El primer “crimen ritual” de la Argentina. El caso de Ramoncito, el niño que fue asesinado en 2006 en una “misa negra”
Ramón González tenía 11 años cuando fue asesinado; hay 11 personas condenadas por este caso, que fue el primero en ser calificado como “crimen ritual” por la Justicia argentina: “Todavía hay culpables que están libres”, dice el periodista Leonardo Gentile, que acaba de publicar un libro sobre el caso
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Al principio pensaron que a Ramoncito González lo habían matado por robar. Durante los primeros meses que siguieron a ese fatídico 6 de octubre de 2006, la principal hipótesis de la policía correntina era que el niño de 11 años era usado para vender drogas y que había sido asesinado por quedarse con un vuelto. Encontraron pistas que lo vinculaban con el comercio de sustancias, pero también otros indicios que no podían ser explicados de esa manera, por ejemplo el hecho de que su cuerpo no hubiera sido ocultado: un día después de su desaparición, fue encontrado decapitado en la intersección de la avenida principal de Mercedes y las vías del tren, uno de los puntos más transitados de la ciudad.
Tras meses sin una hipótesis clara, el antropólogo correntino José Humberto Miceli se sumó a la investigación. Observó que el cuerpo tenía estigmas en las manos, que le faltaban algunos huesos y que en la piel tenía marcas de torturas perpetradas durante los días previos a su asesinato. Entonces, la muerte de Ramoncito no podía ser un caso más de ajuste de cuentas. Debía ser, más bien, uno de los asesinatos más macabros de los que se tuviera registro en el país.
Hoy, casi 17 años después, hay nueve personas presas por este crimen ritual, que tuvo, además, a dos de los principales empresarios de la ciudad como sospechosos –uno, incluso, con fuertes vínculos políticos–. Pero todavía quedan cabos sin atar. “Alguien pagó para que se hiciera el sacrificio de Ramoncito”, dice el periodista Leonardo Gentile, en diálogo con LA NACION. Gentile acaba de publicar su libro Satán de los Esteros (Sudamericana), una investigación exhaustiva sobre el caso de Ramoncito, el primero en ser calificado como “crimen ritual” por la Justicia argentina.
En los últimos 10 años, el investigador porteño no solo entrevistó a los principales autores materiales del crimen. También logró acceder al nuevo domicilio secreto de la adolescente que fue clave para resolver el caso y hoy es testigo protegida. A su vez, investigó algunas de las aristas más intrincadas del caso, como el financiamiento del crimen ritual y los posibles vínculos entre el asesinato de Ramoncito y distintos funcionarios locales.
–¿De qué manera el caso estuvo vinculado con la trata de menores y el narcotráfico?
–En realidad, el objetivo del grupo era mágico religioso. Pero para financiarse y atraer gente al grupo necesitaban generar dinero. Y lo generaban sobre todo a través del narcotráfico y la explotación sexual de menores. En el caso de Ramoncito, a él lo explotaban y se cree que también lo usaban para vender drogas.
–¿Cómo empieza este grupo?
–Hasta donde se sabe, el grupo se forma con una mujer que tenía un rol de cierto conocimiento mágico, Ana María Sánchez, y otra, Martina Bentura, que se ocupaba de reclutar chicos. Las dos están presas. La primera vivía en el centro de Mercedes, era de clase media venida a menos. El librito de magia negra que tenía se lo había comprado a una vendedora de cosméticos de esas que van a domicilio. Basó el crimen ritual en una especie de guion que sacó de ahí. Sacaba algunas cosas de internet también. La otra, Martina, vivía en un barrio pobre y se ocupaba de reclutar chicos de la zona. Era una especie de agrupación, habitualmente llamada secta, que tenía un grupo operativo, formado mayormente por adolescentes y jóvenes, liderado por estas dos mujeres. Pero por encima había personas de mayor poder adquisitivo que pagaron para cometer este crimen y otros, vinculados más que nada con la trata de menores. Para mí el grupo surge por gente con poder que creía que practicando ciertos rituales iban a ascender políticamente o económicamente. Y usan a estas dos mujeres para que hagan lo que ellos no podían hacer.
–¿Lo que hacían era satanismo?
–Era satanismo, pero no solo eso. Era gente que no estaba súper formada en teología ni nada, sino que iba sacando prácticas de dónde podía. El crimen ritual de Ramoncito tiene una mezcla de varias creencias. Satanismo, por un lado, que por eso tiene sacrificio humano, más otros dos grupos de creencias que son muy populares: umbanda y creencias guaraníes, que tiene que ver con el culto a los huesos. Lo que hacen es que guardaban los huesos para venerarlos. Y eso es algo que hacían los pueblos guaraníes desde antes de la llegada de los españoles. El horario en que lo mataron también estaba determinado por el librito este.
–¿Por qué eligen a Ramoncito?
–Una de las cosas que dice este libro de magia negra es que la persona elegida para sacrificar tenía que tener ciertas características, como, por ejemplo, ser un niño inocente. Tenía que ser menor de 12, porque consideran que a los 12 empieza la pubertad y el niño pierde la inocencia. Lo eligen por ciertas características físicas, también, y otras vinculadas a su personalidad: era un chico muy inocente que, de alguna forma, tenía la mantención de su casa. Era el mayor de los hermanos y su mamá era, y es, una mujer muy vulnerable. Entonces él estaba todo el día en la calle vendiendo estampitas para mantener a la familia. Este grupo le ofrece cosas: como él veía mal, le prometen que iban a comprarle lentes, un celular, que en ese momento era un objeto de lujo. Dentro del grupo había otra nena que a él le gustaba, un poco más grande, Marianita. Entonces ellos usan a esta nena para atraerlo.
–Las primeras en ser descubiertas fueron Martina y Ana María. ¿Es verdad que cayeron por casualidad?
–Al principio había gente presa que no tenía nada que ver. Ellas dos cayeron recién a los pocos meses. A una chica del barrio, un amigo le cuenta que le había pagado una mujer para matar al gurí. Esta chica cae presa por otro motivo y ahí cuenta lo que le había dicho este amigo. Contó el dato y la van a buscar a esta mujer. Empiezan a investigar la casa. En uno de los allanamientos encontraron una listita con una serie de nombres de nenes del barrio y al lado diferentes precios. El que tenía precio más alto era Ramoncito. Como era un barrio muy humilde, ella los pasaba a buscar con el auto y a lo mejor les decía a sus madres “lo llevo a comprar un helado”, pero los llevaba a otro lado. Hay fotos en el expediente que muestran un altillo dentro de la casa de Ana María, que era un lugar de ablandamiento: una habitación con motivos infantiles para que los nenes se vayan sintiendo cómodos y ahí los preparan para el abuso sexual. Es muy fuerte. Pero ellas siempre negaron todo.
La testigo clave
–Marianita fue la testigo clave, la que contó realmente cómo había muerto Ramoncito y quiénes eran los responsables.
–Sí, pero pasó mucho tiempo antes de eso. La interrogaron a los pocos días del asesinato, porque sabían que tenía relación con él, y no contó nada. Después de un tiempo, otra persona del barrio la nombra a ella como relacionada. Dice que en la casa de ella pasaban cosas raras, que a veces había olor a animales muertos. Entonces allanan la casa y ella se quiebra y empieza a contar. Ella estuvo en el crimen ritual. Y a partir de su testimonio se pudo reconstruir cómo había sido todo. Después hacen más allanamientos y detienen a mucha gente que ella había nombrado. Y una vez que los detienen y se eleva la causa a juicio, lo que querían los abogados querellantes y el grupo de la fundación de la hermana Martha Pelloni, que estaba protegiendo la nena, era que ella no tuviera que declarar más. Porque cada vez que lo hacía, revivía todo, y podía tener intentos de suicidio. Ya había tenido algunos. Después de declarar, pasó a ser testigo protegida, pero siguió recibiendo amenazas.
–La causa se basó solo en el testimonio de ella?
–No. Los únicos que contaron cómo había sido el crimen fueron Marianita y uno de los detenidos, al que llamaban El brujo. Sus testimonios coinciden en muchas cosas, no en todo. Pero después la policía fue allanando sus casas y encontrando pruebas. Hay un fiscal que una vez me dijo: “Si ella hubiera inventado todo, no podía ser que conociera tan bien todas las casas que describió, que haya gente que confirmara los días que estuvieron o no estuvieron. Si ella hubiera querido inventar todo sobre lo que le hicieron a Ramoncito durante el ritual, no podría ser que las pericias posteriores hubieran coincidido con todo lo que ella dijo”.
–Ella también incluyó a dos empresarios importantes en el crimen
–Sí. A uno de ellos, de nombre Víctor, lo nombró claramente Marianita. E incluso marcó cosas de la casa que sin conocerla, no podía saber. Decía que llevaba nenes a la casa. También nombró a otro empresario de apellido Enciso. Para que no tengan miedo, este hombre usaba un calzoncillo con un dibujo de un gato de caricatura. Y la policía lo encontró. Por supuesto no le creían al principio.
–¿Cómo fue tu encuentro con Marianita?
–Ella estaba muy marcada. Era una nena que le costaba mucho relacionarse con personas, hablar. Muy sensible. Hablabas y de repente empezaba a lloriquear. Ella estaba terminando la secundaria en ese momento, y solo salía para ir a la escuela. No me contó nada que tuviera que ver con el caso porque yo no se lo pregunté.
–Contaste también que mucha gente recibió amenazas. ¿Cómo eran?
–A Marianita y a su abuela las llamaban y les decían que si no se callaban iban a pasar a mejor vida. Y a varios funcionarios judiciales también los amenazaron. A una secretaria le llegó una amenaza que venía con combo completo: el recorte de la noticia de que metieron preso a dos del grupo y la nota de “Nos vamos a vengar”, con las velas, las botellas con la ofrenda y tierra de cementerio. También recibió amenazas Pablo Fleitas, el juez que después destituyeron. Cuando allanaron la casa de Ana María encontraron fotos pinchadas con alfileres de gente de la municipalidad y del juez Pablo Fleitas. Les habían hecho encargos para que les pasaran cosas malas. También había fotos de otro juez que tenía que ver con el caso. Ahí supieron que los habían estado siguiendo.
–Entrevistaste, en la cárcel, a varios acusados. ¿Qué impresión te llevaste de ellos?
–La fui a ver a Ana María en la comisaría de Mercedes. Es de esas personas con capacidad de convencerte de cualquier cosa, capaz de venderte un auto usado como si fuese un Mercedes Benz cero kilómetros. También fui a la cárcel de Corrientes. Ahí estuve con “El brujo” y “El Curandero”, que era el que vivía en la casa donde mataron a Ramoncito. También entrevisté a Daniel Alegre, el que lo mató. Yo lo esperaba en una sala y lo veo entrar matándose de risa con un policía, como si estuviera en una fiesta. Él, de 25 o 26 años, conocía más sobre la causa que muchos abogados que yo había entrevistado. Pero negó todo. Ana María también me lo negaba, pero me decía: “Ya van a ver lo que va a pasar, esto no va a quedar así”. Decían que ni se conocían, pero hay un montón de testigos que dicen que sí. Al que noté recontra afectado es a “El Brujo”. Se ve que en la cárcel la pasa muy mal. El resto del grupo lo tomó como un buchón, porque él sí había hecho una declaración contando algunas cosas.
–Antes de Ramoncito, ¿habían cometido otros crímenes rituales?
–Sí. Una vez, la mujer policía que llevaba el caso estaba hablando con Marianita y ella le dijo: “Él por lo menos vivió 11 años... peor el bebé”. “¿Qué bebé?”, le preguntó la policía. Marianita empezó a contarle que, un poco antes de matar a Ramoncito, el grupo había hecho un sacrificio con un bebé. Al principio no le creyeron. Ella tampoco contaba mucho. Pero lograron que les cuente más o menos en qué momento del año había sido. La policía después fue al juzgado y empezó a revisar los archivos. Y encontró el caso de un bebé muerto al que lo habían tirado en la puerta de la casa de la defensora de menores. En su momento habían pensado que era un aborto. Lo único que estaba en la causa de ese bebé era que en un momento le habían hecho una autopsia y salió que sus pulmones habían respirado, por lo tanto, había nacido. Lo que se sabe ahora es que el grupo le pagaba a parteras y a embarazadas por los bebés recién nacidos. Marianita contó cómo fue el momento en que llevaron a una chica y le dieron plata. A otra le dieron una moto por el bebé. Ella cuenta que hubo más de un sacrificio, pero la policía solo encontró pruebas de uno. Detrás de todo esto había poder económico y político. Porque alguien pagó para que se hiciera el sacrificio. Ahora, ¿quién lo hizo? No estoy seguro.
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