El reino del exceso
El Carnaval nos permite reflexionar sobre cómo nos divertíamos antes, pero también acerca de la tensión entre participación popular, espacio público y política
Buenos Aires creció en población y en diversidad aceleradamente en el siglo XIX. De los 40 mil habitantes en 1810, pasó a casi 100 mil en 1855, y 660 mil en 1895. Esta explosión demográfica y urbana, en la que los esclavos y la inmigración tuvieron un rol protagónico, trajo notables cambios en la sociabilidad porteña.
La calle, la plaza, el mercado, la pulpería y los espacios públicos (como la Alameda) se convirtieron en zonas de contacto de la plebe con el patriciado porteño. La gente decente, temerosa y desconfiada frente tanta diversidad, tendió a recluirse en lo privado, pero en algunas oportunidades se dio una profunda interacción entre los hijos de buena familia, los inmigrantes y los esclavos. Un espacio que une en la diversión (y en los excesos) es el Carnaval, el cual nos permite reflexionar sobre cómo nos divertíamos en el pasado, pero también acerca de la natural tensión entre participación popular, espacio público y política.
Fiesta esperada desde los tiempos de la colonia, los desbordes fueron su denominador común y el secreto de su encanto: el 13 de febrero de 1795, el virrey Arredondo promulgó un bando prohibiendo "los juegos con agua, harina, huevos y otras cosas". En las primeras décadas de la vida independiente no paró de crecer y concitar la atención pública. Legado de los españoles, mezcla de fiesta cristiana y pagana, fue tomando ribetes violentos y obscenos que preocuparon a las autoridades. El festejo de Carnaval era a pleno porque, siguiendo la liturgia cristiana (los tres días anteriores al miércoles de ceniza), luego venía el ayuno.
Lo menos peligroso que se tira desde las azoteas es agua, seguida de huevos podridos o rellenos con agua. Los disfraces ocultan la identidad y confunden el origen social, y el sexo. Muchos jóvenes patricios se animan a salir travestidos por las calles de la rústica y conservadora Buenos Aires. Máscaras, comparsas, cohetes, todo valía. En algún sentido, era una fiesta lúdica y subversiva, que desafiaba los límites de las buenas costumbres de la época. Y la calle se convertía en una romería, en un campo de batalla atravesado por la diversión.
Un escritor inglés dice para 1820: "Llegado el Carnaval se pone en uso una desagradable costumbre: en vez de música, disfraces y bailes, la gente se divierte arrojándoles baldes de agua desde los balcones y ventanas a los transeúntes, y persiguiéndose unos a otros de casa en casa. Los diarios y la policía han tratado de reprimir estos excesos sin obtener éxito".
Aunque participaban todas las clases sociales, la ciudad en Carnaval era tomada por la llamada plebe, lo que con el tiempo originó un debate acerca de cómo ordenar el festejo para impedir lo que entonces se tildaba de relajo popular. El objetivo era restablecer el decoro perdido en una ciudad que se hacía más diversa y que abandonaba las normas por varios días.
Con Juan Manuel de Rosas, poderoso gobernador de la provincia de Buenos Aires y líder del federalismo nacional, el Carnaval llegó a su máximo esplendor. Grandes protagonistas y protegidos de Rosas, los negros se dividían en naciones y se juntaban a danzar al ritmo de sus candombes. Se dice que el mismo Rosas concurría a los huecos donde los morenos se divertían.
Es interesante notar que Rosas había hecho de la relación con el pueblo su principal arma política. Su régimen fomentaba la presencia popular en el espacio público en defensa de la santa federación. Sin embargo, llegado el momento tuvo que decretar la prohibición del Carnaval, en 1849, decisión que confirmó en 1851. Y esto a pesar de la cercanía de su gobierno con los sectores populares.
Luego vinieron los gobiernos liberales que lo sucedieron, los cuales paradójicamente levantaron la prohibición, pero cambiaron el formato del Carnaval, que pasó del espacio público a desarrollarse en ámbitos privados y con autorización oficial: nació así la época dorada de los carnavales en clubes y asociaciones.