Salir o no salir: esa es la cuestión. La época de la Gran Reclusión terminará algún día y ese día las calles volverán a recibir a multitudes de personas, algunas extasiadas de placer y otras, de miedo. ¿Será riesgoso viajar en subte, retozar por un parque o frecuentar un café, todas actividades que estaban entre las más inofensivas de la rutina civilizada? "La vida es un riesgo inconsiderado que nosotros, los vivos, corremos", escribe la filósofa y psicoanalista francesa Anne Dufourmantelle en Elogio del riesgo, un libro recién publicado acá cuya lectura se vuelve vital en estos días en que nos debatimos entre recluirnos o exponernos.
Si es cierto que "la esencia del ser humano es el deseo", como dijo Baruch Spinoza, hoy vivimos un dilema: deseamos volver a la vida que conocíamos, pero un factor nuevo (el virus) nos genera temor. Esa es una tensión casi existencial: salvo que uno goce con el peligro, el miedo reprime el deseo. En toda su sutileza, el idioma castellano expresa esa puja en tanto defina al temerario como alguien demasiado atrevido o imprudente y al temeroso como alguien demasiado pusilánime o cobarde. Entonces, ¿será de temerario o de temeroso la duda de viajar o no viajar en subte? "‘Arriesgar la vida’ es una de las expresiones más bellas de nuestro idioma", escribe Dufourmantelle: "¿Significará necesariamente enfrentar la muerte y sobrevivir? ¿O bien habrá, inserto en la vida misma, un dispositivo secreto, una música capaz por sí sola de desplazar la existencia hacia esa línea de batalla que llaman deseo?". El riesgo abre un espacio desconocido y estamos viviendo algo que nunca habíamos vivido, ni siquiera imaginado. En tanto humanos, digo yo, nacemos con una bendición maldita: somos la única especie consciente de su finitud pero a la vez convenimos olvidarnos de que vamos a morir para poder seguir viviendo.
La línea de riesgo no es estática: avanza y retrocede según las épocas y las circunstancias (por convención actual, hoy está a metro y medio de cada uno de nosotros) y es imposible vivir en la seguridad absoluta. En Elogio del riesgo, Dufourmantelle brinda un contexto filosófico y psicoanalítico al peligro como opositor de la voluntad y lo hace desde una postura positiva: el riesgo puede ser agente de vida y no de muerte. Aun con respetuosa distancia social, alcohol en gel y barbijo obligatorio, el mundo nos espera ahí afuera: está plagado de incontables peligros pero el que no arriesga no gana porque, como dijo Platón acaso dando ánimos al temeroso, "el riesgo es bello".
Listamanía
Cinco datos sobre Anne Dufourmantelle, filósofa francesa
- Academia. Nacida en París en 1964, se doctoró en Filosofía en la Universidad de La Sorbona y fue diplomada en Brown, Estados Unidos.
- Psicoanálisis. Entre París, Londres y Nueva York, practicó el psicoanálisis tradicional de inspiración freudiana: diván, sueños y deseos ocultos.
- Periodismo. Escribió crónicas, a las que llamó "filosóficas", en el diario francés Libération y trabajó como editora de libros en Nueva York.
- Riesgo. Dedicó gran parte de su vida profesional a pensar y escribir sobre la inexistencia del grado cero del riesgo en la vida humana.
- Final. Murió en 2017, en un acto riesgoso y heroico: rescató a dos chicos que se ahogaban en el mar pero ella sufrió un paro cardíaco.
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