El silencio y la calma según Marina Abramovic
Una cronista asistió al workshop de esta popular artista en el marco de la Bienal Performance 2015
Por primera vez en mi vida tendré la paciencia -y la concentración- para darme a la tarea de separar los granos de arroz de las lentejas mezclados en un mismo montón. No sólo los separaré, también los contaré uno por uno sin importar cuánto tiempo me lleve: 877 lentejas y 3624 granos de arroz. Después de un viaje en subte caótico, de más de una hora (con combinación incluida) apretujada y con calor, el desafío que al principio me parecerá inconducente y al que me abocaré durante el workshop de la artista Marina Abramovi? empezará a tener sentido: 3622, 3623, 3624 y... algo parecido a un estado zen.
Pero esto será recién en un rato, cuando entre de lleno en la tarea en cuestión: una de las consignas del taller que esta reconocida performer serbia de casi 70 años dirigirá durante la inauguración de la Bienal Performance 2015, vigente en Buenos Aires hasta el 27 de junio. Una propuesta que invita a reflexionar sobre cuestiones del mundo del arte y la sociedad contemporánea.
Por ahora, desde la calle, todo es expectativa. Se trata de un workshop gratuito y abierto al público. Dos únicas fechas en el Centro de Arte Experimental de la Unsam, en Bustamante 75, copadas por miles de fanáticos que no quieren perderse la posibilidad de estar en el mismo recinto, cara a cara, con la mítica Abramovic, la misma que imparte su método desde el instituto MAI, en Nueva York. Ella estará aquí durante el horario corrido de 10 a 18, sin pausas ni interrupciones. Se podrá permanecer en la sala tanto como uno desee, pero sin emitir palabra, en absoluto silencio.
Los fanáticos comenzaron a hacer cola desde las 7; mi reloj marca las 11. En la fila tengo cientos de personas delante de mí. Converso durante la espera con Natalí Faloni (bailarina), Violeta Mansilla (performer) y Martín Tchiara (actor). Me cuentan que se liberaron de todas las actividades del día. "Veremos qué pasa, la idea es quedarnos todo el tiempo que podamos." Un mismo anhelo compartido por muchos. Yo también tengo toda la tarde libre: siete horas sin hablar, sin poder ir al baño, sin comer... en principio, suena extremo. Pero mejor no hacer conjeturas.
La consigna es liberarse de las constantes distracciones del mundo moderno, permanecer en silencio y mirar hacia adentro, conectarse con el momento presente, con la intuición. De ahí que, para entrar, haya que dejar todos los objetos personales en un locker, incluidos reloj y celular.
Al fin llega mi turno. "Si querés ir al baño, podés ir ahora, una vez que uno ingresa al recinto ya no se puede salir y volver a entrar", me dice una de las asistentes, y mientras me habla veo una chica sentada en el suelo que es asistida por un paramédico. Le están tomando la presión, está blanca como un papel. Pienso en la palabra sugestión, en la posibilidad de dominar la voluntad de alguien, y antes de ingresar acepto el consejo de pasar al baño. Luego me ofrecen (es obligatorio) un par de auriculares para aislar los sonidos. Subo tres escalones y otro asistente, vestido de negro y sin headphones, me lleva de la mano hasta un cuadrilátero central lleno de gente, parados como estacas. En mi recorrido, me cruzo con personas que caminan de dos formas: en cámara lenta y lentísima, hasta dar un paso en no menos de 15 segundos. Otros están sentados a pocos centímetros de una cartulina de color pegada en la pared y la miran fijo. También hay dos mesas largas con gente sentada alrededor, pero no distingo qué hacen. Ahora, parada en el cuadrilátero central, la asistente de Abramovic pasa sus manos sobre mis ojos para que los cierre, apoya ambas manos sobre mi pecho y espalda y así quedamos por algunos minutos. Espío de vez en cuando, no puedo evitarlo y, finalmente, se va.
No logro concentrarme y salgo a caminar, despacio, pero no tanto. Reconozco en ese ejercicio el objetivo de tomar plena conciencia corporal. Lo hacía en mis viejas clases de teatro, pero hoy me gana la curiosidad. Veo un sector de catres ocupados con gente recostada y tapada hasta la cabeza con mantas grises. La intención, acaso, sea profundizar en la mirada interior. Prefiero caminar, y en mi paseo me topo con ella. Marina Abramovic está sentada en una silla con las manos sobre su falda y los ojos cerrados. Me quedo a su lado, intento relajarme. Pero nada. Vuelvo a buscarla luego de unos minutos y sigue allí, inmóvil. Tiene la piel lozana, el pelo negro y un gesto sereno. Y se mantiene en su pose, usando su cuerpo como tema y medio, como en tantas otras ocasiones lo ha hecho con el fin de explorar la relación con su audiencia, en busca de una mutua transformación emocional.
Yo estoy demasiado atenta a lo que sucede a mi alrededor, y lejos de la experiencia mística. Observo y juzgo algunas poses forzadas, encuentros entre desconocidos que se miran, se dan la mano y se quedan como estatuas uno frente al otro sin quitarse los ojos de encima; se sonríen, se abrazan y se dejan.
No estoy abierta a ese intercambio. Visualizo una silla libre alrededor de una de esas largas mesas blancas. Voy directo hacia allí. Un cartelito sugiere: "Separe y cuente". Me aboco entonces al trabajo de separar granos de arroz y lentejas. Lo hago sin prisa. Y cuando ya casi termino con las 877 lentejas reconozco haber olvidado el registro del tiempo. Me falta la montaña de arroz. Levanto la mirada y veo a Abramovic caminar por el recinto. Se detiene, apoya sus manos sobre una joven. La chica rompe en un llanto silencioso. Yo e
lijo seguir con mi tarea. Estoy concentrada en los granos, y en los números. No hay apuro. Incluso dibujo formas con los grupos de semillas. Finalmente, el grano de arroz 3624 me regala la calma. Pura calma. En ese estado, me levanto y me voy.
Mañana
Performance
Diana Szeinblum presenta Los Contempladores, un tour de aproximadamente dos horas y media con capacidad para 24 personas, que los llevará por diferentes espacios de la ciudad elegidos bajo el criterio de "sentimiento oceánico", concepto que describe la pérdida del cuerpo íntimo que, ante la experiencia de lo inmenso, borra sus límites para transformarse en un todo. Inscripción previa en www.bp15.org.
Miércoles 6/5
Instalación
Leonello Zambón y Eugenio González presentan Murmullo, una instalación que consistirá en sustituir los vidrios de la fachada de la Casa Nacional del Bicentenario por la información sonora que éstos son capaces de transmitir desde su interior, con lo que se interrumpirá la conexión visual. A través de tres acciones se dará uso del dispositivo creado para subrayar su artificialidad. De 17 a 21, en la Casa Nacional del Bicentenario, con entrada gratuita.
Jueves 14/5
Performance
Osías Yanov presenta la IV Sesión del Parlamento, y cuestiona: si existiera la posibilidad de que una serie de movimientos fuera suficiente para establecer una ley, ¿cómo sería un parlamento de cuerpos donde se sesione a partir de coreografías? Osías Yanov, mediante prácticas performáticas condicionadas por elementos escultóricos, explora al individuo como generador de cambios mediante su reverberación física. A las 19, en el Malba, con entrada gratuita.
Miércoles 3/6
Performance
Mondongo presenta No soy tan joven para saberlo todo. El apropiarse de cuentos de la infancia no es nuevo en la obra de Mondongo: ya con Caperucita roja tensaban los límites de lo conocido. Aquí exponen la vida adulta de Pinocho conservando ciertos rasgos de lo inanimado y a través de una puesta lúdica. Así Mondongo explora cuestiones de género y tabúes respecto de la sexualidad. A las 22, en Vidriera Mondongo, entrada gratuita.
Sobre el workshop
En su primera visita a la Argentina, la artista serbia cautivó al público. El cupo para la conferencia que brindó el lunes pasado se agotó en minutos y en los dos talleres recibió a más de 2624 personas.
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