El pronóstico para el cambio lingüístico
Partamos de un principio: toda lengua está basada en convenciones. Aprendemos a hablar, casi siempre, en el marco de una familia. Copiamos la lengua de nuestros padres, que a su vez la heredaron de generaciones anteriores. Y si al crecer tenemos acceso a la educación formal, y accedemos a la llamada "lengua de prestigio", hablaremos según lo que indican las instituciones. La escuela, la universidad, el trabajo, diversos ámbitos legitimados socialmente nos dicen qué se debe y qué no se debe decir. Qué es "correcto". El criterio, claro, lo dicta la RAE.
Es así como sobre la base de eso, muchas veces sin cuestionar, sin ser ni siquiera conscientes, hablamos y creemos que "hablamos bien". Hasta que pasa algo. Algo como que un uso no prestigioso se haga masivo, o al menos lo intente. Algo como que un determinado grupo social comience a hacer circular una premisa nueva: que el género neutro lo pueden imponer los hablantes. Si la RAE asegura que "el masculino en uso genérico puede emplearse para designar a toda la especie", ya hay muchos que se oponen a la premisa y levantan la bandera del todes para englobar tanto a hombres como a mujeres. Y entonces se rompe esa naturalización. Aparecen los cuestionamientos. Aparecen, incluso, las miradas aprobatorias del cuestionamiento. En un reciente comunicado, por ejemplo, la Academia Argentina de Letras decía: "La lengua es la principal herramienta para interactuar con la realidad. Todo esfuerzo de arribar a alguna conclusión acerca del mundo asume forma lingüística (…) Desde este punto de vista, no es arriesgado sostener que nada hay más esperable, en el contexto actual de la lucha por la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer, que la intensa atención sobre el masculino no marcado".
Una posición igualmente comprensiva asumen algunos lingüistas. "Los cambios están en marcha y eso es imparable, por más que la RAE salga a revolear la gramática –plantea Julia Zullo, lingüista especializada en sociolingüística–. Ahora, tampoco es tan fácil cambiar el uso del lenguaje desde ciertas organizaciones, no se puede forzar un cambio en ninguna dirección". Según Zullo, lo interesante de este movimiento incipiente es que por primera vez en la historia del español rioplatense el cambio sería impulsado a nivel consciente, desde la sociedad civil y no desde la academia, los círculos universitarios o prestigiosos. "Pero si pensamos a futuro, lo cierto es que, de existir, el cambio real va a operar cuando la norma se imponga en muchos registros y ámbitos posibles, no solo en el ámbito feminista ni en aquellos donde se discute la legalización del aborto –dice–. En este sentido, hoy muchos ámbitos académicos ya se están preguntando si tienen que adoptar estas pautas en sus registros, en los actos oficiales, en los eventos, en las oficinas... Como sea, lo que se ve hasta ahora es la presencia de una norma nueva en registros con muchísimo control. La pregunta es qué pasará cuando esto se extienda a otras instancias de funcionamiento, cuando opere, si llega a hacerlo, a un nivel inconsciente de los hablantes. En eso se juega el cambio".
Con respecto a las críticas, y aquellos que sostienen que variando el género se degrada el lenguaje, la postura de muchos sociolingüistas es clara: "La RAE sigue insistiendo con el sistema morfológico del español, pero mi concepción es que el uso de la lengua es ideológico, no hay razón para decir por qué un uso es mejor que otro desde el punto de vista gramatical, en todo caso apuntarán a diferentes cosas", plantea Alejandro Raiter, titular de la cátedra de Sociolingüística de la UBA. "No existe la noción de degradación. Las lenguas cambian permanentemente, si no, estaríamos hablando como Cicerón".
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