En octubre de 2003, el entonces príncipe Felipe de España se acercó a saludar a los periodistas que cubrieron el Premio Príncipe de Asturias en Oviedo; las cámaras captaron un apretón de manos y una sonrisa cómplice entre el futuro rey y quien, días después la Casa Real anunciaría, era su prometida
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La imagen, en principio, pasó desapercibida. Fue solo un apretón de manos entre quien entonces era el príncipe de Asturias y una presentadora de televisión. Un saludo protocolar más. El contexto tampoco hacía suponer nada extraño: en su calidad de anfitrión de los premios Príncipe de Asturias, Felipe recibió con un apretón de manos a todos los representantes de la prensa. Ningún medio publicó la fotografía del saludo a Letizia Ortiz Rocasolano. Pero todos corrieron a buscarla en su archivo una semana más tarde, el 1 de noviembre de 2003, cuando la Casa Real anunció el compromiso entre el futuro rey de España y la periodista. El romance había prosperado en silencio, lejos de las cámaras, y aquél apretón de manos se convirtió en el primer registro público de un amor que iba a marcar a fuego la historia de la monarquía española.
El secreto mejor guardado
El anuncio tomó a todos por sorpresa. Todas las relaciones anteriores del príncipe heredero habían pasado por el escrutinio público (y de su madre, la reina Sofía). Cada salida, cada relación importante, era analizada al detalle por la prensa del corazón. Por eso, que se les hubiera pasado su noviazgo con la presentadora del informativo de Televisión Española, una de las caras más conocidas de España, causó sorpresa.
Se supo luego que Felipe y Letizia se conocieron en una cena, en la primavera de 2003. El príncipe le había pedido a su amigo Pedro Erquicia, periodista histórico de TVE, que le presentase a su compañera, Letizia. Finalmente, Erquicia organizó una comida concretar el encuentro. El flechazo fue instantáneo. Como dicen los franceses, hubo “coup de foudre”, un flechazo. Desde entonces, comenzaron a salir en absoluto secreto.
Seis meses más tarde, para octubre, se rumoreaba que el príncipe podría tener un nuevo amor, pero nadie había dado con la identidad de la candidata. Fue entonces cuando sucedió aquel famoso apretón de manos, un guiño cómplice entre quienes hacía tiempo mantenían su relación en secreto.
El encuentro en Asturias
El 24 de octubre de 2003, el príncipe Felipe se acercó al Hotel Reconquista, en Oviedo, para saludar a los periodistas que cubrían la entrega de los premios Príncipe de Asturias. Sabía que entre los cronistas iba a encontrar a su novia, Letizia Ortiz Rocasolano (que había viajado para realizar la cobertura con su jefe, Alfredo Urdaci, y su colega, María Escario). Le dio un apretón de manos y sostuvieron un breve cruce de palabras que no despertó sospechas. “Yo estaba agotada, llevaba todo el día en directo, llovía...”, recordó la reina. Ahora, 20 años más tarde, sabiendo lo que sucedió antes y después de la escena, cada gesto de sus protagonistas cobra un nuevo significado.
La realeza, 20 años después
Los premios hoy se llaman Princesa de Asturias, en femenino, en honor a Leonor, la hija mayor de Felipe y Letizia y heredera al trono de España. Hace días se llevó a cabo una nueva ceremonia entrega. Como ya es tradición, los reyes se acercaron al Hotel Reconquista a saludar a los trabajadores de prensa. En un gesto cómplice, como un paso de comedia, Felipe y Letizia recrearon aquel romántico momento, el apretón de manos histórico que sellaron con un abrazo que generó el aplauso de los presentes.
Felipe y Letizia de España no son los primeros en recrear una escena para celebrar una fecha especial. En 2022, Máxima y Guillermo de los Países Bajos recordaron el pedido de mano del entonces príncipe Guillermo de Orange a la joven argentina el 19 de febrero de 2001. Junto a una foto, que los muestra al rey Guillermo arrodillado y tomándole la mano a la reina Máxima en el lago congelado del palacio real Huis ten Bosch, escribieron “20 años después, mismo lugar”. Así le propuso, el entonces príncipe heredero, matrimonio a su actual esposa. “Fue una hermosa tarde de viernes y pensé: Máxima tendrá que aprender a patinar. Porque, ¿qué es más holandés que patinar sobre hielo?”, contó el rey sobre la elección del lugar.
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