Una pequeña localidad suiza le da nombre a un mago de las novelas creadas por J. K. Rowling, una publicidad inesperada para un sitio de ensueño ya célebre por sus majestuosos paisajes alpinos
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A Grindelwald la tocó la varita mágica. Nunca mejor dicho, considerando que esta localidad turística suiza, sumergida en un soñado paisaje de los Alpes, inspiró a J. K. Rowling para bautizar a uno de los personajes de la saga de Harry Potter y desde entonces su nombre se popularizó de manera impensada.
No es que no lo merezca, todo lo contrario: situada en las montañas de la región de Interlaken, en el centro de Suiza, invita a recorrer magníficos senderos de trekking y a deslizarse pendiente abajo en invierno con esquís en los pies. Sin duda ya contaba con su amplia corte de admiradores desde el siglo XIX, cuando Suiza empezó a convertirse en un destino turístico, y es un sólido destino turístico repleto de atracciones de montaña. Pero un golpe de publicidad, sobre todo uno tan inesperado, nunca está de más.
Que dos siglos más tarde de su nacimiento como destino turístico el mago de Hogwarts le dio a Grindelwald un nuevo impulso lo confirman incluso las tendencias de búsqueda de Google, que para noviembre de 2018 -cuando se estrenó Los crímenes de Grindelwald, segunda parte de la serie de Animales Fantásticos derivada del universo Harry Potter- registraron un visible pico de consultas procedentes de todo el mundo.
Como consigna la wiki de HarryPotterFandom.com, el sitio donde los fans del mago reúnen información sobre los libros, las películas y juegos, además de compartir información en foros, Gellert Grindelwald “fue un mago de sangre pura y el más oscuro y peligroso mago tenebroso conocido en cualquier lugar del mundo mágico, siendo solo superado por lord Voldemort”. A la Grindelwald suiza, sin embargo, la tocó con la varita de la buena fortuna.
La localidad, nacida en torno a un antiguo monasterio medieval, atravesó las disputas religiosas y políticas que caracterizaron durante largo tiempo al centro de Europa, pero empezó a adquirir renombre en el siglo XIX, con la llegada de los primeros extranjeros fascinados por la belleza del entorno
Una ventana a los Alpes
El pueblo de Grindelwald se encuentra a poco más de mil metros sobre el nivel del mar, a la sombra de los Alpes berneses, en el centro de Suiza. Miles de visitantes multiplican cada año el número de habitantes, que rondan los 3500, atraídos por los paisajes de montaña, los profundos valles y los picos alpinos. La localidad, nacida en torno a un antiguo monasterio medieval, atravesó las disputas religiosas y políticas que caracterizaron durante largo tiempo al centro de Europa, pero empezó a adquirir renombre en el siglo XIX, con la llegada de los primeros extranjeros fascinados por la belleza del entorno. Muchos de ellos eran ingleses, que promovieron la impresión de las primeras postales con paisajes alpinos para enviar a sus hogares e inspiraron a otros compatriotas que también viajaron a Suiza y escalaron las principales cumbres de esta región: entre ellas el Finsteraarhorn, de 4.274 metros, y el Wetterhorn, de 3.692 metros).
Como ocurrió con otras localidades de la montañosa Suiza central, el arribo del tren marcó un hito: el ferrocarril Oberland Bernés llegó a Grindelwald en 1890, facilitando enormemente el viaje y abriendo la puerta a numerosos turistas llegados de toda Europa. Desde entonces el fenómeno no ha hecho más que crecer: la economía entera de Grindelwald se basa en el turismo, tanto en invierno como en verano. De hecho, el pueblo fue uno de los primeros centros invernales que ofrecieron en Suiza, desde fines del siglo XIX, paseos en trineo, patinaje sobre hielo, refugios de montaña y esquí. Si en 1889 había diez hoteles, en 1914 se habían multiplicado hasta convertirse en 33. Pocos años antes se había construido en el Wetterhorn el primer teleférico de los Alpes, hoy una postal típica en varias localidades suizas.
Un récord en Europa
Difícilmente se piense en las oscuras acciones del Grindelwald mago al llegar a esta pequeña joya alpina para conocer una atracción conocida mundialmente: el Jungfraujoch o Top of Europe, la estación de tren más alta de Europa, situada a 3500 metros sobre el nivel del mar. El itinerario comienza tomando el Oberland Bernés, con una parada en el panorámico pueblo de Interlaken. Desde allí se sigue hacia Grindelwald, donde los viajeros se suben al Eiger Express, la telecabina más moderna de los Alpes, que se mueve a ocho metros por segundo y -mayor proeza aún- fue inaugurada en 2020 en plena pandemia. Durante el trayecto se puede apreciar la cara norte del glaciar Eiger, que forma parte del Patrimonio Mundial de la Unesco, y al final se toma el tren de cremallera que lleva hasta la cima del Jungfraujoch. Allí la terraza de observación Sphinx ofrece una vista asombrosa hacia las montañas circundantes y el Glaciar Aletsch, el más largo de Europa, que contiene además un Palacio de Hielo con varias figuras. Las vistas son increíbles a lo largo de todo el recorrido, pero sí hay un detalle clave que tener en cuenta: el clima. Si el día está gris -además de mirar para arriba, conviene cambiar de planes, ya que no habrá vistas posibles ni varita mágica que permita disfrutar el paisaje.
En invierno en cambio reinan la nieve y el esquí: en los alrededores de Grindelwald hay unos 160 kilómetros de pistas y 30 instalaciones que llegan hasta los 2500 metros de altura. Cerca de Wengen, a unos 15 kilómetros de Grindelwald, la bajada Lauberhornabfahrt es conocida por su espectacularidad y sede de unas de las competencias de esquí más antiguas del mundo. Quienes no sean tan hábiles con las tablas en los pies pueden preservar sus huesos recorriendo, en lugar de la bajada, las decenas de kilómetros preparados para caminatas invernales y las numerosas pistas de trineos, incluyendo algunas de las más extensas de los Alpes. La conclusión probablemente sea parecida a la de una viajera india en su blog de viajes: “El nombre Grindelwald me evocaba imágenes del malvado mago de Harry Potter, pero solo después de llegar me di cuenta de que es mágico… aunque de un modo totalmente distinto”.
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