Melina creció inmersa en un mundo que solía percibir como mágico. De niña, su imaginación emprendió un vuelo definitivo y elevado a través de los relatos de su padre, Ismael León, un periodista incisivo, arriesgado y que envolvía a su familia en intrigas y adrenalina.
"Durante los años 80 y 90, mi padre escribió sobre política en Perú, un oficio de alto riesgo. El contexto, el país, todo, era muy peligroso y él, que se ilusionaba con algunos de los nuevos gobiernos, al ver que nada cambiaba se convertía en un crítico duro y esto tenía consecuencias en nuestra vida familiar. Apuntaba a las altas esferas, a comunicar grandes acontecimientos políticos, pero fue esto mismo lo que lo llevó por un camino que develó historias mínimas detrás de una maquinaria aberrante", revela Melina.
El adentrarse en las profundidades de la política, la corrupción y los escalofriantes descubrimientos detrás de organizaciones dominantes de la época, como Sendero Luminoso, llevaron al padre de Melina a investigar y escribir crónicas sobre un tema trágico: el tráfico de bebés y su entramado, junto a testimonios puntuales de aquellas madres invisibles, en estado de pobreza y olvido social, cuyos niños les fueron arrebatados al nacer y que nunca dejaron de buscar.
Un llamado extraordinario
Y un día, sumido en aquel inframundo denso, Ismael recibió una llamada extraordinaria, que se sintió hasta milagrosa. "Era la hija de uno de las protagonistas de un reportaje que había hecho él. Celine, una niña robada, convertida en mujer. Simplemente no lo podíamos creer. Ella ya había encontrado a su madre, pero necesitaba develar los hechos, su historia. Al leer las crónicas de mi padre, quiso regresar al comienzo, desandar el camino para reconstruir su identidad", explica Melina conmovida.
La organización de tráfico de bebés tuvo su condena y, sin embargo, fueron apenas dos mujeres las que pudieron reencontrarse con sus hijos. Dos historias mínimas para un país aquejado por grandes intrigas, pero enormes a nivel humano y emocional. Relatos que obligan a repensar nuestra naturaleza, nuestros comportamientos en su costado más oscuro.
"Y ese llamado increíble fue el que me inspiró a contar la historia a través del cine, una carrera que elegí desde mi propia necesidad de narrar testimonios de vida", cuenta Melina León, hoy convertida en una directora de cine que alterna su vida entre Lima y Nueva York, y que con su cortometraje El Paraíso de Lili fue seleccionada en más de 20 festivales internacionales obteniendo 11 premios, entre ellos al mejor cortometraje latinoamericano en el Sao Paulo International Short Film Festival.
En todo su recorrido profesional, Melina considera que el padre fue siempre su principal mentor. "Él contaba mucho de sus viajes. Perú era un país cerrado, por ello escucharlo era fascinante y eso influenció en que quiera ser cineasta. Veía cómo temía por Sendero Luminoso, por las amenazas que recibía por parte de los traficantes de bebés y mi admiración era muy grande, pero también observaba cómo su estrés por la inmediatez resultaba desgastante. El periodista cuenta historias, el cine también. Pero yo me metí en el mundo audiovisual, justamente porque hay más tiempo para contar, no como en el periodismo, donde están siempre apurados y sin posibilidades de dedicarse con tranquilidad. Elegí una vida más en pausa, un carril más lento", continúa con una sonrisa.
Canción sin nombre
Para Melina, aquel llamado inolvidable de la mujer que había sido robada fue el gran motor para su ópera prima titulada Canción sin nombre, película que se estrenará en el 2019. El film le abrió una posibilidad para contar, a la luz de los años, una historia de regresos. Inspirada en los hechos reales, Canción sin nombre es la historia de Georgina Condori, una joven andina cuya hija recién nacida es robada de una clínica falsa en Lima. Pedro Campos, un joven periodista limeño toma a su cargo la investigación y emprende junto a ella la desesperada búsqueda. La película está ambientada en los años 80’s y transcurre en plena crisis económica y auge de Sendero Luminoso.
"Creo que para estas mujeres y sus hijos que lograron reencontrarse, y para todas las madres que no lo lograron, ver la película será emocionalmente muy fuerte. Será un momento difícil. Para mí lo será", reflexiona Melina, "El caso se resolvió a medias y quedan tantas madres que no encuentran a sus hijos, y niños hoy adultos que no recuperaron su identidad. Mujeres que jamás los dieron en adopción, sino que, en su vulnerabilidad y abandono social, le quitaron lo más preciado. Todo encubierto por una red de influencias, por la política, y en donde el periodismo llega a dar con la mafia de jueces 25 años más tarde", continúa.
Las investigaciones del padre de Melina y las duras revelaciones tuvieron numerosas consecuencias sorprendentes, como fue el caso de una madre adoptiva francesa que, a través de una extensa carta pública, le pidió disculpas a una de las madres biológicas que logró reencontrarse con su hijo. Ella había ido a realizar una adopción legal, tal como se lo presentaron en los papeles, sin saber que robaba una vida.
Empatía para un mundo mejor
Sin dudas, aquel llamado extraordinario le cambió la vida a Melina León, quien se aventuró a narrar una historia dolorosa, compleja de asimilar y visibilizar, y que hoy está presentando en Buenos Aires en el marco de la 10ma edición de Ventana Sur, el mayor mercado audiovisual de América Latina. Una obra dedicada a su padre, quien no llegó a verla - falleció hace cuatro años -, pero que supo con orgullo que se llevaría a cabo.
"Quise contarla porque él me inspiró, porque contiene el factor mágico del regreso, pero también, porque quería relatar una historia desde el punto de vista de una mujer, en una época dura y peligrosa. Una historia pequeña, mínima, que ocurre por fuera de las enormes esferas, pero grande por ser fuente de emociones humanas profundas. A través de mi narrativa, quisiera abrir la conversación hacia temas que tenemos que cambiar: la pobreza, el racismo, la misoginia. Son temas que vivimos, los experimentamos. A mí me conmueven mucho y espero poder conmover. Creo que, al experimentar el dolor de una mujer pobre, olvidada, podremos generar mayor empatía, conexión para el cambio, para un mundo mejor", concluye sonriente.
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