¿El punto de partida?
Meses antes de la Revolución de Mayo, mojón fundador de la Argentina según el relato tradicional, nadie tenía en mente hacer una revolución
Cuando vamos a un acto escolar confirmamos que el país empezó aquel heroico 25 de mayo de 1810. Es el sentido común de los argentinos, y está bien que así sea. Pero la historiografía no trabaja con construcciones culturales y menos con emociones. Hay que decirlo con todas las letras: meses antes de la Revolución de Mayo, mojón fundador de la Argentina según el relato tradicional, nadie tenía en mente hacer una revolución. De hecho, destacados personajes que luego integrarían la Primera Junta de gobierno estaban en veredas opuestas y con ideas diferentes.
Los hombres de Mayo no hacen causa común en el turbulento 1809, sino que se mezclan criollos con españoles en alianzas cruzadas (un ejemplo, el famoso alzamiento liderado por Martín de Alzaga, en el que participaron Mariano Moreno y el Cabildo, mientras que enfrente estuvo el jefe de los Patricios, Cornelio Saavedra, como sostén del Virrey Santiago de Liniers).
A decir verdad, la Argentina no estaba en la mente de nadie, sino que se fue dando como una construcción social y política que demanda buena parte del siglo XIX. La historiadora Hilda Sábato lo señala con claridad: "No se ajusta a la realidad la visión acerca de una Nación o de una identidad preexistentes que estaban esperando para surgir cuando se rompieran las cadenas con España. Para 1810, la única Nación de la que se hablaba era la española".
Algunas cuestiones concretas: no había revolucionarios en los momentos previos a la Revolución, ni se discutía la independencia, por lo menos en términos de independencia absoluta, sino sólo fórmulas de autonomía o autogobierno. Lo que causa la Revolución es más bien un hecho externo: preso el rey de España por Napoleón desde 1808, queda trunca la soberanía y obliga a las colonias a pensarse de un modo diferente. El Virrey no podía suplantar al rey ausente, lo que abre una terrible incertidumbre por la titularidad de la soberanía.
Además, no existe con claridad una tendencia antiespañola, al punto de que los primeros pasos de la Revolución son en nombre de la legitimidad del rey español y en contra del avance francés. Algunos célebres personajes de la posterior Revolución se inclinan por el carlotismo, que proponía a la hermana del rey como regente. En sentido estricto, hay más reformistas que revolucionarios en los momentos previos a la Revolución de Mayo.
Como han explicado muchos historiadores, la Revolución de Mayo no fue el origen de la Nación, ni una revolución preparada previamente y tampoco hubo un movimiento que trabajara como meta la independencia. Todo eso se desencadenó, velozmente, con los acontecimientos, por supuesto sobre la base de una corriente de ideas criollas que había crecido desde las invasiones inglesas y de la mano de un creciente descontento con las actitudes de la metrópolis española.
Si los hombres de Mayo no se proponían la independencia, entonces ¿qué significaron? Los activos militantes de la generación del 37, pensadores y literatos, fueron los responsables de iniciar la construcción del mito de origen, pero con bases sólidas. La Revolución de Mayo no fue un hecho intrascendente, porque constituyó el momento de inicio del primer gobierno patrio o autónomo, formado por criollos o españoles americanos. Ellos tomaron las riendas de un proceso político que redundaría en la formación de lo que pasarían a ser las Provincias Unidas y mucho más tarde la Argentina.