El refugio de Freud
La señorial residencia de Hampstead se convirtió en una meca para los estudiosos del psicoanálisis de todo el mundo
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Una camioneta escolar estaciona en la calle Maresfield Gardens, en el sereno barrio de Hampstead, en Londres. Allí espera un maestro y su prolija fila de niños con uniforme de colegio luego de subir por una cuesta empinada, cerrada al tráfico, hasta el punto de encuentro. La escena, decorada con casitas de ladrillos rojos, ambientada con las alegres voces, se aprecia desde una ventana en el descanso de una escalera. Este espacio era el lugar preferido de Sigmund Freud durante sus últimos meses de vida. Gracias a sus influyentes amistades, el padre del psicoanálisis logró en junio de 1938, a sus 82 años, escapar cuando los nazis avanzaron sobre Austria. Capturar a Freud significaría una hazaña, no tanto por su origen judío, sino por el rechazo que sus teorías generaban en la mentalidad nazi.
Emily, voluntaria y experta en la vida y obra de Freud, abre la puerta y pregunta la nacionalidad del visitante: “¿Argentina? No me sorprende. Siempre son bienvenidos aquí. Son quizá los más curiosos y, a la vez, aquellos que vienen desde más lejos”. La directora del museo, Carol Seigel, confirma esta tendencia y destaca que el número de argentinos, junto con el de brasileños, constituye el segmento más copioso de visitantes. Alejada del circuito de atracciones más populares de la ciudad, la fundación se mantiene con la venta de entradas (30 mil por año), las conferencias que allí se dictan y el amor de los colaboradores por preservar este templo. Daniel Bento cubre una mesa con un hule para guarecerla del polvo. Su padre trabajó para Anna Freud, la hija más joven del médico, quien vivió en esta casa hasta su muerte, en 1982.
Antes que un depósito de antigüedades esta señorial residencia es una meca para los estudiosos –y agradecidos– de esta ciencia, un santuario que alberga tesoros invaluables. El icónico diván, allí donde el médico hizo aflorar el inconsciente de tantos pacientes, permanece en su estado original, tal como lo utilizaba en sus sesiones, cubierto con una alfombra oriental. También se encuentra la silla de tapizado verde donde escuchaba, atento, actos fallidos, asociaciones libres y analizaba neurosis.
En las repisas de su estudio descansan ediciones de Goethe, Shakespeare, Poe, Gogol, Dostoievski, Twain y Hawthorne, y sobre todo, incunables de arqueología, su auténtica pasión. Como en El nombre de la rosa, con un escrutinio inverso al del Quijote, donde se salvan del incendio y el olvido textos clave del pensamiento, Freud llenó un baúl con su selección personal de tesoros para trasladar al exilio. Hay muchos enigmas aún por resolver en torno de su pensamiento. Más de 10 mil folios, no expuestos para el visitante, se guardan en este museo. Entre estos documentos se atesora, por ejemplo, la correspondencia entre Freud y Albert Einstein. Los amigos de Freud, como él los llamaba, custodian los salones. Gran coleccionista de piezas de la antigüedad, amuletos fálicos, ídolos, dioses y figuras de la mitología griega, romana, y también de la civilización etrusca, asiria y egipcia pueblan los estantes. Hay una analogía entre su trabajo y este afán por rodearse de estas estatuas de pequeñas dimensiones: “La arqueología se puede entender en Freud como metáfora de su trabajo, que consistía en escarbar en un lugar donde algo fue destruido. Y allí, tras quitar las capas, llegar a los secretos de la mente y lograr una interpretación”, precisa Seigel.
Fue la princesa de Grecia y Dinamarca Marie Bonaparte, una de las primeras psicoanalistas, quien ayudó a Freud, a su esposa Martha y a su hija Anna, a escapar de Austria. El primer tramo fue en tren hacia París y luego en barco hacia Inglaterra. El horror de la guerra lo persiguió hasta su lecho de muerte. Seigel confirma que una bomba cayó en este barrio. La pieza teatral de Mark St. Germain La última sesión de Freud recrea el bombardeo nazi sobre Londres [Jorge Suárez protagonizó la versión argentina, dirigida por Daniel Veronese].
El motivo de orgullo de los vecinos es literal y cuelga en los cartelitos de cada puerta. En Maresfield Gardens, algo así como Jardines de la marisma, cada espacio verde está diseñado con cuidado, con una veta de racionalidad y otra de espíritu salvaje. Los pinos y las rosas sembrados por la cuñada de Freud, la hermana de Martha Bernays, así como los canteros y la disposición de los bancos se conservan tal cual los contemplaba Freud. "La sorpresa para los visitantes, en particular para los que vienen de tan lejos, como los argentinos, es la zona en la que está ubicada la casa. Les resulta extraordinario que en este barrio, donde vive una clase media próspera, en el norte de Londres, se instalara Freud con sus ideas e innovaciones. Nadie pensaría que uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX elegiría este lugar tan pacífico", opina la directora.
A esta casa peregrinaron admiradores y pacientes de distintas coordenadas del planeta. Uno fue Salvador Dalí, quien le regaló un retrato, que hoy se exhibe en la primera planta (“A él no le interesaban demasiado los surrealistas”, explica Seigel). La BBC realizó en esta residencia la única grabación de la voz que se conserva de Freud, donde en inglés pronuncia: “De mis nuevos hallazgos hice una ciencia con mi modo de tratar las neurosis. Tuve que pagar el costo de tener la suerte de realizar estos descubrimientos. Al final triunfé, pero la lucha aún continúa”.
El motivo de orgullo de los vecinos es literal y cuelga en los cartelitos de cada puerta. En Maresfield Gardens, algo así como Jardines de la Marisma, cada espacio verde está diseñado con cuidado, con una veta de racionalidad y otra de espíritu salvaje. Los pinos y las rosas sembrados por la cuñada de Freud, la hermana de Martha Bernays, los canteros y la disposición de los bancos se conservan tal cual los contemplaba Freud. “La sorpresa para los visitantes, en particular para quienes vienen de tan lejos, como los argentinos, es la zona en la que está ubicada la casa. Les resulta extraordinario que en este barrio, donde vive una clase media próspera, en el norte de Londres, se instalara Freud con sus ideas e innovaciones. Nadie pensaría que uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX elegiría este lugar tan pacífico”, opina la directora. A esta casa peregrinaron admiradores y pacientes. Uno fue Salvador Dalí, quien le regaló un retrato que hoy se exhibe en la primera planta (“A él no le interesaban demasiado los surrealistas”, explica Seigel).
Freud, una celebridad en Inglaterra, generó con su exilio la atención de la prensa local y europea. La BBC logró registrar en esta casa la voz del Freud, quien, en inglés, resumía, con la dificultad que le generaba su cáncer en el habla, su extensa trayectoria: “Bajo la influencia de un amigo mayor [Josef Breuer] y con mis propios esfuerzos descubrí algunos nuevos hechos importantes sobre el inconsciente de la vida psíquica, el rol de los impulsos sexuales y más. A partir de estos hallazgos se desarrolló una nueva ciencia: el psicoanálisis. Una parte de la psicología y un nuevo método para tratar la neurosis. Tuve que pagar por este poco de buena suerte. La gente no creyó en mis hechos y consideró a mis teorías ofensivas. La resistencia fue fuerte y tenaz. Al final, tuve éxito, pero la lucha continúa”.
Freud añoraba, a pesar del horror, a Viena “la prisión de la cual me han liberado”, escribía en su diario. El concepto de libertad adquiría así una nueva interpretación para este intelectual que luchó contra la represión y por encontrar las llaves para abrir la puerta de las diferentes cárceles del alma.
Para saber más
El icónico diván donde los pacientes se psicoanalizaban por, precisamente, el padre de esta disciplina, un estudio tan polémico como experimental en aquella época, el escritorio donde escribió sus famosos ensayos sobre los rincones de la mente y los sueños, las bibliotecas pobladas de reliquias y las estatuas mitológicas de las estanterías se pueden apreciar a partir de una visita virtual. La Casa Museo de Freud, ubicada en Mansfield, residencial barrio de Londres, donde el médico residió desde 1938 hasta su muerte, y donde también vivió su hija Anna Freud, cuenta con un tour 360°.
https://www.freud.org.uk/visit/virtual-tour/
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