"El sillón del Diablo": el mueble en el que nadie se sienta por miedo a morir
A simple vista, el asiento, medio abandonado ubicado en el rincón de una habitación del Museo Provincial de Valladolid, no llama la atención. Sin embargo, sobre este objeto se instaló una leyenda tan tenebrosa y oscura, que nadie se anima a descansar sobre él por nada del mundo. Se trata del "Sillón del Diablo".
La siniestra historia se la debe a su dueño, el médico Andrés de Proaza, discípulo de un reconocido cirujano español que abrió en Valladolid durante el siglo XVI la primera cátedra de anatomía del país.
Los rumores que envolvían al médico llegaron a helar la sangre de sus contemporáneos, dado que aseguraban que este se dedicaba a materializar los deseos del demonio en cuerpos humanos. Se decía que Proaza hacía tratos con el diablo, y que sus conocimientos anatómicos eran más fruto del pacto maligno con Satán que por sus horas de estudio y práctica.
En los tiempos en que Proaza practicaba la medicina, hubo una denuncia sobre la desaparición de un niño de nueve años. Al mismo tiempo, los vecinos del médico declararon que desde el sótano de su casa se oían llantos y ruidos extraños. Además, llegaron a ver agua con restos de sangre que salían a través del desagüe y que teñían de rojo las aguas de uno de los ramales del río Esgueva, que pasa por Valladolid.
Por esta razón, alertaron a las autoridades, que iniciaron una investigación en la casa del médico. Lo que nunca esperaban ver era el espectáculo terrorífico con el que se encontraron al abrir el sótano. Según la leyenda, en una mesa de madera se hallaba el cuerpo del niño desaparecido totalmente despedazado tras haberle practicado una autopsia en vida.
Cuando la Inquisición tomó parte en la investigación, Proaza fue encarcelado y torturado. Negó una y otra vez que mantuviese un pacto con el diablo, aunque declaró que estaba cerca de la magia negra por la posesión de una silla en la que se sentaba a escribir sus ideas y notas de las autopsias que realizaba a todo ser vivo que cazaba.
Cuenta la leyenda que al sentarse en el siniestro sillón, entraba en trance y percibía fenómenos sobrenaturales, lo que llevó a la Inquisición a interpretar que el demonio intentaba comunicarse con el médico a través del asiento.
Proaza confesó que el sillón, de color marrón y fabricado en madera de nogal, con respaldo de cuero, lo había recibido como regalo de un nigromante (persona que predice el futuro por medio de la invocación de espíritus), en 1527.
Tras su confesión, Proaza fue condenado a morir en la hoguera y todas las pertenencias del médico pasaron a subasta pública, incluyendo el temido sillón. Como era de esperarse, ninguna persona quiso quedarse con los objetos del médico, por lo que el asiento pasó a formar parte de la colección de objetos de la Universidad de Valladolid.
El sillón se mantuvo fijado a la pared de la sacristía de la Capilla Universitaria, a una altura considerable y boca abajo, para que nadie cometiera la imprudencia de sentarse.
La leyenda afirma que nadie, salvo un especialista médico, puede sentarse en él. De hacerlo, a la tercera vez que lo hace, moriría de manera fulminante. Eso, aseguran que les pasó a dos pobres bedeles en el siglo XIX, que se sentaron y aparecieron muertos.
Esta historia oscura despierta la curiosidad de todos los visitantes que quieren conocer el asiento en vivo y en directo. Esta pieza única e intimidante, se puede visitar en el Museo Provincial de Valladolid, donde permanece un tanto camuflado y con una cinta roja para disuadir a los visitantes de cometer el error de sentarse en Sillón del Diablo. Por las dudas.
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