Llegar al Edificio Libertador, esa mole de 18 pisos y más de mil ventanas que queda detrás de la Casa Rosada, cuesta un Perú. Las cuadras aledañas parecen zona de guerra. Desde Puerto Madero, las obras del Paseo del Bajo imponen una barrera casi infranqueable. Del lado del centro, la remodelación de los espacios públicos que componen el Parque del Bajo representa otro escollo. Hay máquinas y operarios por doquier. Si alguien se descuida, termina convertido en baldosa. De pronto aparece el caminito de entrada que, desde Paseo Colón, conduce a las imponentes escalinatas entre polvo, ruido y más polvo. Media hora después, contemplando Buenos Aires desde lo alto, las dificultades serán una anécdota y el esfuerzo habrá valido la pena.
Dentro del programa "Miradores de Buenos Aires", el Edificio Libertador abrió sus puertas a un reducido grupo de 20 personas, entre las cuales se destacaba Francisco, un chico de Villa Ortúzar que es fanático de subir a puntos altos de nuestra urbe. Con 9 años ya visitó junto a su mamá, Rosana, las terrazas, balcones y cúpulas de la Galería Güemes, la iglesia de Santa Rosa de Lima, el Hotel Panamericano y el Automóvil Club Argentino (ACA).
Tanta es su experiencia que, cuando terminó la actividad, LA NACIÓN le preguntó a Francisco cuál le había gustado más entre las vistas que se tienen desde el piso 15 del Edificio Libertador, en la base de la mansarda. Tenía para elegir Puerto Madero, el río y la Reserva Ecológica o una panorámica de la ciudad que se extiende hacia la General Paz y el Riachuelo. Nuestro sommelier de miradores no dudó. Le agradó más el paisaje con agua, verde, rascacielos y el futuro que ya llegó.
Es que la visita al Libertador (sede del Ministerio de Defensa, del Ejército y del Estado Mayor Conjunto de las Fuerzas Armadas) tiene un carácter lúdico de 2x1. Se puede observar al este y al oeste. Desde un pasillo generoso, de seis o siete metros de ancho, se contempla el estuario del Río de la Plata. Desde el comedor de oficiales, que tiene un aire a mesón español (muy años 70), la ciudad parece infinita.
El loco de las cúpulas
Botellita de agua reciclada en mano, el guía de esta visita es el creador y coordinador general de "Miradores de Buenos Aires", Néstor Zakim. Es arquitecto, historiador, divulgador del tango y anda siempre mirando hacia o desde las alturas. Escribió "Cúpulas, remates y miradores de Buenos Aires", un libro de 2015 que lamentablemente está agotado. Si la Capital fuera Ciudad Gótica, sería el texto de cabecera de Batman.
"Desde las alturas, la ciudad se ve en un todo y podemos hacer un rescate patrimonial distinto", dijo Zakim al comenzar la charla. Y agregó: "La arquitectura es un registro de la historia. La ciudad responde a intereses sociales, económicos y políticos. Hasta el siglo XIX, el perfil de Buenos Aires estaba dado por los remates de las iglesias; eran los puntos más altos. Hoy, ese perfil lo trazan los edificios del capital financiero y algunas expresiones del Estado Nacional".
Al Este
Para que el público captara las dimensiones del Río de la Plata que se abría ante los ojos, Zakim dijo que su superficie es superior a la de la provincia de Tucumán e, incluso, a la de Misiones.
Recordó cómo se formó la Reserva Ecológica a partir de un relleno que hizo la entonces Municipalidad, durante el último gobierno de facto, con los materiales de demolición que generó la construcción de las autopistas urbanas.
Puerto Madero, prosiguió, es el barrio más nuevo pero lleva el número 47 de los 48 que tiene la ciudad. El 48 es Parque Chas, que hasta 2005 formaba parte de Agronomía.
Una buena
Majestuosa con sus 235 metros de altura, la Alvear Tower parece estar ahí nomás, al alcance de la mano. Estará terminada, dicen, hacia fines de 2019. Las torres Renoir e YPF se ven igual de atractivas y tentadoras. Lástima no tener un par de millones de dólares para invertir.
Antes de ser un barrio de lujo, recordó Zakim, Puerto Madero vivió décadas de abandono durante buena parte del siglo XX, ya que era un puerto poco práctico, costoso y difícil de operar con su sistema de dársenas cerradas. Por eso fue reemplazado por el Puerto Nuevo, de dársenas abiertas, a partir de 1919.
El arquitecto consideró que fue una buena decisión reciclar los viejos depósitos construidos en ladrillo y regular la edificación del otro lado de los diques, de tal forma que las construcciones viejas y nuevas en la primera línea del agua tuviesen la misma altura en ambas márgenes.
La fragata y el tango
Zakim no pudo con su genio tanguero y se detuvo a contar que la Fragata Sarmiento, primer buque escuela de la Armada, que se encuentra amarrado allá abajo, cumplió un papel fundamental en la difusión de la música porteña.
"El tango salió al mundo por la fragata Sarmiento, que llevaba partituras y discos. Así llegó a Japón", sostuvo.
Presente durante la visita, Sebastián Katz, director de Gestión Cultural del Ministerio de Defensa, precisó que la fragata es uno de los 36 museos y salas históricas que tienen las Fuerzas Armadas y organismos descentralizados del área, como Hidrografía Naval, el Servicio Meteorológico o el Instituto Geográfico.
La trinchera
Como últimos puntos de interés de la vista hacia el este, Zakim señaló el Puente de la Mujer, que fue inaugurado en 2001 y se convirtió en un ícono instantáneo de Buenos Aires, y la tremenda obra del Paseo del Bajo. Acercándose al borde de la ventana, se ve claramente la trinchera por donde correrá el tránsito pesado para unir el sur y el norte de la ciudad.
Al Oeste
El guía y el grupo pasaron luego al comedor, que mira al oeste. A la izquierda de la pantalla (perdón, de la ventana), al fondo, aparece bien nítida la Torre Espacial del ex Parque Interama, en Villa Soldati (228 metros de altura).
Luego, en la enunciación de hitos, emergen las Torres de Matheu y Brasil (complejo de seis edificios de 21 pisos que parecen uno solo), las grandes torres de la zona de Sánchez de Loria e Independencia, en Boedo, el Belgrano Office de Belgrano y 9 de Julio, diseñado por el gran arquitecto Mario Roberto Álvarez, el Ministerio de Obras Públicas (ahora Ministerio de Salud), la torre de IRSA y cantidad de iglesias del casco histórico, como San Francisco, San Ignacio y Santo Domingo.
Sobre Paseo Colón se destacan, como bellos ejemplos constructivos de inicios del siglo XX, el Edificio Lahusen, que ahora se conoce como salón de eventos corporativos y privados, pero fue levantado por una firma textil, y el Railway Building, que fue considerado el primer rascacielos de Sudamérica y sirvió de sede a las empresas inglesas de ferrocarriles, aunque luego fue casa central de Aerolíneas Argentinas, entre múltiples usos que tuvo, ya en manos del Estado.
La azotea de la Casa Rosada es un cambalache de equipos centrales de aire acondicionado y el Banco Nación se luce con su mansarda verde y su cúpula de 50 metros de diámetro, prodigio de Alejandro Bustillo.
La historia del Libertador
Durante la presidencia de Agustín Justo (1932-1938) nació el anteproyecto de emplazar dos grandes edificios detrás de la Casa Rosada, en diagonal, uno para el Ministerio de Guerra y otro para el Ministerio de Marina. Finalmente solo se levantó uno, destinado al Ejército. El de la Armada nunca se construyó y en su lugar se erigió el Edificio Guardacostas, de la Prefectura Naval.
Las obras comenzaron en 1938, ya bajo la presidencia de Marcelino Ortiz, y estuvieron a cargo de la Dirección General de Ingenieros. Se trató de una construcción en hormigón armado, netamente estatal, en la que intervinieron numerosos arquitectos, aunque en los registros oficiales siempre se destaca la labor de Carlos Pibernat.
El Ministerio de Guerra fue inaugurado en abril de 1943 por el presidente Ramón Castillo. Su ministro de Guerra era Pedro Ramírez, quien lo derrocó meses después en el golpe de Estado conocido como Revolución del 43.
Cabe recordar que, durante aquel gobierno de facto, Juan Perón llegó a ser vicepresidente de la Nación, ministro de Guerra y secretario de Trabajo y Previsión, y conservó despacho en el Edificio Libertador, en su carácter de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, hasta su derrocamiento en 1955. De hecho, antes del bombardeo de aquel año, Perón abandonó la Casa Rosada y se refugió en esta mole.
El nombre de Edificio Libertador, justamente, le fue impuesto por Perón en 1950, como parte de los festejos del "año del Libertador General San Martin", al cumplirse el centenario del fallecimiento del padre de la Patria.
Durante la presidencia de Frondizi, el Ministerio de Guerra pasó a llamarse Ministerio de Defensa.
Su arquitectura
La ubicación del Libertador fue fijada dentro de un plan de urbanismo que tomó como eje la línea central de la cúpula del Congreso, la avenida de Mayo y la Pirámide de Mayo.
El proyecto buscó armonizar con el cercano Palacio de Correos y Telégrafos (hoy CCK, inaugurado en 1928). Por su diseño, el Libertador también "dialoga" de algún modo con el Palacio de Tribunales de la calle Talcahuano.
Tiene más de 82.000 metros cuadrados cubiertos. Su forma, vista en una imagen satelital, es similar a una hache mayúscula. Consta de dos bloques unidos por una sección central, y posee dos patios internos que brindan aire y luz a las oficinas. Por eso llega a tener la friolera de más de mil ventanas.
Su arquitectura exterior es de estilo academicista francés, de línea clásica, simétrica y simple. La monumentalidad está dada por sus dimensiones, pero también por el basamento, el desarrollo y el remate. Para Néstor Zakim, el edificio anticipa, asimismo, el racionalismo, que se caracteriza por la renuncia al ornamento.
La mansarda de los tres pisos superiores está cubierta con pizarras importadas. El basamento contiene una impactante escalinata de granito, pórtico y galería de acceso con columnas dóricas y revestimiento perimetral de granito.
Una mini ciudad
Unas 5.000 personas ingresan a diario al Edificio Libertador, entre empleados y visitas. Adentro hay instalaciones y servicios que hoy llaman la atención, como gimnasio, peluquería, capilla, banco, sastrería, talabartería, cerrajería, servicio médico y farmacia, además de la enorme cocina y salones comedores.
En la planta baja se ubican la Biblioteca Central del Ejército e imponentes salones para recepciones y actos oficiales. En el diseño de esos interiores de gran altura, donde la figura humana queda empequeñecida, se adivina cierta influencia de la arquitectura de Albert Speer, el urbanista del nacional socialismo, dijo Zakim en un aparte con LA NACIÓN.
Por último, el Libertador tiene tres plantas subterráneas y la leyenda cuenta que desde ahí salen varios túneles que comunican con la Casa Rosada y el Departamento Central de Policía, entre otros destinos. Para Zakim, se trata solo de túneles operativos, para el tendido de cables y otros medios de comunicación.
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