Es noviembre de 2018. La Selección Argentina de fútbol femenino empata 1 a 1 a Panamá, en el partido de vuelta del repechaje, y consigue el pasaje al Mundial de Francia que comienza en junio del año siguiente. El partido de ida, con un 4 a 0 en la cancha de Arsenal y ante 13 mil personas, había sido un paso decisivo. Las jugadoras se abrazan, ríen, lloran. Celebran mucho más que el pase a la cita deportiva más anhelada por ellas. Saben que ingresarán después de 12 años de mirarla de afuera, pero por sobre todo que lograron construir un mensaje potente y necesario: el fútbol de las mujeres también es capaz de ser atractivo, llenar estadios y ser televisado. Es junio de 2019. La Argentina debuta ante Japón en el estadio Parque de los Príncipes, en París. Llega tras sortear los desafíos de su propio proceso evolutivo.
"Esta evolución viene desde hace tiempo, lo que ocurre es que se fue dando de manera muy lenta, con cambios buenos y otros que no. Pero lo ocurrido tras la última Copa América de Chile fue un paso importante".
El movimiento clave al que refiere Florencia Quiñones, ex jugadora de la Selección (de 2005 a 2017) y actual de Boca, podría llamarse jugada magistral: además de la actuación resonante por la que terminaron terceras, las chicas hicieron oír sus reclamos de mayor presupuesto y atención por parte de la Asociación Argentina de Fútbol. Con una foto provocadora (posaron con las manos en las orejas) que se hizo viral se colocaron en la agenda deportiva y mediática.
Previo a que las cámaras las enfocaran, la Selección femenina recorrió un camino silencioso de Campeonatos internacionales que moldearon su carácter. Aquí, el recorrido:
Camino al Mundial de China
Es 27 abril de 2003. Las luces del Estadio Monumental de Lima están encendidas. Argentina y Perú se juegan la clasificación al Mundial de China, que se disputará en cinco meses. Desde hace más de 30 años que el seleccionado argentino no participa en ninguno. La última vez, enel Campeonato Mundial en México llegó a las semifinales tras el partidazo en el que goleó 4 a 1 a Inglaterra en el mítico Estadio Azteca, ante más de 100 mil personas. Pero era 1971 y para la Federación Internacional de Fútbol no cuenta. La entidad empezó a organizar campeonatos de fútbol femenino recién en 1991. Ahora está en juego entonces el ingreso oficial a un mundial de fútbol.
Las chicas salen con ventaja: solo una derrota por 3 o más goles las desclasificaría. Pero al minuto siete del encuentro Perú anota el primer gol del partido. Se ponen nerviosas. Aunque resisten todos los ataques. Como gladiadoras en el césped ponen el cuerpo y esperan el silbato final. Solo el sonido tranquilizador del final. Minutos antes, Marisol Medina logra el empate y desata la alegría contenida de las argentinas. Y los llantos de felicidad. Es domingo y el vestuario es una fiesta.
El primer gol mundial
El brote de neumonía atípica y mortal - Síndrome Respiratorio Agudo Grave– desatado en China obligó a cambiar de sede: el Campeonato Mundial vuelve a repetirse en los Estados Unidos, como en 1999. Ya corre septiembre y la Argentina sale a la cancha a definir el lugar que ocupará en el Grupo. No hay ninguna chance más que soñar con meter un tanto para romper al menos el invicto del cero: los dos partidos anteriores cayó 6-0 ante Japón y 3-0 ante Canadá.
En el entretiempo Alemania se va al vestuario con cuatro a su favor. Argentina cero. Quedan 20 minutos y los rostros apesadumbrados, casi resignados, se contagian un poco de la energía de Yanina Gaitán, que ingresa como recambio de la capitana Rosana Gómez. Minutos después dispara potente desde el borde del área y clava por fin el primer gol argentino en un mundial oficial. El gol que les saca una sonrisa a sus compañeras que perdura incluso después de los dos tantos alemanes que se suman sobre el final.
Además del triunfo, la alemana Bettina Wiegmann celebra ese día su partido número 100. Tiene el número 10 en su camiseta y quiere quedarse con la de la capitana argentina. La busca entre las jugadoras dispersas en el RFK Stadium de Washington y le pide el cambio. Quince días después levanta la Copa del Mundo.
El título invisible
Las tribunas del Estadio José María Minella de Mar del Plata están casi vacías. El seleccionado argentino le disputa a Brasil el Campeonato Sudamericano Femenino 2006. Es el contrincante más temido que enarbola la totalidad de los títulos sudamericanos, viene de golear 6-0 a Uruguay y Paraguay, y es por supuesto el candidato a llevárselo otra vez.
Las argentinas llegan a ese 26 de noviembre tras un empate sin goles ante Paraguay y un 2-0 frente a las uruguayas. Y, por sobre todo, con un plantel que mixtura la experiencia de las que participaron en el Mundial 2003 y la juventud de las que llegan desde los seleccionados formativos como Eva González y Belén Potassa. Justamente Eva y Belén abruman a la arquera brasileña: en tres minutos anotan dos goles y el primer y único título del seleccionado femenino.
Me siento feliz de haber sido parte de esa historia que abrió caminos. Lo triste de aquel logro fue que ni nuestros familiares pudieron enterarse de nuestra hazaña, nadie se enteró.
"Me siento feliz de haber sido parte de esa historia que abrió caminos. Lo triste de aquel logro fue que ni nuestros familiares pudieron enterarse de nuestra hazaña, nadie lo informó y nadie se enteró", recuerda Rosana Gómez, actual entrenadora de Rosario Central, que jugó aquel partido con su mano fracturada. Dolor que se diluía con los logros: no solo clasificaron para el Mundial de China 2007, sino también a los Juegos Olímpicos de Pekín 2008.
China Down
Portadoras de la Copa mundial y de la sudamericana, Alemania y Argentina inauguran el Mundial 2007 en el Hongkhou Stadium de Shanghái. Es 10 de septiembre y nadie sabe aún que en unas semanas las alemanas repetirán el título de campeonas. Solo que son las favoritas. Nadie sabe tampoco que el nivel de las argentinas estaba muy por debajo de lo requerido en la competencia y que se sentían presionadas por haber sido campeonas sudamericanas.
"Estábamos más visibles por todos, a la AFA, al público común. Eso fue algo que inconscientemente nos jugó en contra", dice hoy Gómez, quien considera que esa presión influyó para aquella goleada histórica que ingresó en el libro de récords: perdieron 11 a cero. Y ganaron – según Florencia Quiñones – frustración por mucho tiempo.
Tiempo en el que también hubo avances. Como en los Juegos Olímpicos de Pekín, donde demostraron un crecimiento en el juego aunque no necesariamente fue reflejado en los resultados (perdieron todos los partidos). Avances como los posibilitados por el movimiento feminista que revolucionó el entramado político y social y que benefició al fútbol femenino en general. "Sin dudas me hubiese gustado haber vivido esta revolución en mi época de jugadora – reflexiona Gómez-, pero también creo que si no hubiésemos hecho todo el trabajo de hormigas que hicimos la camada anterior, nada de esto podría haber sido posible."
Santiago Ludueña