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Desde hace años el sastre Raúl Edmundo Jorge Williams tiene la costumbre de vestirse con los colores de la bandera argentina para ir a votar. El excéntrico look es su marca registrada y en más de una oportunidad el patriotismo se volvió viral en redes sociales.
En estas elecciones legislativas eligió para lucir un pantalón rayado albiceleste, saco de la misma tela (que una de las solapas tiene el escudo de Racing, su club), camisa blanca, chaleco, moño, una alargada capa (en la misma gama de colores), sombrero y el infaltable barbijo. El hombre de 80 años, alto, esbelto, con estilo jovial y fino bigote, nunca pasa inadvertido.
Cada vez que se acerca a emitir su voto a la escuela ubicada en la calle Juncal (entre Bulnes y Coronel Díaz) es un clásico que la gente quiera sacarse una foto con él. Jorge, está acostumbrado: siempre suele llamar la atención cuando sale de paseo por el barrio con sus llamativos atuendos. ”Muchos se dan vuelta para mirarme porque tengo estilo propio. Todas mis creaciones son obras de arte únicas. Hoy tenía ganas de vestirme así”, asegura este sastre modelista internacional con casi siete décadas en el oficio.
Mate con banana, huevo duro y nueces a las 6 de la mañana
Williams suele levantarse temprano. A las seis de la mañana prepara su mate con banana, huevo duro y cinco nueces y luego se va caminando al Parque Las Heras. Allí medita y lee metafísica. También hace gimnasia. “Subo y bajo los escalones, unas cuantas veces, así no me duele la rodilla”, cuenta. Otras tardes hace jueguitos con la pelota contra la pared. Tras sus rituales matutinos elige qué vestimenta va a acompañarlo ese día. “Siempre me pongo un traje diferente, el que se me da la gana”, reconoce con picardía. Tiene más de 200. Todos son de creación propia y súper originales. Antes de las nueve de la mañana está firme en su local ubicado en la calle Jerónimo Salguero 2139, en el barrio de Palermo. Si cruza miradas con algún curioso lo saluda, sonríe y vuelve a concentrarse en su labor junto a la preciada máquina de coser Necchi. “Es mi novia, nunca me falló. Me la compré cuando salí del servicio militar. Tenía 21 años y estuvo conmigo siempre”, cuenta y señala su herramienta de trabajo.
Jorge nació un 6 de enero de 1942 en Trelew, Chubut. El joven tuvo una infancia feliz, pero jamás pudo olvidar las fuertes palabras de una maestra del primario. “Ella me dejó un trauma. Me dijo que era un burro y que tenía aserrín en la cabeza por ser zurdo. Yo era obediente. En ese momento me puse mal, porque nos habían enseñado que las maestras eran como una segunda mamá”, rememora. El joven siguió adelante y logró superarse. A los once años su padre lo incentivó a entrar en el mundo de los hilos y las telas. “Habló con un amigo que tenía una sastrería y arranqué. Al principio hacía los mandados y limpieza. A los meses empecé a coser. No me costó nada, aprendí tomando mate y escuchando la radio. Tengo voluntad desde pequeño. Siempre me divertí”, admite. A los 15 años ya hacía diseños propios y cuatro años más tarde se convirtió en maestro sastre. “Me daba maña con todo. De solo mirar a los clientes ya sabía su talla y qué modelo le quedaría mejor”, afirma.
Los 60 en la Patagonia y los 90 en Buenos Aires
En la década del 60 Williams abrió su propio local de confección de ropa y trajes a medida en la Patagonia. Allí su estilo y creaciones resultaron un éxito. Sin embargo, a los veintisiete años lo estafaron. “Presté la chequera, la firma y me fundieron”, cuenta. Tuvo que volver a empezar. Fue a principios de los 90 cuando se instaló en Buenos Aires. “Arranqué en un salón que conseguí por recomendación en la zona del Botánico”, detalla. En esa época conoció a la modista Sandra Paiz. “Yo vivía en el mismo lugar donde él fue a alquilar, teníamos muchas coincidencias, a los dos nos gustaba lo mismo. Empecé a hacer arreglos y al tiempo nos hicimos socios”, rememora Paiz, mientras cose una blusa con lentejuelas para una clienta. Primero estaban en la calle Lafinur y desde el 2010 se mudaron a su ubicación actual.
En el perchero del local Jorge tiene cientos de diseños: sacos de animal print, otro de retazos de siete trajes diferentes al que llama “Príncipe venido a menos”, con tela hindú o Gobelino, blazers con estampados desde Maradona hasta Elvis Presley y variedad de diseños con motivos navideños. “No vendo ninguno de estos trajes, son únicos y me los hice para mí”, admite. “Esta capa está hecha con 46 corbatas que me regalaron diferentes clientes”, dice. Y cuenta que siempre le gustó coleccionar y guardar etiquetas de las prendas. Con ellas hizo una creación exclusiva de saco, pantalón y capa. “¿Sabés cuántas lleva la capa?”, consulta. “Tiene 1614 diferentes, las conté”, responde, orgulloso. “Lo más difícil fue conseguirlas, pero lo logré. Son pocos los hombres vestidos de etiqueta, yo voy vestido de etiqueta”, agrega, entre risas. Al instante, se acerca al probador y se cambia el look. Sale con un saco violeta que diseñó a fines de la década del 70 en México. “Cuando veo una tela que me gusta la compro, después me viene un flash y hago la prenda. La inspiración me llega del cielo, es un regalo de Dios. Lo que más me gusta de este oficio es hacerme ropa para mí”, confiesa y se acerca a contemplar sus creaciones. Ahora, desea diseñar un pantalón camuflado.
Según él hay que ir bien vestido vayas a donde vayas. “Es importante la presencia. Cómo va a estar el gerente del banco con pulóver y sin traje, por favor. Para mí es una vergüenza. Antes la gente se vestía mejor con sombrero y moño. Cambiaron las épocas, pero para mal”, opina y recuerda cuando por semana le encargaban varios trajes a medida. “Soy uno de los pocos sastres que va quedando de la vieja escuela”, afirma mientras achica y arregla un saco de un cliente. De fondo suena la radio, su fiel compañera en las tardes de costura.
Publicidades, cortos, películas y sus ACV
Hubo una época en la que Jorge participó en distintos castings y apareció en publicidades, cortos y películas. Desde marcas de cerveza, de un importante shopping (en el que posó vestido de maitre de hotel), fotografías en el Teatro Colón y hasta un personaje en la película “Sin hijos” con Diego Peretti y Maribel Verdú.
En 2010 Williams sufrió su primer ACV. “Me quedó la mano izquierda dura. Poco a poco pude recuperar la movilidad. El 18 de febrero de 2021 tuvo el segundo. “Llegué al local en silla de ruedas, pensé que no iba poder volver a caminar. Gracias a Dios estoy bien”, admite y plancha el saco. “Antes me resultaba más fácil porque esta mano la movía bien”, ejemplifica.
Se oye el timbre del local e ingresa Don Elías, un habitué. ”Buenas tardes”, dice el hombre. Jorge lo saluda y se acerca para entregarle las prendas (saco y pantalones) que le arregló. “Tenemos tradición con los clientes. Vienen muchos que nos acompañan desde hace años. Gente mayor con sus hijos o nietos. Ahí nos damos cuenta del paso del tiempo. El que viene siempre termina como amigo, eso es lo lindo de la sastrería”, afirma Sandra.
“Me gusta cuando la gente me dice que soy excéntrico porque me están alabando. No me molesta que me digan que me visto como un payaso, porque es un tipo especial, divertido y hace reir a la gente. Debo admitir que soy presumido. Yo me amo”, confiesa, entre risas. Uno de sus grandes sueños es vestir a Messi. “Le haría un traje loco con los colores de nuestro país. También me encantaría diseñarle una capa albiceleste a toda la que la Selección Argentina. Sería un orgullo”, confiesa.
“Un buen sastre primero tiene que amar lo que hace. Siempre le digo a los más jóvenes que elijan una profesión que les divierta. “¿Es bonito no?”, dice sobre el saco que lleva puesto. “A mi me gustan todas mis prendas”, concluye y se sienta frente a su tesoro: la máquina de coser.
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