Fue uno de los máximos goleadores del Porvenir y jugó con Herminio Masantonio en Huracán, pero nunca pudo llegar a jugar en un mundial; las hijas hablan de su vida
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En el primer torneo de la historia, en 1930 y aun sin número en las camisetas, el equipo de fútbol argentino quedó en segundo lugar contra la selección uruguaya. Durante toda su vida, Margarita (89), Delia (87) y Elvira (84) de los Santos se preguntaron si la participación de su padre hubiera hecho la diferencia en aquel partido. Si el país hubiera llegado a la victoria de haberlo elegido para jugar.
Según varios historiadores, Alejandro de los Santos tenía todas las fichas para llegar a esa copa. “Sin embargo, a la hora de elegir a los jugadores, no lo llevaron porque era negro y no por otra cosa”, asegura en diálogo con LA NACION, Margarita Guaragna, nieta de Alejandro.
“Si bien no hay muchos jugadores afrodescendientes reconocidos en la selección, hay más futbolistas negros de los que pensamos. Pero el primero de todos, sin duda alguna, fue Alejandro de los Santos”, sostiene Omer Freixa, historiador e investigador africanista de la UBA y la Universidad Tres de Febrero.
Durante su vida, Alejandro tuvo dos ocupaciones: el fútbol y mantener a sus siete hijos. Fue uno de los máximos goleadores del club Porvenir e histórico jugador de Huracán. Para los 30, había llevado al país a la tercera victoria en la Copa América. “Mi papá no solo era un crack en el fútbol, era el hombre más amable. En el barrio lo conocían como Papa Santo. Nadie lo trataba mal, excepto por lo que pasó en el 30″, cuenta Elvira.
Según la familia de los Santos, aquella decisión fue uno de los pocos actos de racismo deliberado que la institución futbolística perpetuó contra Alejandro. Aun así, confiesan que de ese tema, él nunca habló. Hay que comprender que en la Argentina de 1900, la esclavitud estaba abolida, pero los rezagos de la política de blanqueamiento impulsada por las generaciones del 37 y del 80, nunca menguaron.
El trato no se asemeja a lo que se vivió en países como Estados Unidos, sin embargo, había una intención de ocultamiento de la negritud. “Los dirigentes políticos hablaban de la Argentina como una nación blanca. Hasta 2010, el único censo donde incluyeron a los afrodescendientes fue en 1895. Los registraban como trigueños, no como provenientes de África”, explica Freixa. “Es muy posible que durante el siglo XIX enviaran a muchos africanos al frente de guerra o que murieran por enfermedad, pero eso no significó que desaparecieran. Los mataban con el discurso”, agrega. En este caso, Alejandro de los Santos, desapareció de la selección de fútbol de Argentina antes de poder jugar el primer Campeonato Mundial.
“El fútbol siempre tuvo un folklore racista. Hubo muchos casos terribles en todo el mundo. Incluso ahora, siguen lanzándole bananas a los jugadores negros durante los partidos”, describe Freixa. “Eso no evitó que en nuestro país hubiera jugadores afrodescendientes. Tenés a Américo Gallego, Chocolate Baley y el más famoso de todos, Maradona”, explica Freixa. Lo que no cabe duda es que Alejandro de los Santos fue el primero.
“Vinieron nadando de África”
Alejandro nació en la ciudad de Paraná por pura casualidad. “La familia De los Santos me contó que sus padres llegaron nadando de África Occidental Portuguesa [hoy Angola] escapando de los esclavistas europeos”, cuenta Guido Guichenduc, periodista e historiador del club Porvenir. “Seguramente, los padres de Alejandro nadaron al primer barco que encontraron en la costa, pasaron como polizones y arribaron al caudal del río Paraná a finales del siglo XIX”, agrega. Ahí nacieron sus tres hijos: Mercedes, Manuel y Alejandro de los Santos.
Cuando Alejandro cumplió ocho años se mudó con sus hermanos a Buenos Aires. Su madre había muerto y su padre estaba enfermo. “Llegaron a la capital en busca de un médico que fuera a Paraná para que le devolviera la vista al padre. Pero él murió y nunca más volvieron a Entre Ríos”, cuenta Elvira. Ahí fue que se instalaron en Boedo. Sus hermanos trabajaban y Alejandro se dedicaba a jugar fútbol en el barrio. “Siempre fue muy bueno en todos los deportes, llamaba la atención al segundo”, agrega.
De los clubes a la selección nacional
A los 13 años lo admitieron en el Club Oriente del Sud en el que se destacó al instante. Al poco tiempo lo bautizaron como el goleador del equipo, lo que le abrió la puerta para entrar a San Lorenzo, donde jugó solo ocho partidos. Era mediocampista, pero siempre que podía se convertía en el peligro inminente del arquero contrario. Debutó con una victoria dos a cero contra Banfield en 1921. Un año después lo convocaron para jugar en la selección Argentina.
De los Santos portó la albiceleste por cuatro años consecutivos y en la Navidad de 1925, junto con el equipo llevó al país a la tercera victoria en la Copa América. Participaron solo tres países y la final fue contra Brasil, en el viejo estadio de Ministro Brin y Senguel, en el Barrio de la Boca.
En esa época, el fútbol no era profesional, por lo que en las mañanas, Alejandro trabajaba como “oficial sumariante” en la oficina de aduana. Todos los días pasaba horas en una oficina en el centro, llenaba una eternidad de formularios y hablaba de fútbol con su compañero de escritorio, Mario Fortunato. Después del trabajo, iba directo al club para entrenar.
En esa época, Alejandro conoció a Margarita Calvo, una española que vivía tan solo a unas casas de la suya. “Cuando se enteraron los padres de mi abuela se opusieron rotundamente a que su hija se casara con un negro. Incluso la enviaron a España un año para que se olvidara de él… resultó todo lo contrario. Después de la boda la situación cambió. Mi abuelo era muy carismático, terminó seduciendo a los suegros”, cuenta Susana Guaragna, también nieta de Alejandro de los Santos.
Entre 1924 y 1930, De los Santos estuvo en el radar de la selección, pero jugaba de tiempo completo en El Porvenir, el primer club de primera división en donde estuvo. Fue compañero de Manuel “La Chancha” Seoane y entre los dos formaron un dúo imparable. Con 148 partidos y 80 goles, De los Santos se consagró como uno de los máximos jugadores de la historia del club.
Se mudaron a una casa sobre la calle Santander, en el 1985. Margarita, que era de las hijas mayores recuerda bien esa casa. “Era enorme, tenía seis piezas y un galpón... pobre de mi viejo, nos aguantaba todo. En toda mi vida, nunca lo escuché hablar de lo que pasó en el 30”. Lo que no recuerda es que su padre hablara alguna vez de lo que le pasó con la selección. “Él nunca habló de discriminación. Al menos con nosotras. Cuando venía a la casa la única regla era no hablar ni de fútbol, ni de política”, agrega Elvira. Aun con la desilusión del mundial, Alejandro siguió jugando en el Porvenir y poco después fue invitado a jugar en Huracán. Esta vez como profesional en la liga de clubes.
Jugó junto a Herminio “Mortero” Masantonio, uno de los máximos goleadores de la historia del futbol argentino. Con ese equipo, Alejandro marcó 25 goles en 88 partidos hasta el final de su carrera en el 34. Después se convirtió en entrenador del club hasta los 40. Huracán se transformó en su segunda familia. “Era el parrillero oficial del club los domingos, se juntaban cada vez que podían. Incluso, cuando murió mamá lo apoyaron”, recuerda Margarita.
Cuando Alejandro cumplió 42 años, su esposa, Margarita, murió por enfermedad. “No recuerdo de qué, nosotras éramos muy pequeñas. Lo que sí sé, es que a partir de eso mi padre se encargó de todos nosotros. Imaginate, no es tarea fácil cuidar a seis chicas y un chico y él se las arregló para darnos todo. Nunca recibió ayuda”, explica Elvira.
-¿Cómo hacía?
Margarita: Papá trabajaba todo el día. María Antonia, nuestra hermana mayor era la que nos cuidaba a todos, pero cuando crecimos un poco comenzamos a ir a la colonia que estaba en Parque Chacabuco. Ahí estábamos todo el día hasta las cinco.
Delia: En el barrio todos lo querían. Me acuerdo que él nos iba a buscar siempre a la colonia. Ponía su cara entre las rejas para asomarse. Todos los niños que estaban ahí corrían a abrazarlo. Las profesoras lo alucinaban por eso. En Huracán llegó a ser Director técnico un tiempo. Después, cuando se jubiló, fue masajista de Huracán, y trabajó hasta el último día que caminó.
Desde la muerte de su esposa, Alejandro se avocó a cuidar a sus hijos, a su perro y a las diferentes aves que tenían en la azotea. “Teníamos canarios y gallinas. Él se levantaba todas las mañanas a darles de comer. Después preparaba los ingredientes para la cena y en una hoja nos dejaba el paso a paso de como teníamos que cocinarlo”, recuerda Margarita. “Cuando estaba en casa jugaba al ajedrez con todos, nunca nos prohibió nada, eso sí, todos teníamos que hacer deporte. Ya jubilado, Alejandro jugó en el equipo de veteranos de Huracán. Y hasta que enfermó, siempre hizo deporte. También corría y jugaba Pelota Paleta”, agrega.
-¿De qué se enfermó?
- De arteriosclerosis [Conocido a veces como “endurecimiento de las arterias”]. Empezó en los 60. En esa época no conocíamos muchos tratamientos. Arrastró la enfermedad hasta que un día no pudo caminar más. El médico le dijo que tendría que estar en cama por el resto de su vida. Él vivió 10 años así.
Hasta el 71, Alejandro de los Santos se despertaba en su camilla, leía el diario, desayunaba y jugaba ajedrez con sus nietos. “Te cuento una historia: yo cumplo años el 16 de febrero. Pues te juro que mi abuelo aguantó todo el cumpleaños conmigo, y en la noche, cuando todos dormían, se descompensó y nunca más se despertó. ¡Aguantó hasta mi cumpleaños!”, repite Margarita Guaragna.
Para las hijas de Alejandro de los Santos, siempre fue un honor que su padre fuera recordado como el primer jugador negro de la Selección Argentina. Uno de sus nietos, jugó en el Porvenir como él, y otro se fue a jugar al equipo amateur italiano, SSD Ortona Calcio.
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