del amor incondicional y profundo por ella debía soltar su mano. Amo la vida y la elijo por sobre todo lo que en ella ocurre, incluso sucesos cómo este.
- ¿Quiénes te ayudaron?
- Al principio estuvimos entre las dos juntas ayudándonos en su proceso de transición. Luego tuve apoyo psicológico, de mi hermana, de mis amigas y de colegas laborales, que siempre me acompañaron y abrazaron mi angustia para que pueda tener otra mirada y otras oportunidades creativas para sanar mi dolor.
- ¿Estás o estuviste en contacto con otras personas a las que les pasó lo mismo?
- Hoy participo de un espacio compartido por madres y padres cuyos hijos han partido. Pude reelaborar su partida desde otra perspectiva y siento que estoy en condiciones de alojar y acompañar familias que han atravesado está experiencia dolorosa, convirtiendo el dolor en amor.
- ¿Qué aprendiste de todo esto?
- Eso es lo que seguramente nuestros hijes desean para nosotros. No dejarnos caer y trascender ese sufrimiento llevando sus nombres y su tiempo de existencia en lo bueno que han marcado en nuestras vidas. Las soluciones no existen pero sí podemos recurrir a acciones y actitudes que nos ponen en un mejor lugar y nos alientan a empatizar con quienes más sufren. que son quienes más necesitan nuestra palabra de aliento.
- ¿Ayudás a otras personas, también?
- Me dedico a trabajar en entornos de gente en transición, recuperando aquel tiempo de soledad y angustia que atravesé como mamá para escuchar y poner en palabras los temas que no todos comprenden, aceptan o acompañan: el género, la muerte, el suicidio. Son temas ásperos y fáciles de esquivar, pero existen y es importante visibilizarlos. Parece mentira que me tocó vivirlos todos.
- ¿Qué te motiva hoy en tu día a día?
- Seguir difundiendo la obra de Effy, su legado artístico le da entidad y presencia a temáticas duras de identidad y género que producen tanta confusión, fastidio y desolación en quienes miran para el costado.
Ya son tres los libros que se publicaron: Que el mundo tiemble, Cuerpo y performance en la obra de Effy Beth; AC / DC, un libro fotográfico que documenta el antes y el después de su cirugía de reasignación genital y 9 Y 36, 9 cuentos sobre mujeres imaginarias y 36 escritos antes de decir adiós, escrito por Effy en vida.
Pero lo más importante hoy es dedicarme con pasión y puro amor a mi otra hija y a mis dos nietos. Ellos son mi presente, mi motor y que me devolvieron la risa a viva voz y la ternura irrefrenable que hoy abraza mi vida.
- Si pudieras darle un cierre, aunque sea transitorio, a esta historia, ¿qué dirías?
- Me quedo con que tuve durante veinticinco años de mi vida, la posibilidad de repensarme, deconstruirme y rearmarme con la presencia física de quien hoy se aloja en mi corazón. Conclusión: solo con amor, nunca en soledad y empatizando con tantos otros como sea necesario para darle un sentido a nuestras vidas. Yo lo sigo encontrando.
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